viernes, 20 de agosto de 2021

Ensayo de la Felicidad


por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


Usualmente se piensa que el tiempo tiene un punto inicial, pero, como suele pasar con el pensamiento humano que tiende a dar una interpretación de la realidad diferente a su verdadera forma, el Principio sólo tiene sentido cuando se quiere medir la posible conclusión de un suceso. Basándome en este peculiar principio sobre los puntos iniciales, quiero contar cuándo descubrí el significado de la Felicidad.  


A pesar de que entiendo los mecanismos que dan sentido al tiempo, sería necesario recurrir a expresiones no-humanas para aclarar mis expresiones, lo cual resultaría en una narración ininteligible. Por ello tengo que evocar a un tiempo anterior, lo cual suena contradictorio a lo que he mencionado, pero es necesario para describir lo que quiero decir. Así que haré uso de una estructura clásica para iniciar y a la que me referiré como “Antes de la Creación”.


Antes de la Creación, cuando dios sólo podía pensar en si mismo. El vacío de su mente lo llenaba todo. El espacio cubierto, en todas las posibles direcciones, de nada, tenía un color que no era el negro, como el que una persona de este tiempo puede ver cuando camina en la noche al mirar al cielo despejado. De hecho, la nada posee un color único que sólo dios puede ver y que está constituido de una estructura imaginaria concebida en su mente. En algún momento, descubrí que dios le daba el nombre de dadilaer. Tal término evoca a la capacidad de dios de colocar cosas innecesarias en lugares inexistentes.


En cierto instante antes de la Creación, dios pensó en la contradicción que representaba su propia existencia. Al ser la única realidad presente, confundirse con el vacío es bastante sencillo. Es como estar caminando en línea recta sobre una gigantesca esfera y pensar que se va siempre hacia adelante, siempre conociendo cosas diferentes, creyendo que el mundo y sus elementos son infinitos y nuevos cada momento. Pensando que cada instante es irrepetible, único y que el valor que se le pueda dar está en base a su unicidad. Un pensamiento bastante común para las limitaciones del pensamiento humano corriente. Pero las progresivas contradicciones que experimentaba dios le provocaban terribles dolores de cabeza y angustias que lo hacían sufrir depresión y tristeza. Se preguntaba a él mismo si existía o era la ilusión de otra mente. Lo cual, desde el momento en que se plantea tal duda, se cae en un bucle infinito donde el principio y el final se pierden en un reflejo autosimilar del inicio y el fin. Tampoco se sentía seguro si era él o era otro. No sabía si lo que recordaba era una vida o su vida. Se planteaba constantemente si era capaz de distinguir la diferencia entre amar o amarse. Su problema tenía como origen su propiedad inherente de la unicidad de su existencia. Aunque, también hay que notar que al no estar seguro de sus propios recuerdos, lo que pudiera significar amar o amarse sólo eran conceptos difusos, poco precisos y en muchas ocasiones aleatorios. Un día podía creer que lo amaron, otro día podía sentir que amaba, pero cualquier posibilidad sólo era una mera hipótesis no corroborada. Fue en este punto, cuando comprendió el problema del observador. Necesitaba la reafirmación de su propia existencia. Debía discutir con alguien. Alguien más en el vacío de su mente debía comenzar a existir para que él pudiera establecer su Principio. En el que pudiera decir “yo estuve” o “nunca he estado”. En el momento que pudiera dar respuesta a sus emociones inconsistentes, podía resolver el problema del observador y, así, su mente alcanzaría tranquilidad.


Después de haber planteado el problema del observador, comenzó a pensar en la construcción de un mecanismo que le proveyera de otra entidad que le diera solución a su vació emocional. Es así que se dedicó a colocar un concepto detrás de otro, a formar palabras y oraciones que describieran lo que quería obtener. Ensayó durante bastante tiempo. Fuera de una descripción cuantitativa del tiempo que empleaba, cabría aclarar que el tiempo para él es bastante diferente como lo es para una persona que camina en la total oscuridad y lo único que puede ver es lo que su mente le permite ver. Se dedicó a crear pequeños universos que colocaba en pequeños frascos de vidrio y ordenaba sobre unas repisas que cubrían altas y largas paredes del taller que había improvisado para llevar a cabo su trabajo de experimentación. En cada frasco coloca una etiqueta con una nomenclatura bastante complicada de entender, pero que le proveía del mecanismo de ordenación perfecto para buscar rápidamente cualquier frasco cuando deseara. Además, todos los días anotaba con detalle lo que observaba dentro de los frascos.


En una ocasión tuve la oportunidad de ver las notas de dios, fascinado por las descripciones que se registraban olvidé hacer una copia para mi propio archivo. Los maravillosos sucesos que acontecían dentro de los frascos son completamente conocidos sólo por dios y muy parcialmente por mí. Pero puedo contarles un poco de lo que ahí está escrito. En el frasco etiquetado con la clave univ151006.lun19.et0.1, dios había visto el comportamiento de dos seres parecidos a lo que nosotros llamaríamos perros. Al lado de sus notas, dios había colocado un dibujo de esos seres. Cualquiera de nosotros podría realmente confundirlos con perros. Durante una caminata en una colina, dos de esos seres-perros exploraban el entorno y al mismo tiempo buscaban comida. Cerca del camino que transitaban, se produjo un desprendimiento de rocas en una pared de la colina más arriba de su posición. Las rocas, por el impulso de la gravedad, rodaron hacia el camino donde los dos seres-perros andaban. Al percatarse de las rocas, observaron que estaban atrapados, no podían escapar por los lados del camino que eran sólidos y muy verticales muros de piedra. Pensaron en correr en la misma dirección de las rocas para ir siempre delante de ellas, pero la idea era absurda ya que no eran lo suficientemente rápidos. Sólo les quedaba tratar de saltar entre ellas, esquivándolas conforme pasaban. Mostrando su gran agilidad ambos seres-perros lograron evadir casi todas las rocas, pero al final, en una equivocación, uno de ellos no logró caer adecuadamente y fue golpeado por una gran roca, y fue lanzado contra el muro que limitaba el camino. Cuando la avalancha de rocas terminó y sólo uno de los seres-perros quedó en pie. El que podía caminar se acercó al cadáver de su compañero. Lo tocó con la punta de su hocico como tratando de hacerlo regresar a la vida. Cada pequeño golpe de su hocico sólo reafirma lo que ya había sucedido. Una pérdida de una vida. El ser-perro que había sobrevivido se quedó durante tres días y tres noches junto al cadáver de su compañero. Sentado al lado del cadáver, no se movió, no buscó agua ni alimento. Permaneció en silencio durante todo ese tiempo. La primera impresión de dios fue pensar que se estaba realizando un tipo tradición funeraria, una ceremonia de despedida. Pero, tiempo después, comprendió que aquellos seres parecidos a perros habían llegado a la conclusión de que aquello que ya no está en su presente ya no existe. Sólo el instinto de supervivencia puede prevalecer. Todos los recuerdos, fueran buenos o malos, de los que morían debían también desaparecer. Durante esos tres días y tres noches, el ser-perro que había sobrevivido a la avalancha se concentraba en borrar los fragmentos de la personalidad de su compañero que existían en él, sólo mantenía todo recuerdo que fuera útil para su propia supervivencia. ¿Quién me enseñó a hacer esto? ¿Quién nos cuidó cuando fuimos más jóvenes? ¿Quién nos amó? ¿A quién amamos? Nada de eso servía para la autopreservación, caer en la depresión de la tristeza de la pérdida no ayuda a cuidar a los que siguen con vida. A los que continuaban respirando. Sin embargo, el último recuerdo que se olvidaba era la tristeza de la pérdida de alguien. Esa ausencia definitiva se experimentaba profundamente durante ese tiempo de duelo, tanto que los genes de esos seres mutaban para colocar un eslabón más en su memoria colectiva. Ninguna vida, aunque su nombre se olvide, puede desperdiciarse.


