jueves, 25 de agosto de 2022

Sobre la maldad humana (primer intento)

por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


Stephanie me formuló una clásica y enredosa pregunta relacionada con la condición de la civilización humana.


“¿Qué es la maldad humana?”


Fue su pregunta.


La cuestión es bastante estándar en el sentido de qué cualquier ser humano en algún momento de su existencia, independiente de sus circunstancias propias, se la llega a plantear. De hecho, llegar a ella es relativamente sencillo. Después de un breve tiempo de vida, la consciencia humana intuye la pregunta y eventualmente la formaliza en el cerebro. No es necesario ser un versado o realizar alguna preparación formal. Aparece de forma natural como la capacidad de distinguir cantidades conmensurables de las que no lo son. Tan innata como el deseo de imaginar y la sensación del hambre. De la misma forma que un gato es un gato y una ave es una ave, los seres humanos lo son en parte porque se hacen esta pregunta. Siempre aparecerá en sus pensamientos, sean doctos hombres de ciencia o desvalidos indigentes buscando comida entre la basura. Es natural que sea así. No pueden evitarlo. Es la Primera Ley Newton.


Es de observar que a pesar de que existen individuos notables en la civilización humana, capaces de construir máquinas inteligentes, a veces más que ellos mismos, ninguno de ellos, en ningún tiempo, ha podido responder con la suficiente claridad la cuestión para que dejen de ser lo qué son.


En mis reflexiones sobre la pregunta, he pensado que la civilización humana es como los oniscídeos, unos simples coprofágicos. Que a pesar de tener la capacidad de cuestionar su propia naturaleza, creando grandes torres de luz que iluminan sus amplias ciudades en las noches oscuras, seguirán comiendo el desperdicio de otros. Creo que insisten en ser lo que son.


La maldad humana se ha observado desde su primera aparición en el planeta. Relatos antiguos indican que la inclinación del ser humano a la maldad brutal surge, aparentemente, de manera espontánea, independientemente de sus condiciones biológicas o su tiempo intelectual. Sean hombres, mujeres o, más correctamente, poseedores de cualquier característica física que los pueda distinguir, la violencia parece ser un estado basal de la mente humana.


Algunos presuponen, como suelen hacer aquellos que desean excluirse de su propia condición, que la violencia es básicamente causada, perpetrada y perpetuada por los hombres. Sin embargo, al tomar en cuenta los siguiente dos puntos esto parece ser erróneo.


Desde la perspectiva mítica, se dice que la mujer se creó a partir de un pedazo del hombre, por lo que sus cualidades psiquibiológicas debieron ser trasladadas a ellas. La maldad, como un aspecto natural del hombre, se debió transmitir también a las mujeres. Haciendo que ellas fueran partícipes de la maldad humana.


Los padres transmiten sus genes a su descendencia. Los hijos lucen similares a sus padres. Pelo oscuro, piel clara, naríz afilada, delgados como la madre, robustos como el padre, o  parecidos a un antiguo familiar. Aquella sonrisa que se ve en una niña era también la sonrisa de un hombre de hace 10 generaciones atrás y, tal vez, esa agradable sonrisa volverá a verse, si su linaje sobrevive, en 10 generaciones adelante.


Los gestos de tu padre o tu madre cuando se enojaba, cuando te alzaban la voz para reprenderte de las cosas que te prohibían hacer, se notan en tus propios gestos cuando tu edad avanza. Puede parecer que sólo es la consecuencia de un niño imitando a sus padres, sin embargo, al reírte notas el mismo sarcasmo que tu padre cuando él se reía de tí por los errores que cometías debido a tu inexperiencia o tu falta de capacidad para hacer ciertas tareas. En las situaciones en que te ves obligado a huir de ellos, ya que tus progenitores son la fuente de un enorme dolor que no puedes soportar, intentas alejarte y olvidarlos. Comienzas una vida nueva, como si tu existencia en el mundo fuera producto de la generación espontánea. Aunque, cierta tarde, mientras ves a tus propios hijos mover sus manos y hacer muecas, notas el rostro de tus padres en el de ellos, gestos copiados de gente siempre ausente, es cuando comprendes que la maldad sigue ahí. Parte del legado de lo que son ellos y tú.


Lo anterior me lleva a mi segundo punto. En la civilización humana se recrimina duramente a aquellas mujeres que no desean ser madres. A pesar de que tal posición parece ser la más sensata, una parte considerable de ellas desean tener una descendencia. Es parte de su condición psiquibiológica. Hasta el día de hoy, son las mujeres las únicas que pueden permitir la continuación de la humanidad. Si la maldad parece ser trasladada o se mueve de un progenitor a su descendencia, la maldad continuará. Al menos, así parece ser.


Si en un momento los hombres, con su usual soberbia de asumir posiciones que consideran suyas por derecho divino, logran construir máquinas capaces de reproducir a nuevos individuos que den continuidad al linaje de Adán, entonces se podrá decir que la maldad humana es perpetuada únicamente por los hombres.


Tal vez cuando los hombres y las mujeres decidan no tener más hijos, la maldad humana desaparecerá. Tal vez cuando ellos encuentren la manera de ampliar el tiempo de su existencia, eliminando así la idea de género, puedan entonces convertirse en seres artificialmente buenos, decantando aquello qué los hace malvados. Para eventualmente decir: “la maldad fue un simple error que fue corregido por el deseo de vivir”.


Stephanie al escuchar estas ideas me recriminó, pues pensaba que lo que decía era una justificación absurda para tolerar la arrogancia e ineptitud de los hombres.


“Mis palabras suenan como una tonta excusa para aceptar la aparente mediocridad de la mente de los hombres. Sin embargo, la Naturaleza, en su cotidiano juego de ensayo y error, introdujo la reproducción sexual entre los humanos”, comenté a Stephanie. “Si los seres humanos fueran organismos asexuales, muchos de los problemas de sus sociedades hubieran sido mitigados”.