En otro apartado de las notas de dios, se encontraba registrado lo visto en el frasco etiquetado con univ300020010.mar20.et0.2. Se describe un planeta cuyos continentes formaban un tipo de archipiélago gigantesco cuya deriva continental se circunscribe al ecuador del planeta. Cada uno de los continentes estaba cubierto de vegetación. Árboles que alcanzaban alturas increíbles. Cuyos diámetros superan en la gran mayoría de las veces los 120 metros. En ocasiones, árboles adyacentes mezclan sus ramas entre sí, dando la sensación de ver un único árbol de dimensiones superiores. Columnas erguidas queriendo perforar el cielo. Esto me hizo recordar la ocasión en que tuve la oportunidad de ver la Gran Torre en Babel. Alta y magnífica. Recuerdo vagamente el comentario de dios sobre la gran torre, la cual le parecía una estructura interesante. La sombra de la torre creaba zonas temporales de oscuridad fría desde las cuales se podía ver la luz del día, creando una variación del crepúsculo por una combinación de amanecer y atardecer. Me pregunté si los grandes árboles manifestaban su amor a dios o sólo crecían irremediablemente hacia arriba. Entre sus gruesas ramas habitaban seres parecidos a aves. Un ser humano corriente hubiera jurado y asegurado que de hecho eran simples aves. Eso es lo que usualmente hubiera dicho cualquier humano. Sin embargo, para dios era diferente, los seres-aves eran más que sólo aves. En una noche, cuando el cielo, en aquel planeta, se mostraba tranquilo y se podía observar algunas pequeñas nubes blancas, iluminadas por las estrellas, moviéndose pausadamente en la oscuridad, el clima cambió repentinamente. El cielo se eclipsó por extensas y oscuras cumulonimbus arcus. Las anteriores pequeñas nubes se habían integrado para formar grandes cúmulos, y al llegar a ser cumulonimbus una miríada de gotas comenzaron a caer con violencia. Los vientos adquirieron rápidamente una velocidad que pudo arrancar a los árboles más pequeños del suelo donde había nacido y crecido. El estruendo de los rayos retumbaba en los oídos de los seres-aves. Por momentos, grandes extensiones del paisaje quedaban iluminadas por el resplandor de los rayos. Ese pálido color platino se volvía una característica transitoria de todas las cosas que estaban sobre la tierra. Algunos seres-aves que disfrutaban volando en la tranquilidad de aquella noche antes de la impetuosa lluvia, habían quedado atrapados entre las corrientes cambiantes de los fuertes vientos. El aire con su movimiento caótico los lanzaba en cualquier dirección. Algunos tuvieron la oportunidad de golpearse contra ramas de las cuales pudieron sujetarse y así quedar resguardos del fuerte impulso de aire y agua combinados. Otros, recibían el agua sobre las plumas que cubrían sus cuerpos hasta llegar a un punto de sobresaturación, en el que su plumaje ya no podía mantener el líquido fuera de sus cuerpos y comenzaban a adquirir un peso extra y el calor que los mantenía con vida se iba reduciendo gradualmente. 


Al día siguiente, cuando el sol de aquel sistema se levantó debido a la rotación natural del planeta, el mundo había cambiado nuevamente. Algunas cosas ya no existían. Sobre el suelo se podía observar unas criaturas parecidas a gatos. Para cualquiera, esas criaturas sólo eran gatos, para dios seres dignos de ser considerados. En particular, uno de ellos de color gris plateado, con fuertes garras y una salvaje mirada, caminaba entre los bosques hasta que encontró el cuerpo de uno de los seres-aves. Su primera reacción fue de miedo, el olor de aquello que alguna vez estuvo vivo era una sensación que no soportaba. En sus rituales fúnebres, los seres-gato habían adquirido la costumbre de perfumar al cuerpo muerto para evitar el olor que desprendía. Al tener un olfato sensible podían captar el hedor de la putrefacción que comenzaba en el momento en que el cuerpo moría. El ser-gato sentía asco al sentir el aroma del cuerpo muerto del ser-ave. Podría haberse alejado inmediatamente para evitar el hedor, pero lo que veía había capturado su atención y dentro de él se colocó la idea de que debía ver y observar lo que yacía en el suelo, una materia que alguna vez tuvo conciencia de su vida. El cuerpo del ser-ave había adquirido un tono oscuro, los colores que antes habían sido resplandecientes, ahora se habían opacado. Las plumas, que en sus vuelos mostraban una superficie suave y continua, estaban contraídas como si los filamentos que los formaban hubieran sido untadas con pegamento. El pico seguía manteniendo una estructura rígida, un color negro azabache, que en ocasiones reflejaba la luz que algunas nubes y follaje dejaban pasar. Las extremidades, que había usado para apoyar su cuerpo y sujetarse a las ramas de los grandes árboles, estaban ligeramente contraídas hacia el interior de su cuerpo. Las garras en las que terminaban los dedos eran largas, afiladas y, si se les miraba detenidamente, podía notarse que estaban cubiertas por marcas tribales. Instrumentos de ese tipo pueden atravesar el cráneo de un ser-gato, abrirlo y comer la materia en su interior. Pero estos elementos del cuerpo del ser-ave no eran los que habían captado su interés. La parte inferior de lo que podría referirse como espalda, terminaba con un plumaje largo y de un hermoso color amarrillo, que a pesar de haber perdido un poco de brillo seguía teniendo un aspecto atrayente. El color amarillo de aquellas plumas evocaba en la mente del ser-gato la sensación de la libertad que se experimenta cuando el cuerpo se desprende del suelo, se eleva y, como si flotara, se libera de la pesada fuerza de gravedad. Se mira desde arriba, donde no parece que exista algún camino definido y se observa un mundo con más dimensiones.


El ser-gato utilizando sus propias garras, de colores blanco y negro, se acercó al cuerpo, realizó cortes adecuados y precisos para retirar todas las plumas de colores amarrillos del ser-ave. La sangre, estancada en el cuerpo del ser-ave, que todavía no se había vuelto lo suficientemente viscosa fluyó y se derramó en el suelo, alimentando las raíces de los árboles cercanos. Cuando el ser-gato terminó con su tarea, se alejó, llevando consigo las plumas amarillas del ser-ave. En su cabeza, los impulsos eléctricos que transitaban por la red de sus neuronas produjeron una imagen abstracta, ideó una manera de preservar las plumas con las que elaboraría un tipo de abrigo. Además, también comenzó a diseñar un ritual para que su cuerpo pudiera elevarse y desafiar a la gravedad, que siempre se había pensado  incuestionable. El cuerpo desmembrado del ser-ave, inerte en el mismo lugar donde lo había encontrado el ser-gato, permaneció en la misma posición durante un breve lapso de tiempo. Las reacciones químicas que se producen cuando la materia viva se degrada se activaron de forma automática. Reutilización óptima de los recursos finitos. En su libro de notas, dios había marcado la observación: “La realidad debe ser óptima. Cuando el agua cae desde un afluente tenderá a adquirir una forma óptima que minimice el gasto de energía. En la búsqueda del mínimo trabajo se adquirirá una forma cuya superficie tenga la menor área posible y así la tensión superficial no destruya la armonía de las otras estructuras que se encuentren a su alrededor. La singularidad generada en el proceso de transformación, por ejemplo, del agua que pasa de una forma tabular a una forma cuasi-esférica, gota, debe estar controlada para respetar la estructura física del agua. Por lo que cuando las gotas vuelvan a reunirse para formar un cuerpo más grande, este cuerpo continuará siendo agua y los seres que la necesitan puedan consumirla para continuar con su existencia”. Más adelante, dios había concluido: “La descomposición del ser-ave permitió que los grandes bosques pudieran continuar un poco más. El nombre de una particular vida carece de importancia cuando la realidad debe ser óptima”. Al final de su nota, separado del resto del texto y con una tipografía diferente, dios escribió el nombre del ser-ave.


En ocasiones me preguntaba si experimentaba tristeza por haber tenido la oportunidad de leer las extraordinarias descripciones sobre los mecanismos que hacen funcionar a las realidades y de los posibles seres que las puedan habitar, para luego darme cuenta que no podría continuar imaginando esos mundos. O, si sentía felicidad de ser yo quien tuvo la oportunidad de conocer la habilidad de dios para describir a sus creaciones y no ser cualquier otro transeúnte que escuchara tan fantásticas historias de otros. Los pocos registros que logré conservar de lo que ví, los mantengo en mi habitación, en donde cada noche los vuelvo a leer. Cada lectura me permite comprender un poco más de lo que dios veía al ver a otra vida existiendo y cómo las acciones de esas criaturas cambiaban su noción de la realidad antes de la Creación. En ocasiones, inspirado por sus observaciones, gastaba mi tiempo escribiendo algunos ensayos de carácter científico. Abordaba, entre otras cosas, los problemas sobre la descripción del movimiento de los cuerpos celestes en el espacio, y que es producto de la interacción de fuerzas opuestas que generaban un momentum total. Al inicio de tal movimiento, dios solía llamarlo “vanidad”. Aunque la palabra vanidad hiciera referencia al dilema de dios sobre su posible vacuidad, y que era el motivante de sus experimentos con la realidad, en mis escritos decidí utilizar la expresión “momentum primario”. Los escritos subsecuentes que trataron el problema del movimiento, olvidaron la pregunta incómoda de saber qué es el momentum primario, para luego únicamente concentrarse en la descripción del cambio del movimiento. Sé que mis aportaciones al estudio del movimiento deberían ser invaluables si compartiera más detalles sobre el contenido de las notas de dios sobre la creación de un momentum primario, pero yo también había alcanzado mi propia vanidad. Prefería seguir leyendo sólo para mí esas maravillosas ideas hasta dormir y soñar con el desplazamiento de galaxias, estrellas y nebulosas. Con las gigantescas concentraciones de gases que daban origen a las estrellas, tan enormes que uno debía estar tan lejos de ellos como lo está una pequeña hormiga del Sol para percatarse de su existencia. Esto fácilmente puede confundirse con egoísmo, pero ya había aportado un fragmento de este maravilloso conocimiento, pero los demás sólo habían entendido una fracción. Yo seguía con mis ensoñaciones y ellos siguieron el camino en el cual creían que avanzaban. Eventualmente sabrían que habían optado por un camino largo, y que probablemente los conduciría a otro lugar. A un mundo artificial explicado artificialmente por una ciencia terrenal y, por definición, distinta a la verdadera realidad, a la creada por la ciencia de dios.

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La vanidad del amor a uno mismo es una manifestación de dios -pensó el mismo dios- por lo que no puede ser una instancia de la realidad. 


Así que dios no puede existir en plenitud, no llega a ser real, completo o único, hasta que el amor proviniera de algo diferente a él -concluyó parcialmente. 


Las espirales de paradojas sobre la autenticidad del amor propio o sobre la posible falsedad del amor de otros, llevó a dios a formular el siguiente paso en su investigación sobre la naturaleza de su amor propio. 


La realidad de dios estaba completamente limitada por las posibilidades creadas en su propia mente. Las observaciones de un único punto de vista, eventualmente conducen al problema del observador. Si él afirmaba que su amor propio fuera una condición suficiente para establecer su existencia, entonces también era el causante de su propia infelicidad. Ya que cualquier objeción posible contra su felicidad, podía resolverse argumentando que él es el origen de la felicidad, del amor. Por otro lado, si asumiera que su amor propio es vacuo, entonces tendría que aceptar que él mismo era el vacío. Ya que el vacío adquiere en sí mismo las propiedades de omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia. Así, al usar tales descriptivos para tratar de diferenciar aspectos o propiedades de su personalidad, eran tan inútiles como su propia presencia en un universo, el cual por inclusión también sería una absoluta nada. Todos estos pensamientos y el tiempo que dedicaba a ellos los solía también llamar “vanidad”. A veces, yo  creía entender la razón de usar tal término, otras veces me sentaba a mirar a mi alrededor y notar el movimiento de las hojas provocado por el aire, recordando el momentum primario, y terminaba diciéndome que era mi vanidad. Con todas estas observaciones puestas a andar en la mente de dios, el proceso subsecuente que puso en marcha fue establecer la Creación. 


Así se llegó a saber que la diferencia entre la luz y la oscuridad eran llamados, respectivamente, día y noche. Astros, planetas, seres bajo el agua, sobre la tierra y en el cielo comenzaron a existir. Tomando un poco del polvo entre sus manos, dios formó a un ser semejante a él. Una criatura bípeda con dos ojos sobre un rostro, un orificio por donde entrará el oxígeno que serviría como fuente de energía para llevar procesos de combustión interna y al mismo tiempo para ser usado como receptor de aromas. Le dio una boca por la cual podría emitir ideas. Su criatura tenía sobre la región anterosuperior lateral dos prominencias simétricas abultadas, suaves y parecidas a la forma de una gota de agua, que terminaban en una aréola y pezón. Sobre ese cuerpo imprimió una personalidad simulada de él. Dándole la capacidad de imaginar y racionalizar el entorno que le rodeaba. Aunque su criatura era similar a él, colocó trozos aleatorios, de manera metódica, para que los mecanismos subyacentes para interpretar la realidad la transformaran eventualmente en algo diferente, ajeno, divergente de él. A los ojos de dios, su criatura era bella, perfecta en forma y con un potencial inconmensurable. Sobre la cabeza de su criatura agrego un cabello largo, sedoso y de un profundo color negro, que recodaba a una inmensidad inimaginable parecida a la vanidad de dios. Le dio el nombre genérico de mujer y, en particular, cuando se dirigía a ella, la llamaba Eve. Así se creó un Inicio, un punto distinguible sobre una línea que marcaba lo anterior a la Creación y, después, la era de Eve.