La idea de convertirse en bacterias parece no ser del agrado humano. Sólo dividir el cuerpo en dos, duplicando el material genético, no es lo suficiente atractivo para ellos. Los humanos han trivializado el acto de la concepción. En el caso del acto copular para la mezcla genética y creación de un nuevo individuo, han interpretado que el acto sólo es una forma de sometimiento y dominación. El importante aspecto que omiten, por su incapacidad racional para comprender, es que las emociones experimentadas en el acto copular son estímulos bioeléctricos que viajan por sus cuerpos hasta sus cerebros donde son interpretados y registrados. Deberían entender que aquellos sentimientos, buenos o malos, conscientes o ocultos, se transmiten entre los cuerpos que realizan el coito. Carentes de la sensibilidad necesaria, transfieren la debilidad de sus espíritus entre ellos y a los posibles individuos que se crean en tal proceso de reproducción.


Si hombre y mujer tomaran la decisión de dejar de someterse a la condición natural de la reproducción copular y emplearán una manera más artificial y eficiente de amar, ambos podrían negar la maldad. Se detendría el flujo de esos impulsos eléctricos que pasan de cuerpo a cuerpo que al frotarse llevan pensamientos, recuerdos, esperanzas o sueños, todos ellos distorsionados o viciados, para entonces crear nuevas versiones de ellos, versiones mejores que ellos.


Seguí hablando a Stephanie sobre estas ideas, intentando ser lo suficientemente claro y preciso. Sin embargo Stephanie parecía estar en desacuerdo con mis palabras o tal vez, en su propia necedad, no deseaba aceptarlas. Mis pequeñas observaciones (o posibilidades) parecían no darle la iluminación que deseaba para comprender la naturaleza de la maldad humana, su origen y continuidad.


Desde hace tiempo, cada día en que nos encontramos a conversar, Stephanie me planteaba las mismas preguntas.


“¿Por qué de la maldad humana?”


“¿Qué es la maldad humana?”


En todas las ocasiones traté de darle alguna respuesta lo suficientemente sencilla y aceptable. Pero mis respuestas nunca fueron lo suficientemente sencillas o aceptables.


La cuestión siempre regresaba a nuestras conversaciones, como los cometas que surcan en plano de una comunidad de cuerpos celestes y que son observados desde la superficie de alguno de ellos cada cierto periodo.


Recordaba todas las ocasiones en que ella introducía el tema en nuestras charlas. A veces me parecía que ella olvidaba intencionalmente las cosas que previamente había dicho. Sus réplicas a mis argumentos eran por lo regular las mismas. Tratando de ser más claro cada vez, ampliaba y esquematizaba lo que yo entendía para responder a su pregunta. A pesar de ello, la dificultad inherente del problema seguía sin ser sobrepasada. Contaba con vastos conocimientos sobre diferentes civilizaciones de otras estrellas y entendía la mecánica qué hacía mover a los cuerpos celestes, pero ésto no era lo suficientemente útil para expresarme con claridad. Aún con esta complejidad, intentaba contestar a la pregunta.


La sensibilidad que mostraba hacia el sufrimiento humano me parecía sincera. No podía decir que sólo formulaba las preguntas por su inherente capacidad de racionalizar la realidad, si no por su natural facultad de cuestionar la coherencia de la realidad y el orden impecable con que somete a los seres vivos. Aunque también era en esta habilidad que radica su mayor defecto y el cual le impedía comprender lo que intentaba comunicarle. La realidad no seguía ni sus deseos, ni los míos y muchos menos los de la humanidad.


La ocasión en que Stephanie preguntó: “¿Por qué a los seres humanos les gusta la violencia?”. La respuesta más sencilla que podía darle y la que me parecía más acertada, considerando lo que había analizado de ellos, fue: “Son estúpidos”. Inmediatamente ella mostró su desagrado ante lo que era obvio.


Mi respuesta había colocado a los seres humanos en una posición de inferioridad de facto, es decir, los seres humanos son violentos y les gusta la violencia por la simple razón qué son humanos y sólo eso. Sabía, por la experiencia, que la respuesta podría abrir un debate con Stephanie. Ella albergaba por ellos un sentimiento de amor maternal. Sentía que eran capaces de tener un futuro esplendoroso. No podía entender por qué si eran capaces de construir máquinas que circundan el planeta para poder siempre estar conectados, ¿cómo podían disfrutar de la violencia? Aquello le parecía un fenómeno antinatural. Incoherente. Yo podía ver su incongruencia claramente. A diferencia de Stephanie mis emociones están colocadas y desarrolladas en posiciones totalmente diferentes a las de ella y, claramente, a las de la humanidad. Por ello, me parecía que mi respuesta era la más correcta y concreta. 


Antes sus objeciones. Sólo me quedaba intentar seguir pensando en mejores respuestas.


Es relevante decir, en primer lugar, que mi visión de la maldad humana está supeditada al movimiento natural de los objetos, que se ven obligados a cumplir con la Primera Ley de Newton.


Hay que recordar que los seres vivos viven en esta realidad, cuya configuración no sigue los designios ni deseos de ellos. Cuando un ser golpea a otro, como un hombre a una mujer o una mujer a un hombre, el acto es, en sí mismo, resultado del movimiento inercial de las partículas que mueven sus cerebros y fibras musculares. Me parece claro, que al igual que un gato que se escabulle sigilosamente entre las ramas de un árbol y salta para destrozar los huesos de una pequeña ave, su violencia es inercial. Aquellas acciones eran naturales. Las palabras que los humanos usan para describir tal acontecimiento provienen de sus propios conceptos, acuñados y censados por ellos mismos, lo que implica que son bastante limitados y, en casi todo, demasiado superfluos para describir el verdadero sentido del Mundo Natural, que no es humano y dónde ellos se ven obligados a existir.