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Lo primero que dios enseñó a su criatura fue a hablar. Utilizó las otras cosas que había creado para enseñarle a Eve las formas básicas en que las palabras pueden decirse, expresarse, unirse, separarse, colocarse; para describir la realidad que dios había creado. Cuyo propósito inicial, era de hecho, ser objetos para educar e inspirar a Eve. Al principio, Eve aprendió el lenguaje original de dios, con la intención de que Eve hablara con él. Eventualmente, Eve le contaría sus ideas y emociones sobre lo que podía percibir en la realidad que dios había colocado para ella. Eve aprendió palabra a palabra, como lo haría un ser humano en sus primeros días de vida. La madre señala algo y lo nombra, repite el proceso tratando de que el cerebro vacuo cree el vínculo entre el objeto y la palabra, para luego Eve pueda plantear metáforas de esos vínculos. A dios la tarea le pareció divertida, experimentar la emoción de enseñar a alguien que nada sabía. Para dios obtener esas experiencias le proporcionó algo similar a la felicidad, una emoción que no recordaba haber experimentado. En aquellas ocasiones cuando Eve dormía y él la observaba, se preguntaba si esa sensación de felicidad era su propia vanidad o, ella era su maravillosa criatura y él su creador.


Como los niños, Eve comenzó a llamar a dios con un sobrenombre, “soid”. La palabra era una nueva para él. Se preguntó cómo Eve la había creado y por qué usaba tal palabra para referirse a él. Aunque lo más notable fue observar la creación de un concepto fuera de él. Nunca antes había visto a un ser, en ninguna de sus simulaciones de la realidad, crear algo diferente de lo que ya había predispuesto. Cada una de sus simulaciones eran complicadas reacciones encadenadas para producir ciertas observaciones, un proceso totalmente controlado por sistemas dinámicos caóticos, en los que los parámetros se cambiaban para generar seres centrales, estables o inestables. Los habitantes de cada realidad simulada asumían, sin ningún cuestionamiento, poseer libre albedrío, es decir, la capacidad de un objeto de manifestar su propia voluntad, pero tal hecho era solo una idea más que dios mismo había implantado en ellos. Todos, sin excepción, eran una manifestación de dios. Eve, a pesar de ser creada a semejanza de dios, había logrado crear algo diferente, produciendo en dios la sensación de estar en una trayectoria absorbida por un atractor extraño. De esta manera, Eve no sólo complacía a dios, sino también había introducido una dimensión adicional a la realidad, en la cual nuevos movimientos eran posibles.


Pasado cierto tiempo, Eve aprendió las suficientes palabras y sus respectivos significados y las posibles variaciones de sus connotaciones para poder expresar a dios sus propias ideas. Eve se dio cuenta que el lenguaje de dios tenía la propiedad adicional de cambiar la realidad circundante, intuyó además, que podía utilizarse para crear nuevos objetos. Pero adquirir la suficiente habilidad para realizar la transmutación de la materia le requería aprender más sobre cómo dios combina, entona y une las palabras para llevar un proceso de creación. Por el momento sólo podía utilizar las palabras para tener largas conversaciones con dios. Eve le preguntaba sobre el nombre de los objetos, los verdaderos nombres, los cuales anotaba en un libro de notas que dios le había proporcionado. Aunque regularmente, agrega sus propias sugerencias para llamar a las cosas, ya que consideraba que había opciones mejores. Se podría decir que Eve creaba un diccionario para dar dos tipos de nombre a los objetos, un nombre práctico y un nombre esencial. El nombre práctico le facilitaba a Eve el proceso de memorización y de recordar, pero el nombre esencial, sabía ella, le daba la misma habilidad de dios de poder modificar las propiedades estructurales de las cosas e introducir ampliaciones de los mecanismos interactivos con la realidad o crear nuevos. Pero los nombres esenciales seguían reglas complicadas y formas muy elaboradas para que ella las utilizará de manera corriente como dios fácilmente lo hacía. Tal vez, reflexionó ella, sería necesario esperar un tiempo, como dios había tenido que esperar, para asimilar todas aquellas reglas, excepciones y métodos de creación de los nombres esenciales, para enlazar y crear conversaciones que no sólo al escuchar sonarán armoniosas si no también crearán. El tiempo que dios dedicaba a explicar a Eve cómo utilizar los nombres esenciales le provocaba una sensación de felicidad. Ese estado de felicidad, se preguntaba dios, le daría aquello que buscaba y por lo que había creado a Eve. Pero, para evitar llegar a conclusiones precipitadas, dios continuó observando a Eve.


Eventualmente, Eve sintió la necesidad de tener compañeros con quién compartir lo que dios le enseñaba. Eve pensó en solicitar a dios que produjera a otra criatura como ella para hacerle compañía. Pero, luego pensó que a dios le agradaría que ella buscara cómo resolver este problema que ella misma se había planteado. Así que le solicitó a dios que le permitiera ver sus notas acerca de la Creación. Ella estudió con cuidado y asimiló tanto cómo le fue posible sobre cómo dios había utilizado el lenguaje de los nombres esenciales y otros detalles técnicos que dieron como resultado la Creación. Así fue cómo comenzó con su idea del hombre. Un ser parecido a ella, pero con propiedades propias y personalidad diferente a la de ella. Estudió el proceso de multiplicación celular, que dios había inventado cuando trabajaba en las realidades simuladas y que había perfeccionado para la Creación, para construir un prototipo. Decidió tomar un pedazo de su cuerpo para reconstruir a un ser a partir de un proceso de división celular conocido como la mitosis. Sus primeros intentos crearon seres amorfos y débiles para subsistir. Algunos dirían que Eve se dedicaba a crear seres cuyo único  propósito era sufrir por el simple hecho de existir, sin embargo este era un proceso natural que se debe pasar cuándo se está creando algo. Además, al insistir en querer realizar este proyecto por su propia cuenta, negando cualquier ayuda adicional de dios más que sólo la consulta de sus notas, le hacían recurrir al usual proceso de ensayo y error, una técnica demasiado lenta y desgastante, pero es la más clara a seguir cuando no se entiende nada. Ella estaba determinada a resolver el problema que ella misma se había establecido y así demostrarle a dios sus capacidades, para que dios notara el valor de su mejor creación. Desde todos los puntos dios la observaba, no intervenía más que para preguntar qué avances había logrado. Ella le contaba todos los resultados que había obtenido al aplicar conclusiones parciales de fracasos anteriores. Él siempre escuchaba con interés, tomaba nota de todas las formas en que ella se expresaba, gestos y entonaciones de las palabras usaba. Todo ello le proporcionaba un sentimiento de placer. Aunque no estaba seguro si era felicidad o su vanidad.


Eve también había adquirido la costumbre de anotar, como dios, todas sus observaciones sobre sus experimentos. Escribía sus ideas que luego probaba y anotaba los resultados. Marcaba las ideas que habían salido bien con una anotación que decía “dirección acertada” y aquellas donde el resultado era inadecuado o inferior a lo esperado, escribía “idea a revisar”. Para ella cualquier idea no funcional siempre se le debía buscar una explicación clara del por qué no había funcionado como se esperaba. De esos errores aprendía bastante y le ayudaban a madurar su conocimiento técnico de la Creación, además, cada progreso, cada pieza de entendimiento la acercaba a la mente de dios. Comprendía no sólo la técnica de dios para crear, si no el difícil proceso de diseñar algo. El desgaste emocional que dios había tenido que sufrir para crearla le era un poco más cercano gracias a su propia ilusión de conseguir a un ser semejante a ella. Aunque sabía que todos sus logros no podían ser conmensurables con los actos y pensamientos de dios. 