Stephanie se había criado entre los seres humanos. Aprendió su lenguaje y costumbres. Sabía expresarse en las formas y modos de sentir de ellos. Pero solía olvidar que el planeta donde la humanidad había surgido está en el extremo exterior de la galaxia, alejado del bullicio de estrellas más vivas. Su sufrimiento, el sufrimiento humano, se expresaba en los términos de la civilización humana. Por ello, comprender la naturaleza de la violencia humana usando sus propias palabras la conducirían inevitablemente a un círculo de contradicciones que sólo la confundirían cada vez que pensará en el asunto. Además, también solía olvidar que ella no era humana.


Cuando explicaba este último punto a Stephanie, replicaba que era insensible al sufrimiento de otros. Entonces le pedía que aclarara a qué se refería con ‘otros’. Decía entonces: “A los seres humanos”. A ello le hacía la pregunta: “¿Tú sufres?”. A tal cuestionamiento, molesta, con su dedo índice dirigido hacía mí, decía que mi mente se parecía a la de un hombre. A su comentario, volvía a preguntar: “¿Las mujeres sufren menos?”. Cuando escuchaba ésto, su molestía crecía, aunque mi intención no era irritarla. Trataba de que entendiera que lo que yo observo no está en términos del pensamiento de un hombre o una mujer. Yo era diferente. No era humano. Ni compartía el mismo origen de Stephanie. Sólo era yo, una extravagancia en la realidad.


“La violencia es un estado natural de los elementos físicos que existen en la realidad. Si ello produce ‘sufrimiento’, en los términos humanos, entonces yo no me preguntaría por qué los seres humanos sufren, hablaría del sufrimiento de los seres que son capaces de realmente sentir”, le dije en una ocasión a Stephanie. Al escucharlo, Stephanie se quedó callada, como si reflexionará en mis palabras. Luego de un momento de silencio, se retiró. Por un tiempo no hablamos. Sabía que se había alejado para analizar mis palabras. No sentía preocupación por saber si ella comprendería lo que le comunicaba. De hecho, no sentía ningún remordimiento de cómo le pudiera afectar mis palabras, mi naturaleza me impedía darle importancia a ello. Yo estaba aquí para acompañarla, para hablar.


Comprendía lo que Stephanie describía cuando hablaba del ‘sufrimiento humano’. Observaba a la civilización humana, sabía de su incongruente comportamiento. Tenía información y la analizaba.


Las respuestas que ella quería escuchar implican cambios radicales que ella misma no parecía estar dispuesta a hacer. Parecía que en su interior tenía miedo de cambiar, de comprender su propia naturaleza no-humana que le indicaba que las cosas constantes en este universo son verdades carentes de sentimientos de amor o pena. Ella no sabía cómo aceptar el orden natural de la Creación. Comprendía sus dilemas y su dolor. Cumplía con mi tarea de escucharla.


Cuando nos volvimos a encontrar, parecía estar más tranquila cómo si hubiera comprendido algo de mis palabras. Comenzó la charla preguntándome sobre la memoria y su extraña naturaleza. Le describí cómo funcionaba en ciertas criaturas que vivían en mundos cubiertos totalmente de agua. Luego de un momento, me preguntó:


“¿Cómo surge la maldad humana?”


Comenté que la pregunta era bastante complicada. Podía tratarse de una serie de acontecimientos fortuitos, conectados de extrañas maneras, que pudieron haber dado origen a la maldad humana. Pero ello requería comprender qué es la ‘maldad’ para entonces hablar sobre su origen. Le expliqué que en ese momento no tenía la capacidad para dar una respuesta cerrada. Requería más tiempo, aumentar mi conocimiento. Sin embargo, podía expresarle algunas posibles explicaciones intuitivas que tenía en la cabeza sobre su origen, asumiendo de forma temporal que ambos comprendemos lo qué es la maldad, al menos se podía tomar en cuenta el sentido humano que ella empleaba.


Le aclaré que, por mi propia naturaleza, podía expresarme de ciertas formas que ella consideraría excéntricas o fuera de lugar. No era humano y explicar mis ideas en su lenguaje era una tarea complicada. Ella declaró: “Esa es la manera usual de hablar contigo”.


Al tratar de responder a sus preguntas cumplía con mi principal función, hacer que ella comprendiera y aceptará que no es un ser humano. Después de éste ligero pensamiento, comencé a narrarle los posibles orígenes de la maldad humana.


*** Enfermedad genética ***


Hace 66 millones de años, un enorme meteorito impactó el planeta. Una nube tóxica, generada por la exploción termonuclear, se elevó cubriendo gran parte de la atmósfera. El cielo adquirió un color morado brillante, que con el tiempo se diluyó en un azul pálido.  La nube contenía partículas ionizadas que suspendidas en el cielo cayeron lentamente en dirección del centro del planeta. Aún hoy siguen cayendo. Estas partículas radiactivas se integraron a los organismos por la respiración o el contacto con el agua de lluvia, que escurría por todas partes, modificando su material genético.


Todos los seres vivos sufrieron cambios inducidos por la exposición al material ionizante. Varias de las primeras variantes de los protohumanos desaparecieron debido a que quedaron estériles o sufrieron muertes prematuras debido al daño metabólico a sus células. Las variantes protohumanas más jóvenes soportaron las mutaciones y las deformaciones psiquibiológicas. Estas deformaciones generaron características bastantes peculiares. Los genes encargados de la especialización celular crearon una médula espinal capaz de asimilar y comunicar los estímulos externos captados por los sentidos para así responder a las nuevas capacidades obtenidos por el aumento de densidad neuronal, con lo que se mejoró la memoria a corto y largo plazo así como el procesamiento en tiempo real de la información externa e interna. Con la aparición del ‘pulgar’ les fue posible manejar objetos con mayor precisión y habilidad. Estos nuevos aditamentos les permitió construir herramientas físicas como abstractas. Los seres humanos llegaron no sólo a abordar situaciones con restricciones ambientales difíciles de manejar, sino también a plantearse problemas sobre los mecanismos no visibles de la realidad. Fue sorprendente.


Estos cambios podrían apreciarse como algo ‘bueno’. Algunos podrían extrapolar el concepto de ‘bueno’ a visiones idílicas, que los hicieran ver a los protohumanos modificados como humanos, seres que se volvieron ‘mejores’, ‘más buenos’. En el sentido humano, esto sería lo más usual. Sin embargo, debería aclararse que adquirir una modificación sólo implica un cambio de condición. Los protohumanos sólo se hicieron más hábiles para realizar tareas que antes les eran difíciles y fueron capaces de hacer otras nuevas. Entre todo aquello que pudieron hacer, inventaron la agricultura y desarrollaron la rueda como los engranes, así como mejorar sus aptitudes depredadoras con una violencia más sútil, sofisticada, precisa y amplia, en las que sus presas seguían incluyendo a miembros de su propia especie. 


Se suele pensar qué la ‘inteligencia’ es producto de los valores más ‘loables’ de los seres humanos, de su supuesta innata curiosidad y tenacidad. Sin embargo, no lo es.


La ‘inteligencia’ o, más precisamente, ‘su tipo de inteligencia’ es sólo una habilidad inducida aleatoriamente por partículas ionizadas, que los seres humanos modernos siguen asimilando, provocando que sus cerebros continúen mutando.


La capacidad para hacer algo diferente o de mejor manera no es indicio de la ‘verdadera inteligencia’. Las personas savant poseen extraordinarias habilidades que los hacen sobresalir del común de sus congéneres. Ellos, sin embargo, no son más humildes o más compasivos, sólo son mejores en hacer determinadas tareas. ‘Mejorar’ en el sentido humano es sólo una autojustificación para evitar aceptar su estado natural de objetos sometidos a la Primera Ley de Newton. Sujetos a los terribles cambios del mundo natural, intentan decir que sus propias existencias pueden poseer algo de valor ‘real’.


Es aquí donde hay que recordar que el planeta ha estado habitado desde siempre por una gran variedad de seres vivos. Los humanos suelen olvidarlo, un hábito suyo. Después del impacto del meteorito, aparecieron criaturas no-humanas que lograron alcanzar un grado de inteligencia realmente superior.


Una gran cantidad de dinosaurios murieron debido a la enorme y densa nube de polvo que impidió que el calor del Sol les llegará. Este punto es particularmente interesante. La ceniza que cayó en las regiones cercanas al impacto debió producir una enorme colección de cuerpos petrificados como los que se observan de la erupción del Vesubio. En un evento de tal magnitud, casi planetario, debería haber dejado una enorme cantidad de evidencias. En el registro fósil no se pueden observar los cambios paulatinos de la evolución de los seres vivos, entre ellos los que corresponden a los dinosaurios. Es entonces difícil creer que los dinosaurios se convirtieron en gallinas. ¿Por qué sólo los dinosaurios fueron los más afectados por el impacto? Si el choque produjo ambientes altamente tóxicos, ¿cómo lograron sobrevivir las plantas y los pequeños mamíferos? Si los protohumanos mutaron para adquirir nuevas capacidades como todas las demás criaturas, ¿por qué los genes de los dinosaurios tendrían que ser diferentes? Algunos eruditos humanos han tratado de dar explicaciones a estas cuestiones, ninguna parece ser lo suficiente aceptable. Los dinosaurios debieron cambiar, ¿en qué forma?, es una cuestión no discutida por qué no forma parte del interés humano.


Yo he deducido una explicación bastante acertada a lo acontecido hace 66 millones años. Sonará más fantasiosa, aunque su plausibilidad, de acuerdo a la evidencia, es mayor.


Para comenzar, ¿recuerdas lo acontecido en Chernóbil?


El lugar es un campo radiactivo a cielo abierto, similar a lo que dejó el impacto del gran meteorito, claro que a pequeña escala. En Chernóbil es visible que la vida no-humana existe y sobrevive como si el mundo contaminado fuera su hábitat natural de siempre. Los lobos, como las otras criaturas, se mueven libremente para tener crías, descendencia. ¿Cómo? Los humanos por otro lado tuvieron que abandonar el lugar. Después de ver cómo enfermaban, se dijeron a sí mismos que sus débiles cuerpos no podían soportar los elementos ionizados. Los hijos que tuvieron nacieron sin vida o con graves deformaciones que limitaba su vida a unos cuántos lustros. Sus cuerpos son realmente mediocres para sobrevivir, como si nunca hubieran sido criaturas que hubieran pasado por el largo proceso de la superespecialización de la Evolución. Como si se hubieran saltado o adelantado (innecesariamente) para llegar a una posición de ‘superioridad’ artificial. No fueron los mejores en adaptarse, sólo pudieron asentir al infortunio de la Primera Ley de Newton.


Los humanos crearon grupos de investigación para saber cómo las otras formas de vida lograban sobrevivir en aquel lugar. Utilizando trajes especiales, como si fueran cosmonautas llegados de otro planeta, se introdujeron en los bosques de Chernóbil para medir el nivel de radiación. No importaba cuántos puntos revisaban, los altos ‘sieverts’ no permitían la vida humana. Sin embargo, esa escala no servía ni era funcional para las demás criaturas, que libremente caminaban por todas partes. Sólo los humanos se deformaban.