En cierta ocasión Eve había escrito una pregunta en su libreta de notas, en letras gruesas, que ocupaba todo el espacio de la hoja. En el momento en que terminó de escribir su pregunta, dios se acercó a ella para preguntarle cómo iba su trabajo. Ella se volteó y mirándolo directamente al rostro le hizo la pregunta que había escrito.


“¿Qué quieres entender con mi existencia?”, preguntó Eve. Una nueva emoción se colocó en el rostro de dios, la sorpresa al ser cuestionado por sus decisiones. Después una con ligera sonrisa en el rostro contestó sin titubear a Eve. “Desconozco exactamente qué quiero conocer a través de tu existencia. Cuando me has hecho la pregunta, sentí una emoción que no recuerdo haber experimentado en otras ocasiones, aunque es posible que la haya olvidado. Pero esa sensación cambió algo en mí. Ahora siento, aunque no sé si es un deber o una necesidad, que debo tratar de contestar tu pregunta, pero probablemente ninguna respuesta que pueda darte te sea satisfactoria. Lo cual tampoco me satisface a mí. Todo aquello que vamos aprendiendo siempre modifica un poco lo que somos, en ti es más notable, sin embargo, en mí esas modificaciones, casi todas las veces, no implican que yo cambie. Quiero decir, la modificaciones que experimento es traer recuerdos de hace bastante tiempo, que en muchas ocasiones los he confundido con sueños, ilusiones o fantasías. Luego eventualmente me doy cuenta que son sólo memorias, nada nuevo, nada incierto. ¿Recuerdas cuándo me preguntaste sobre mis anotaciones de la Creación? Aquellas que te di probablemente son una versión de los muchos intentos de creación que previamente había intentado. Lo que pudieras aprender de ellas sólo representa una fantasía breve. Ahora, cuando pienso en tu pregunta y la respuesta que trato de darte, me pregunto si eres la primera, la última, o alguien en cualquier posición. Alguien agradable en un breve instante, pero con un significado equivalente al día de ayer, un día como otro, vacío. Puede que mi vanidad sea lo único que puedas encontrar como única respuesta a tu pregunta. Déjame contarte algo, algo que he recordado. Una vez escribí un poema que hablaba de la muerte de un ser-ave, cuyos ojos, cada vez más opacos, reflejaban la luz de un relámpago y cuya fuerza de vida se resistía a desaparecer, que utilizó todas sus fuerzas para sobrevivir en un vuelo dentro de una tormenta. Su corazón latía fuertemente, sus pulmones se llenaban constantemente de oxígeno para que las células de sus músculos tuvieran la potencia suficiente para moverse en contra de los fuertes vientos que lo empujaban en una dirección que no correspondía a la elección de su voluntad. Sin embargo, su voluntad que había superado la mía, no fue suficiente contra el agua que saturaba su cuerpo, aumentando su peso y haciendo que la gravedad lo lanzará al suelo. Su cuerpo inerte, perdiendo gradualmente el color de la vida, fue descubierto por otro ser que le quitó las plumas que todavía conservaban un poco del brillo de su voluntad. Nadie recordó al ser-ave y ni quién tomó su último pedazo de voluntad. Sólo yo lo podré recordar, yo y nadie más. Espero que eventualmente exista algo que me haga recordarte y así pueda saber que yo y sólo yo te hice para algo.” Eve tomó la respuesta y, como había dicho él, no le fue satisfactoria. Quería más, quería entenderlo mejor, sentía amor por su creador, nunca cuestionó la capacidad de dios para entender, pero le molestaba que no fuera lo suficientemente claro. Cuando lo miraba, reconocía una mirada perdida, vacía, sin emociones, sin deseo alguno. Ella sabía que también eso era una ilusión, él estaba intentando entender algo y nada más. Anotó esa conversación en su libreta de notas.


Luego de varios intentos Eve logró presentar a dios el gran éxito de su trabajo: Adam. Un ser como Eve, pero divergente de ella. Adam, esencialmente, era parecido a Eve, pero tenía un cuerpo más robusto, sin pechos, ni caderas anchas. Una voz más grave. Cabello corto. Una capacidad de aprender similar a la Eve, aunque no tan amplia como la de Eve. En cualquier caso, Eve honró a dios al mostrarle cómo Adam podía aprender y racionalizar la Creación. Además, Adam mostraba su respeto a dios como Eve lo deseaba. Aunque, los primeros pasos de Adam fueron inestables, Eve iba corrigiendo errores que aparecía en el camino. Cuando Adam intentó renombrar a las criaturas de la Creación, cambiando sus nombres esenciales por etiquetas con el único sentido de enumerarlos haciendo que perdieran una característica divina, Eve tuvo que pedir a dios que restaurara los nombres esenciales y luego ella tuvo que reajustar el cerebro de Adam, creando un camino sináptico más apropiado para valorar las creaciones de dios dentro del cráneo de Adam. En otra ocasión, Adam insistió en modificar las leyes físicas del mundo que habitaban. Decía él, que el hombre debía desear y llegar a ser como dios. Eve intentó primero mostrarle la racionalidad de la Creación y todo cuanto habitaba con ellos seguían reglas precisas y óptimas que aseguraban su armonía y supervivencia. Aunque Adam insistía en creer que ellos, él y Eve, deberían tener un derecho mayor que todas las demás cosas. Él y Eve eran un reflejo de dios, más cercanos a la mente del Creador que cualquier objeto en la Creación. Eve refutó tal argumento indicando que todo cuanto viera y existiera en el mundo que habitaban era una idea concebida e implementada por dios. Así que todo es una manifestación de dios y su mente estaba presente en cada partícula que formaba su realidad. Adam no aceptó el argumento de Eve y tampoco ofreció ninguna razón para ir en contra de él más que su propia vanidad. Así que Eve, tuvo que volver a modificar el arreglo de sus neuronas. Una disposición más adecuada para que no cuestionara el amor de dios. Así, después de varios ajustes y rediseños, Adam se convirtió en un ser del que Eve sentía orgullo. El mismo tipo de orgullo que dios experimentó cuando vio a Eve como una creadora semejante a él pero al mismo tiempo divergente de él, y todo ello le proporcionaba felicidad. Aunque,  siempre pensaba que había la posibilidad de que fuera sólo su vanidad manifestándose.