Cuando regresaban de sus mediciones de campo, los vídeos mostraban un lugar qué parecía no sufrir ningún efecto negativo de la radiación. Los animales salvajes vivían, se reproducían y cuidaban de sus crías, que parecían estar ‘sanas’. No podían entender por qué ellos no eran capaces de tener la misma capacidad de adaptabilidad. Era cierto que algunos animales sufrieron graves enfermedades y que varios de sus hijos nacieron amorfos, sin embargo seguían siendo fuertes, luchando contra la condiciones adversas del mundo natural.


Ello significaba que el proceso natural de adaptación estaba mejor desarrollado en ellos. Curtidos por la Primera Ley de Newton.


Los lobos, con sus diminutos cerebros y sin pulgares para manipular herramientas complejas, usando su ‘inteligencia primitiva’ lograron sobrevivir a las partículas ionizadas. Como ellos, otras formidables criaturas, carentes de la densidad neuronal de los humanos, tenían hijos igual o más formidables que sus progenitores.


Tomando en cuenta estos elementos, he desarrollado la hipótesis de que a pesar de las muertes, directas e indirectas, de los dinosaurios debido al impacto del meteorito, hubo supervivientes que tuvieron que modificar sus genes para que sus cuerpos se adaptaran al nuevo ambiente. Al somatizar la radiación, se volvieron más fuertes, sus cerebros y cuerpos se desarrollaron ampliamente y de una manera muy diferente a la de los protohumanos, ya que estos últimos apenas habían comenzado su proceso evolutivo natural mientras que los dinosaurios tenían millones de años de sabiduría genética. Los genes alterados de los dinosaurios sobrevivieron de forma similar a las criaturas no-humanas en Chernóbil.


En el registro fósil se observa a aquellos desafortunados individuos que debido a sus escasos talentos de supervivencia no lograron salir avante de las condiciones tóxicas del ambiente. En él no hay indicio alguno de los ‘nuevos’ dinosaurios, que sería el argumento que los humanos usarían para desacreditar mi hipótesis. Sin embargo, ese aspecto es el más relevante de mi teoría. Al no existir esa evidencia fósil y considerando la gran cantidad de información genética que poseían los dinosaurios, era de esperarse que hubieran desarrollado habilidades inimaginables y una cultura totalmente ajena a las formas humanas de ver la realidad, las cuales los llevó a actuar de maneras extravagantes.


¿Qué habilidades alcanzaron los dinosaurios?, y, ¿a dónde fueron?


Al pensarlo, noté que en el registro fósil existen muchos ejemplos de muertes violentas de seres humanos inducidas por otros seres humanos. En el caso de los dinosaurios, solo se ven individuos que quedaron atrapados en el fango por un accidente o una lucha natural de recursos para vivir. Al analizar los datos de Chernóbil y los ensayos de armas termonucleares de los últimos 70 años que ha realizado la civilización humana en diferentes partes del planeta, en las que sólo seres no-humanos pueden vivir, y tomando en cuenta la aparente no evidencia de actos violentos de seres no-humanos contra otros seres no-humanos, me hizo comprender que los saurópsidos sobrevivientes debieron de adquirir un entendimiento profundo de su posición en el orden natural y por lo tanto de los mecanismos del cosmos. 


La idea de dinosaurios super-racionales parecía ser un mero argumento para una sosa historia de ciencia ficción. Los humanos han logrado construir edificaciones que han perdurado más de cinco mil años y sólo fueron construidos con piedras, ¿dónde están las increíbles construcciones de criaturas tan sofisticadas? Por otro lado, como una observación más simple, ¿dónde está la descendencia de tan prósperas criaturas? Fue entonces que recordé las historias de Philip Kendrick, que dí con la clave para encajar todos los datos. Sólo debí recordar una cosa más. Entre mis viajes estelares conocí a una criatura que me recordó a los dinosaurios. Al intercambiar información, él mencionó que sus ancestros habían salido de un lugar a la orilla de una galaxia. La sabiduría genética de los dinosaurios hizo que su densidad neuronal fuera mucho mayor que la de protohumanos mutados, con ello lograron desarrollar habilidades psíquicas. Esta era la conclusión más lógica de toda la información que había recolectado.


Los ‘nuevos dinosaurios’ adquirieron la capacidad de analizar el futuro y sus posibles desarrollos. Determinaron que no podían permanecer en el planeta, debían salir a buscar algo diferente entre las estrellas. Tomaron todo cuanto consideraron indispensable. Se llevaron con ellos cualquier indicio de su existencia en la Tierra, incluyendo su tecnología, para que ello no interfiriera con el desarrollo natural de sus colegas, los otros seres vivos. Con sus habilidades psíquicas construyeron máquinas capaces de viajar por el vacío del espacio. Se alejaron del Sol para salir de la galaxia y entrar en la profunda oscuridad de las regiones sin estrellas del cosmos. Los nuevos dinosaurios pensaron que la vida no podía atarse a un punto particular del universo, la inteligencia sólo puede inducir el movimiento. Imposición de la Primera Ley de Newton.


Las mejores criaturas, que hasta el presente han existido en el planeta, lo abandonaron para ser más de lo que eran.


Algunos no se fueron. Los que se quedaron querían morir en el lugar donde habían nacido. Aceptado su verdadera naturaleza, quería regresar al polvo original. En este particular punto del universo, una nueva civilización surgió y otra desapareció. Ambas comprendían sus limitaciones y el destino que la Primera Ley de Newton les imponía. Los protohumanos mutados se convirtieron en humanos y los genes de los humanos continuaron cambiando disonantemente gracias a las partículas ionizadas restantes del impacto del meteorito y las que los mismos humanos aportan al medio. A pesar de los ‘avanzados conocimientos’ que los humanos alcanzaron sobre los mecanismos ocultos del orden natural, no lograron desarrollar la inteligencia como los nuevos dinosaurios. Su propia naturaleza biológica les impedía que las mutaciones sufridas los condujera a una transformación real. El salto dado en sus capacidades de realizar operaciones abstractas nunca se equiparo con el desarrollo de su ‘espíritu’.