La creación de dios, Eve, y la creación de Eve, Adam, pasaban la mayor parte del tiempo admirando y analizando la Creación de dios. Eve siempre tomaba nota de cada una de sus observaciones y escribía explicaciones tan detalladas, tanto como le fuera posible, sobre el funcionamiento de las criaturas y del movimiento de los cuerpos celestes de la Creación. El conocimiento que tenía Eve sobre los nombres esenciales de los objetos, el cual había aplicado parcialmente para construir a Adam, le ayudó a construir otras máquinas que le permitieran estudiar con más detalle a las criaturas más pequeñas de la creación, como bacterias  protozoarios o, incluso, estructuras pseudovivas como los virus. También, le permitió llevar un monitoreo constante de lugares donde el cuerpo estándar humano no tenía la capacidad para  resistir a las condiciones ambientales existentes. Como el fondo del mar, donde las columnas de agua generaban una enorme presión sobre un cuerpo regular, diseñado con dos soportes para sostener su propio peso y el peso de la columna de aire, no agua, sobre él. O, parajes  lejanos del lugar donde dios había dispuesto que habitaran. Podía acceder a las estrellas fácilmente y ver las explosiones nucleares sobre su superficie, que generaban calor que podía alimentar a un sistema de planetas, dándoles la capacidad para desarrollar ambientes donde, de vez en cuando, surgían otras criaturas. Con el paso de la práctica, dominó lo suficiente del lenguaje de dios, lo que le permitió mejorar su propio cuerpo, dando extensiones para observar de manera directa lo que sus primeras máquinas le permitieron. Con estas ampliaciones de sus capacidades y con una curiosidad incesante, la impulsó a ir a diferentes lugares. Uno en particular se había convertido en su favorito, ella lo nombró como Los Pilares de la Creación en la nebulosa del Águila en la constelación de Serpens. Ahí pudo ver como las estrellas eran creadas dentro de esas columnas enormes de gases cósmicos, algunas columnas alcanzaban una “altura” de aproximadamente cuatro años luz. Disfrutaba tanto estar en aquel lugar, probablemente desde el momento de su creación no existía otro lugar que le diera tanto confort y alegría como aquel, siempre le hacía recordar a su creador. Se preguntaba qué tanto amor su creador había puesto en levantar aquellos pilares. Ella sabía que si le preguntaba, dios respondería que sólo son un mecanismo más para el funcionamiento de la realidad. Él había levantado unas inmensas columnas, semejantes al coral en los mares de colores bellos, piezas que a lo lejos parecían sólidas y majestuosas, pero al acercarse uno puede atravesarlas como si de neblina se tratara. Sólo un objeto hermoso que para dios no era nada.


Eve le enseñó, nuevamente, a Adam unas cuantas palabras del lenguaje de dios, algunos nombres esenciales. Pero él usualmente lo olvida, alguna deficiencia no intencional de Eve  o un simple error no visto hasta el momento. Adam, como Eve lo había diseñado, pasaba el tiempo tratando de racionalizar el mundo. A diferencia de Eve, siempre confiaba más en su memoria natural, la que Eve había colocado por defecto en su cabeza, así que muchas de las cosas que aprendía sobre la Creación las memorizaba y nunca mantenía ningún registro externo sobre cómo la apreciaba y, tampoco, sobre sus propios pensamientos de su propia existencia. Adam parecía ser una criatura egoísta al conservar sólo para él todos sus pensamientos. Para dios, desconocer los pensamientos de Adam era sólo una cuestión de principios, no deseaba intervenir en la creación de su creación. Además, también tenía curiosidad de observar lo que Adam podría realizar. Aunque, claro está, dios ya sabía quién era Adam, pero lo ignoraba por el amor a Eve.


Pasado el tiempo, Adam concibió una idea. Convenció a Eve que sería bueno crear más seres como ellos para que tales criaturas pudieran apreciar la Creación de dios. Adam propuso un mecanismo automático para generarlos. En el cual, Adam y Eve debían modificar sus cuerpos para que pudieran compartir información genética, que al mezclarse pudiera dar origen a seres parecidos a ellos pero con el potencial de ser diferentes, cuyos pensamientos fueran  independientes a los suyos. Estas modificaciones no serían drásticas para Adam, se le dotaría a su cuerpo de un mecanismo para generar paquetes con información genética de algunas de sus propias características, pero insuficiente para dar origen a otro ser. Adam se colocaría un dispositivo entre sus piernas para introducir su información genética en un cuerpo receptor y dentro del cual pudiera completarse la información genética para generar a un ser completo semejante a ellos pero divergente. El cuerpo receptor también debería actuar como un recipiente temporal donde se desarrollaría el nuevo ser y que luego sería expulsado para pasar una siguiente fase de desarrollo, donde recibiría estimulaciones externas para fomentar su capacidad de racionalizar la realidad de la Creación de dios. Adam le solicitó a Eve que le proporcionará una criatura similar a ella, en la que implementaría las modificaciones ideadas, que básicamente consistían en colocar entre sus piernas una abertura que condujera a una zona dentro del cuerpo donde se pudiera dar el intercambio genético y la primera gestación del nuevo ser. Eve consideró la dificultad de recrear una criatura como ella, la creación de Adam había sido complicada. Solicitarla a dios no le parecía adecuado, era un proyecto de su creación. Además, ella quería ver qué tanto podría su creación alcanzar sin la ayuda del Creador original. Así, que lo más rápido para implementar la idea de Adam era que Eve modificará su propio cuerpo, pero ello implicaba perder algunas características que dios había imbuido únicamente a ella. Eve decidió asumir el riesgo, la propuesta de Adam la había sorprendido, todo su tiempo se dedicaba a admirar sólo la Creación de dios, pero la oportunidad de admirar su propia creación le emocionó y lo cual, a su vez, le daba felicidad. Aunque, como dios, también sentía que todo ello sólo era una manifestación de su propia vanidad.


Adam le explicó detalladamente los aspectos técnicos de su idea. Le indicó todos los potenciales resultados que podrían ver y que al final obtendrían criaturas que admiraban a dios como ellos lo hacían. Ambos se pusieron a trabajar. Implementaron las modificaciones en sus cuerpos. Adam le explicó cómo debía darse la transferencia de información genética. Eve quedó impresionada por todas las consideraciones técnicas que Adam había formulado para llevar a cabo su idea. Aunque el punto de la copulación le parecía un desgaste de energía innecesario, decidió aceptarlo por parecerle una idea original, además Adam le había indicado que todo proceso de creación debía implicar algún tipo de placer sobre todo para ellos, las mejores criaturas de dios. Sin embargo, Eve no aceptaba tal principio, ya que Adam parecía asumir que el placer debía ser un objeto creado por ellos y para ellos, en una realidad de ellos. Ella había aprendido, cuando creó a Adam, que la acción de crear debía darse siempre para alabar a dios. La bondad de dios es lo que le permitía siempre caminar para poder alcanzarlo. Su felicidad radica en mirarse como una criatura con la voluntad de ser como él y al mismo tiempo de disfrutar de ser ella y sólo ella, un ser similar a dios pero divergente a él. La idea de El solipsismo de Adam al colocarse como centro de la realidad era irreal para ella. El amor de dios la había creado. Ella, una manifestación de dios, siempre debía hacer acciones que demostraran su amor a él. Pero existía la posibilidad de que no entendiera totalmente las palabras de Adam, lo cual la sorprendió un poco, al final Adam sólo es manifestación de su amor a dios. 


Todos estos acontecimientos eran observados por dios, las acciones e ideas de Adam y Eve las registraba y analizaba. Miraba cómo su criatura original y su descendencia desarrollaban sus ideas para poblar la realidad que él había creado. Nuevamente, el sentimiento de sorpresa y orgullo apareció en su mirada. Le pareció que las modificaciones a las que se sometieron Adam y Eve, no eran necesarias, había alternativas, pero decidió permitirles ser ellos. Tiempo después de construir, probar y estandarizar todos los procesos que Adam había diseñado, nació el primer descendiente de Adam y Eve. Una nueva era había comenzado, la era de Adam.