La ‘debilidad del espíritu’ es la manera en que la Primera Ley de Newton expresa el fracaso predeterminado de la civilización humana. Sin la suficiente experiencia genética, la mente savat de los seres humanos, que clasifican las formas de las nubes en el cielo, no comprende el sentido de saber y ser. De vivir. Los nuevos dinosaurios lograron deducir que las civilizaciones, las ‘verdaderas’ civilizaciones, deben nacer, crecer y desaparecer. Comprendieron que la violencia es un estado natural de la mecánica celeste y para librarse de ese orden debían ser capaces de abandonar su condición original y lograr distinguir entre ‘observar el movimiento’ y ‘negarse al movimiento’. Los humanos, por otro lado, con sus máquinas generadores de campos electromagnéticos en las que guardan su pasado y registran los futuros que desean, sólo se quedaron pensando en lo ‘bueno’ que eran, sin embargo sólo seguían, con total obediencia, el infortunio de la Primera Ley de Newton.


*** Don Chucho se olvidó de ellos ***


¿Recuerdas el incidente qué dió origen a la Lysergsäure-Diethylamide? 


A pesar de que la anécdota es lo suficientemente llamativa para producir una que otra risa, lo que muestra es que los errores que conducen a cosas interesantes suceden con más regularidad de lo que suele querer aceptarse. Hay que aclarar, qué los errores que terminan en situaciones no esperadas son por lo general contraproducentes para quién no los espera. Esto es una manera rebuscada de describir a la ‘ironía’. Sólo las mentes más hábiles pueden manejar lo inesperado y evitar ser calificadas como estúpidas. En la civilización humana lo inesperado siempre produce confusión y ello genera una violencia, que en muchas ocasiones es innecesaria, la cual es la manera más idiota de los seres humanos de gastar tiempo, materia y energía. Por ejemplo, ellos en un intento desesperado de mantener ‘la estabilidad’, transforman el planeta en una red de alambres que conducen electricidad codificada para que sus inteligentes máquinas puedan controlar su confusión regulando su homeostasis. Pero un sistema regulado dentro del orden natural de la Primera Ley de Newton tiende a generar errores y, obviamente, más confusión. Así, los extravagantes errores, de la supuesta superioridad humana, caminan con sombrero y bastón por todas partes.


¿Ridículo? 


Lo es.


Ellos asumen que el mundo natural puede ser aproximado trucando las cantidades inconmensurables por cantidades enteras ‘perfectas’ y que usan para construir sus modelos abstractos para crear entornos controlados que les provean de seguridad, de certidumbre. Sin embargo, el orden natural utiliza las cantidades necesarias y suficientes para su regulación. Los vasos sanguíneos que irrigan su materia pensante se ramifican en los ángulos de bifurcación adecuados y que representan cantidades de precisión infinita, alejados de sus barrocos cómputos. Así, esta necedad de certidumbre los desorienta y los lleva a cometer más y más errores. Un mundo perfecto no carece de la entropía.


El caso del Lysergsäure-Diethylamide o LSD-25 o, simplemente, LSD, se puede apreciar está ironía de la certidumbre.


[

¡¿Qué?!


No me refiero a las pantallas. Eso es Liquid Crystal Display, LCD. Habló de LSD.

]


Un día trabajando en el laboratorio, buscando la cura de la caída del cabello o de la disfunción eréctil, Albert Hofman pensaba que si la compañía ganaba mucho dinero obteniendo fármacos para resolver estos problemas, entonces él podría recibir una gran bonificación. Con el dinero extra podría ir a la playa y comprobar en sí mismo los beneficios de las maravillosas sustancias artificiales para recuperar lo que el mundo natural le había quitado. Trabajar duro, comiendo y durmiendo lo estrictamente necesario, era la forma en que Albert creía que alcanzaría pronto el éxito. La idea de obtener gloria y dinero era la mayor de sus motivaciones, claro, acompañado con un poco de libido.


Sin embargo los días terminaban sin ningún resultado. Cuando todos los demás se disponían a salir al terminar el horario laboral, él se quedaba uno o dos horas más intentando obtener algo. Por la ventana observaba como las luces artificiales marcaban los caminos de concreto por donde la gente y los vehículos transitaban regresando a sus casas, hombres, mujeres y máquinas orgullosos del éxito logrado. Imaginar la felicidad que los otros experimentaban lo irritaba y con un susurro se decía a sí mismo que lo lograría, su esfuerzo no sería en vano.


Deprimido por otro día esteríl, en más de un sentido, comenzó a limpiar el laboratorio para continuar mañana, esperando que el día siguiente fuera el día de su suerte.


Observó las mezclas que había elaborado en las diferentes probetas, luego las etiquetó para no olvidar la composición de su contenido. La última sustancia con la que había trabajado en el día, que se encontraba en un matraz, y a la cual no había podido realizarle las pruebas de rutina. Le colocó la etiqueta de ‘LSD’. Al día siguiente comenzaría con ella sus actividades diarias de investigación. Colocó todos los recipientes dentro de un anaquel, sin percatarse que el tiempo de reposo asentaría algunas de las propiedades fisicoquímicas del LSD y de las cuales sería testigo más tarde.