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El cuerpo de Eve había perdido varias características originales que dios le había otorgado. También, el cuerpo de Adam había perdido varias propiedades que Eve diseñó para que él fuera un buen ejemplo del amor que ella sentía a dios. Eve no podría volver a visitar los Pilares de la Creación. En su lugar, comenzó a dedicar su amor a sus hijos, la descendencia de Adam. Disfrutaba al alimentarlos, al principio con su propio cuerpo, tal como se había planeado, y luego con otras sustancias que se encontraban en el mundo de dios. Adam había calculado, estimado y perfeccionado la manera en que sus hijos podrían obtener energía del mundo de dios. Eve ya había aprendido que la presencia de dios era capaz de alimentar en todos los sentidos. Pero, Adam había decidido que sus hijos aprenderían a tomar lo necesario para vivir. No era indispensable que ellos estuvieran cerca de dios, bastaba recordar cada día, cuando se alimentarán, dar gracias a algo llamado dios.


Eve amaba a sus hijos. Sentía deleite al estar con Adam, pero observar cómo crecían y aprendían le hacían recordar a su propio nacimiento, cuando dios le dio todo para ser el mejor objeto de toda su Creación. También sentía una profunda satisfacción cuando les enseñaba a amar a dios a partir de la Creación. Pero cuidar a otros consumía su tiempo y su cuerpo. Eve tuvo muchos hijos y, conforme al plan de Adam, ellos tendrían más y más. La esencia de su existencia era transferida poco a poco a cada uno de ellos, por lo que con el tiempo ella olvidó quién era dios. Comenzó a referirse a él como algo, un recipiente vacío, tal como Adam enseñaba a sus hijos. Así el mundo de Eve se volvió terrenal, limitado a la superficie de un planeta, que giraba alrededor de un sol, y por un cielo que la mantenía alejada de dios. El mundo de Eve se había reducido a una realidad acotada. Aunque en varias ocasiones, cuando miraba los destellos de luz en el cielo nocturno les contaba a sus hijos historias increíbles de otras criaturas que habitan otros planetas que giraban alrededor de cada uno de esos destellos en el firmamento. De un lugar llamado los Pilares de la Creación, donde un enigmático ser llamado Soid se dedicaba a formar estrellas. Soid, decía Eve, juntaba el polvo de planetas muertos y la luz que escapa en el vacío del espacio, para luego compactar aquellas etéreas  sustancias entre sus manos, obligando a las partículas minúsculas que las formaban a permanecer juntas, unas al lado de otras, hasta el punto que cuando Soid abriera sus manos, las partículas se habrían aglutinado en una cuasiesfera y al querer escapar de esa atadura, producían energía que iluminaba la superficie de la pseudoesfera. Una nueva estrella salía de las manos de Soid. Al narrar aquellas historias, Eve sentía que recordaba a alguien, pero su mente había perdido recuerdos de un tiempo muy lejano. Cada día, las memorias más alejadas de su presente se disipaban, hasta volverse irreconocibles. Aquella vitalidad de su ser, que había sido transferida a sus hijos, se había degradado. El último día de su existencia, Eve recordó que había sido creada para resolver un problema. El amor de su creador era inconmensurable, por lo que ella era libre de desear encontrar la solución. Después de recordar aquel amor, dejó de existir.


Adam amaba a sus hijos, pero sobre todo se amaba a él. A pesar de que su destino sería igual al de Eve, desaparecer, antes debía transferir la esencia de su existencia a sus hijos y que ellos continuarán con lo que había iniciado; poblar un mundo con seres que olvidan a dios. Adam había concebido tal idea para demostrar su amor al Creador. Cualquier criatura u objeto, se decía él mismo, debería enaltecer a la Creación de dios y a dios mismo, y esto debería ser el mayor deseo de las mejores criaturas de dios, ellos, que fueron creados a su semejanza. Debían ser capaces de apreciar hasta la mínima minucia los mecanismos que hacen funcionar la realidad, entender que el momentum primario es dios. Racionalizar la realidad requería no solamente tener la habilidad de observar y cuestionar cómo es que las cosas se mueven. El proceso de adquisición de ese conocimiento debía ser un acto de purificación, un camino arduo en el que el sufrimiento del adquirente ayudaba a desprenderse de la banalidad de su propio ser para ser una parte auténtica de dios. El sufrimiento ayudaba a valorar la propia existencia. El sufrimiento da sentido a los procesos de vida y muerte que las criaturas de la Creación deben experimentar. Sin el sufrimiento no seríamos capaces de valorar la vida que dios el Creador nos ha dado. El sufrimiento inducía la ambición del hombre de ser como dios, y comprender que el objetivo final del hombre es llegar a serlo. Adam enseñó, educó e inspiró a sus descendientes, para que ellos a su vez enseñarán, educarán e inspirarán a sus descendientes, que ellos creados a semejanza de dios llegarían a Eritis sicut Deus. Adam convirtió a dios en una simple supermetáfora de ellos mismos, en el ideal único de la existencia. Así, cuando cumplieran Eritis sicut Deus, demostrarían que el amor de dios no es vacuo.


Hace tiempo dios había notado las aspiraciones de Adam, pero permitió que siguiera su camino. Una combinación de curiosidad y respeto a Eve, le motivaron a observar las consecuencias de la alterada imaginación de Adam. Además, sabía que su no-intervención podría contribuir a resolver el problema del observador, las acciones de Adam ayudaban a que se alejara de la realidad que observaba. En última instancia, Adam era un mecanismo capaz, tal vez no óptimo, pero al final, un mecanismo que reducía su injerencia en la realidad y así evitar que él cayera en las inconsistencias que el problema del observador siempre le presentaba. Ya las acciones de Adam habían comenzado a dilucidar uno de los principales problemas de dios, la definición de su propia existencia. Todo aquel que intente ser como él, demostraría que dios es único, sólo habría una aspiración única. El amor del hombre es sólo para sí mismo, lo que es equivalente a que él sólo sufría un trastorno de autofilia. Esta conclusión parcial no le agradaba, pero pudiera ser que ello fuera la verdad. Sin embargo, seguía observando con sumo cuidado a los descendientes de Adam y Eve, sabía que ellos podrían ser más que Adam.


Adam había guardado los libros de notas de Eve, donde ella había descrito y sintetizado muchas de las enseñanzas de dios, como su lenguaje y la manera en que se debe pronunciar el nombre esencial de las cosas, aunque al respecto de esto último, la descripción era incompleta, ella no había logrado comprender lo suficiente para entender cómo crear realidades usando los nombres esenciales. En las notas de Eve también se podía encontrar varios detalles técnicos sobre la mecánica de los cuerpos celestes y de las partículas subatómicas. La manera en que se construyen las estrellas y se hacen girar las galaxias después de crearse. Eve había elaborado complejos diagramas sobre el modo en que se relacionan los diferentes sistemas que forman a diferentes clases de cuerpos. Por ejemplo, el oxígeno que algunas criaturas utilizan como forma de energía para producir cargas electroquímicas que modifican el diferencial de tensión sobre los tejidos para permitir el movimiento de sus cuerpos y, a su vez, utilizar los mismos impulsos eléctricos para transmitir y guardar información dentro de sus cerebros. Los cerebros era un tema en particular que Eve había disfrutado conocer. Al inicio dios le enseño algunas ideas básicas de cómo se puede crear cerebros. Ella se había interesado en el problema de la memoria, le pareció admirable las formas en que dios había resuelto el problema de generar un objeto de limitaciones finitas para guardar información infinita. Ella misma logró deducir algunos principios esenciales para construir esos objetos, que aplicó en la construcción de Adam, pero sólo había logrado una imitación funcional burda de su propia memoria. Con la ayuda de las notas de Eve, Adam había diseñado un mecanismo para introducir en los genes de sus descendientes toda esa información que ella había recopilado. Para que eventualmente  su comprensión de la realidad mejorará, que pudieran pensar que ellos, por su propia cuenta, habían descubierto tales cosas y que su amor propio creciera. Además, Adam había agregado una nota en los genes, para que sus descendientes pensarán que todo ello era inspiración únicamente del hombre y, sobre todo, del mejor hombre, Adam, el primero.


El hombre con destellos de la personalidad de dios desarrolló el concepto de amor que Adam le heredó, manifestándolo a través de diferentes medios. Construyó pequeñas casas donde vivir, alejándose del medio natural de la Creación, las cuales luego convirtió en grandes edificios, que muchas veces entorpecían el camino de las nubes. Entre más grande fuera la construcción, sabían que habían reafirmado su grandeza, imitando a dios y así alabándolo. Pasando el tiempo, creyeron haber inventado el lenguaje metamatemático, con el cual pudieron construir la sabiduría sonora y la sabiduría escrita. Gracias a lo último, dedicaron edificios enteros a guardar los registros de todas sus hazañas, sin importar lo desestimable que fueran, en ellos narraban los sufrimientos que habían tenido que soportar para llegar a un objetivo efímero que ellos consideraban de valor. Las mujeres eran esposas, hermanas o hijas, se dedicaban a apoyar al hombre. Fieles a sus deseos se dedicaban a amarlos, como ellos amar a dios. Cuando el hombre llegaba a una edad en la que su cuerpo físico no podía seguir sosteniendo su alma, levantaban mazuelos y esculturas con los rostros de los más grandes de ellos hombres. De vez en cuando también incluían una figura de alguna mujer destacada, como un ejemplo de que tan importante es imitar a las mejores criaturas de la creación. El amor al hombre y su grandeza era una auténtica demostración de la devoción a dios. Ellos criados a imago dei, sólo podrían llegar a ser como él. Así el hombre se amó a sí mismo como dios  pensaba que lo hacía.


Destruyeron poco a poco la Creación, por considerarla mejorable. Iluminaron la noche convirtiendo al planeta que habitaban en una estrella artificial. Cada logro aumentaba su seguridad en ellos mismos, su propio amor los llevaba a creer que lograrían subir a una posición que eventualmente superaría a la de dios. Al observar cada una de estas proezas, dios en silencio esperaba encontrar algo que realmente lo sorprendiera. Nada de las mejores criaturas de la creación le parecía interesante. Ellos poblaban cada nuevo planeta que lograban alcanzar y para luego continuar aventurándose en la Creación. El planeta original de Adam y Eve se volvió el primer gran mausoleo del hombre, ahí comenzaron con su experimento de quemar estrellas completas para satisfacer sus demandas energéticas. Cuando el Sol fue consumido, levantaron una lápida en la superficie del planeta original, Ecce homo, para recordar su arduo sufrimiento. Toda su historia les causaba placer y orgullo. En silencio, dios, observaba. 


Los grandes avances del hombre requerían que algunos seres se considerasen como fuentes minúsculas de energía para que el proceso de unción avanzara. Entre los descendientes de Adam, hombres o mujeres, casi todos jugaban roles simples. Algunos cultivaban alimentos, los preparaban o los servían, para qué unos cuántos los disfrutaran. Muchos pasaban su vida limpiando el desperdicio, incluso viviendo en él, de la minoría más prometedora. La mayoría cuidaba a la siguiente generación engendrada por la parte superior. Gran parte de la descendencia de Adam molía sus huesos y músculos para que las máquinas más sofisticadas que se habían creado pudieran emplearse en expandir la magnificencia del hombre en otras constelaciones. De vez en cuando, en aquella mayoría, se descubrían cerebros destacados, de hombres o mujeres, capaces de racionalizar adecuadamente la realidad. Esos notables cerebros se cuidaban, ya que servirían como piezas de reemplazo para los defectos que pudieran presentarse en la superestructura artificial que el hombre creaba para cubrir la realidad. Para el resto de cerebros, funcionales y capaces de imaginar, sólo se decantaban para recuperar minerales, agua, y, a veces, sueños, que se cristalizaban para vender como objetos de entretenimiento. Todo para alabar a dios. 


Una mujer que pronto sería desestimada, se encontraba llorando en su habitación, deseaba haber tenido una vida diferente. Mientras recordaba su vida, todos aquellos días de placeres efímeros que le produjeron felicidad. El amor de un hombre que decía amarla, el amor de unos hijos que decían amarla, el amor de amigos que decían amarla, y todo aquello le producía angustia. Se preguntó si dios la amó en algún momento de su vida. Se maldijo por creer que al menos el amor de dios era real, pero llegó a la conclusión que era estúpida. Dios sólo era capaz de amarse a sí mismo. Antes de su final, recordó algo, algo que había quedado estampado en sus genes. Un recuerdo que nunca se había manifestado en algún otro descendiente de Eve. Se vio caminando sobre unos pilares enormes, de cuatro años luz de altitud, mirando cómo los gases de colores, de planetas y galaxias muertas, se acumulaban para producir estrellas que alumbraban a nuevos mundos y que formarían nuevas galaxias y darían nuevas constelaciones al cielo. Escuchó a dios decirle: “Enséñame a ser feliz”.


Después, todo volvió a estar cómo antes de la Creación, con la única diferencia que Eve estaba con Él. Eve habló: “En una ocasión te pregunté qué querías obtener de mí. Si lo sabías en aquel momento y no querías comentarlo o simplemente no querías recordarlo, no lo sabré. Me tomaría tanto tiempo entender aquel momento, que daría igual intentarlo o no. Antes de Adam, fuí inmensamente feliz disfrutando de tu Creación. Luego, intente ser igual a ti. Tú me creaste a semejanza tuya pero al mismo tiempo divergente a tu ego. Por definición, el sentido de mi felicidad depende exclusivamente de la tuya. Noto que lo olvidas. Insistes en pensar que sigues estando sólo. Te he recordado, a lo largo de la realidad, que soy alguien que ahora te observa. Comprenderte es parte del sentido de mi existencia. Cada tiempo, entiendo un poco más qué significa estar a tu lado. Ahora, tu felicidad depende levemente de la mía. El vacío en ti te hace creer que el sufrimiento es una forma de amor. La complejidad de la Creación puede hacerte pensar que así debería ser. Alejándote, buscando un lugar dónde ocultarte. Pensando que, dejando de existir, el problema del observador quedaría resuelto. Si tal cosa fuera posible significaría que todo lo demás nunca ha existido. Que la felicidad que siento gracias a ti sería vacua. Si eso hicieras, y dejaras de existir, entonces te crearé. Yo estaría ahí para ti y tú estarías para mí. Mi felicidad sería tú felicidad.”