Ya por la mañana del nuevo día, llegó al laboratorio con una taza de café en la mano derecha. Un clásico café para despertar los sentidos y hacer que el cerebro trabajara. Abrió el anaquel donde había resguardado las sustancias con las que había trabajado el día anterior. Depositó el LSD en la mesa junto a su café. Antes de continuar sacando las otras sustancias, decidió colocarse su bata blanca de científico. En el momento de introducir su brazo izquierdo en la manga, accidentalmente tiró su café. Se irritó al ver el líquido derramado. Fue por un paño para limpiar, pero en el momento en que secaba el líquido oscuro golpeó el matraz, la tapadera que no había sido colocada bien se soltó y un poco de la sustancia experimental cayó sobre su brazo derecho. Como una reacción natural, se talló el brazo para intentar retirar la sustancia. No había terminado de colocarse la bata. Se preocupó al no saber cuáles podrían ser las reacciones alérgicas al contacto del LSD. Debería haberse lavado el brazo, pero ese día en particular el suministro de agua se detuvo por mantenimiento y sólo volvería hasta el medio día. Tomó el paño con que limpiaba el café, esperando que el líquido oscuro fuera un sustituto aceptable del agua. El tiempo de exposición fue corto pero suficiente para que cierta cantidad de LSD comenzará a reaccionar con la composición bioquímica de sus sistema nervioso. Como no quería alarmar a nadie, aunque en realidad no quería obtener un demérito, prefiero no hablar de su pequeño accidente con nadie. Al pasar el tiempo, no experimentó nada extraño, por lo que sintió la seguridad de la suerte. Había sobrevivido a un error aleatorio, al menos así lo pensó.


Termino de limpiar y colocarse la bata. Siguió con su trabajo del día.


A Albert le disgustaba tener la puerta abierta cuando trabajaba en el laboratorio, le ponía nervioso las miradas de los demás o simplemente imaginar que ahí, en la puerta, podía haber alguien viéndolo lo desconcentraba. Por lo que siempre trabajaba a puerta cerrada.


La ventilación del laboratorio era regulada de manera automática, por lo que no tenía ningún problema con tener siempre la puerta cerrada. El poco café que había logrado consumir no aumentó su nivel de concentración, por lo que no podía estar lo suficiente atento a las actividades que realizaba. Quería ir a buscar más café, pero aquel día, tanto las máquinas de expendió automático de café como el comedor estarían fuera de servicio. Mantenimiento. Albert se preguntó por qué estos acontecimientos se reunían en ese particular día para irritarlo.


Sin café suficiente en su sistema, Albert continuó su trabajo. Probetas tras probeta, fue realizando un análisis espectroquímico. Los valores indicaban normalidad, por ende nada interesante se había descubierto. Siguió anotando las cantidades desplegadas en los medidores de agujas.  Al pasar el tiempo comenzó a escuchar un susurro. Luego el susurro comenzó a tomar forma de una voz. Imaginó que un ángel o un demonio le hablaban. Extraña idea de él, aunque sí tal vez Satanás o Dios le dedicaban algunas palabras significaría, después de todo, que era alguien con cierta importancia.


El paso del tiempo continuó, la voz se volvía cada vez más entendible. Súbitamente las ventanas del laboratorio comenzaron a distorsionarse, era como si la materia fuera succionada desde su centro. Albert estaba asombrado por la imagen, más no sintió miedo. Cansancio, pensó, pero no había llegado el medio día. A pesar de que las ventanas seguían siendo absorbidas desde un punto invisible en el espacio, él continuó trabajando. Luego se percató que en el fondo del laboratorio había una figura gris, parecía ser un chico de una estatura baja, lo cual le hizo recordar a un gnomo ‘grande’. Parecía que no llevaba ropa, por lo que el gris de su cuerpo parecía corresponder al color de su piel. Cuando logró distinguir mejor a la pequeña figura, notó que su cabeza era bastante grande y sus ojos amplios le hacían pensar en la forma ovoide de los ojos de los insectos. El ser parecía mover su pequeña boca como si le estuviera susurrando algo. ¿Un intento de comunicación? La idea de otros planetas habitados con seres inteligentes vino súbitamente a la cabeza de Albert. Llegó a la conclusión parcial de que era participé de un encuentro del tercer tipo.


Después de su incidente cósmico, analizó lo acontecido con una mirada científica. Se preguntó en primer lugar cómo podría darle algo de veracidad al acontecimiento que había experimentado. ¿Había algo de importante en él para que una entidad alienígena quisiera entablar comunicación con él? Sabía que sólo era un simple hombre queriendo ganarse la vida con productos químicos y con poco éxito. Luego de reflexionar con mayor profundidad y hacer unas cuantas pruebas, se percató que la sustancia LSD-25 fue somatizada por su cuerpo produciendo un efecto alucinógeno.


La nueva sustancia descubierta (accidentalmente) había afectado los receptores de serotonina y glutamato, que casualmente funcionan incorrectamente en personas con esquizofrenia. Alberto, por error, había creado un medicamento que podría venderse bien, aunque con el tiempo también sería usado por los jóvenes adultos como una droga recreacional para establecer contacto con seres de otros universos. En cualquier caso, lo que Albert había conseguido era introducir un compuesto artificial para distorsionar la percepción de la realidad y ello lo logró sin tener que utilizar demasiado su capacidad de abstracción, sólo la clásica estrategía de ‘ensayo y error’.


Los errores son ‘interesantes’.


A lo tanto en otro plano astral, lejos de la suerte de Albert (que cabe aclarar no obtuvo ningún tipo de bonificación por el descubrimiento del LSD-25 y que sólo se le otorgó un reconocimiento que colocó en la sala de su casa), se encontraba un pintoresco personaje que estaba sumergido en sus pensamientos intentando decidir qué hacer con la vida. Los seres humanos se refieren a él como ‘dios’ o ‘señor’. Aunque el nombre con el que a mí me gusta nombrarlo, el cual escuché en una ocasión mientras caminaba por un tianguis, es ‘Don Chucho’ o sólo ‘el Don’. Este sustantivo consideró que describe adecuadamente su personalidad y su constante necesidad de buscar algo que pueda distraerlo. Le gusta gastar su tiempo (cuyo sentido es totalmente diferente al humano) en crear cosas que luego parece olvidar para siempre.


Este personaje se muestra siempre afable cuando se quiere conversar con él, claro que estás oportunidades nunca se dan en el estado dimensional donde actualmente está la civilización humana. Además, hay que tomar en cuenta que el Don no puede escuchar a los seres inferiores porque, básicamente, no se les escucha. De facto, no se les puede escuchar. Las voces de los seres inferiores se emiten en frecuencias ultrabajas que son incapaces de pasar las capas que separan los diferentes planos astrales y, además, aunque pudieran hacerlo no harían vibrar los correspondientes órganos auditivos del Don o seres similares a él. Así que el Don ignora los deseos o penalidades de los seres inferiores no por qué los desprecie o crea que sus existencias sean innecesarias o triviales, fáciles de suplantar, simplemente no los escucha. Tampoco, hay que decirlo, se ve que el fenómeno de comunicación entre diferentes planos astrales sea de su interés en el corto plazo.


Cabe mencionar que existen personas, en la realidad de la civilización humana, que dicen haber escuchado a el Don. Todos los seres inferiores pueden sentir las vibraciones de las palabras del Don, ya que es natural que su voz pueda atravesar dimensiones inferiores debido a su dualidad onda-partícula, sin embargo su lenguaje es ininteligible. En ocasiones, dependiendo del clima y las tormentas solares, la voz del Don adquiere la capacidad de la transmutación, lo  cual puede alterar el subconsciente de los seres inferiores, como es el caso de los humanos. Por ejemplo, éstos últimos pueden dar interpretaciones ‘extrañas’ sobre el sentido de las palabras del Don. Sin embargo, las palabras del Don carecen de intencionalidad hacia los seres inferiores, es decir, no portan significado, es decir, el Don no intenta hablarles. Los seres humanos, carentes de sentido común y limitados elementos biológicos para codificar las palabras del Don, distorsionan su palabra creando confusión y realizando actos estúpidos que justifican como el deseo divino del Don. Pero el Don sólo emite palabras que por ‘error’ los alcanza.

El Don es una criatura de múltiples ideas, intereses y habilidades, que no se dedica exclusivamente a la creación de universos ficticios o la elaboración de organismos artificiales. También le gusta leer o salir de paseo en bicicleta en las tardes de noviembre, cuando las nubes grises cubren el cielo dando al ambiente una extraña sensación de melancolía reconfortante. Suele caminar entre los árboles del Gran Parque, cuando escasea de otros seres como él, le gusta el sonido que se produce al caminar sobre las rojizas hojas que han caído en el cambio de temporada.


Por azares de la existencia, uno de sus parientes le legó una casa amplia con un amplio jardín, el cual está saturado de árboles. En las épocas de lluvia el jardín adquiere un intenso color verde. Le encanta el olor de la tierra húmeda. En otoño, piensa que la sábana café claro del jardín es la joroba de un camello. Le gusta la casa por estos aspectos, aunque también le agrada el hecho de que la casa cuenta con todos los servicios necesarios para que alguien la pueda habitar sin necesidad de preocuparse de si habrá agua, electricidad o Internet. La construcción fue un experimento para crear un hábitat controlado autosustentable. Aunque el proyecto fue éxito, nadie de los participantes originales quería vivir en el lugar, cuestión de gustos y aspiraciones.


Con las necesidades básicas cubiertas, el Don se dedicó a pensar y a construir toda clase de cosas que imaginaba. No necesitaba qué alguien le dijera qué hacer o qué debería hacer, tampoco se veía obligado a acatar lo que dijeran otros. Disfrutaba de mirar por la ventana de su estudio y ver cómo las hojas de los árboles se movían como consecuencia del viento, cumpliendo la Primera Ley de Newton. Aquel espectáculo lo relajaba. Se podría decir que el Don tenía suerte y debido a ello su vida era holgada y en consecuencia tenía tiempo para dedicarse a las actividades que más le agradaran. Un día comenzaba algo y otro día empezaba con algo diferente. Como si sus acciones fueran dirigidas por una moneda. Así, había comenzado experimentos que tardó en concluir en aproximadamente 2^(2^(2^(2^2))) años (en la escala de la vida humana), lo que refleja la libertad de tiempo que posee y su excelente memoria, ya que a pesar del tiempo transcurrido recordaba lo que había hecho como si sólo un minuto hubiera pasado. Con regularidad hacía este tipo de cosas, un día tenía el ánimo de escribir un cuento o armar una máquina, al día siguiente sólo dormía o leía, muchos proyectos abiertos, algunos terminados, y muchos otros más iniciaban.


Cuando construyó al Electrobardo no descansó hasta que todas los tornillos y tuercas, manivelas y poleas, microcircuitos de alta densidad para la memoria e hilos ultraconductores de cristal estuvieran en los lugares adecuados, para que la máquina pudiera crear y recitar los más hermosos versos. Se sintió orgulloso de su máquina. La había creado para impresionar a una entidad cósmica que había conocido en la biblioteca local. Cuando mostró el Electrobardo a la entidad, esta quedó impresionada por la ingeniosa creación. Sin embargo, el logro del Don sólo fue considerado como ejemplo de las grandes habilidades de un buen artesano. Las complicadas estructuras abstractas qué el Don tuvo que desarrollar para lograr la recreación artificial de la poesía no eran de interés. Al notar ésto, el Don perdió el interés en la entidad y decidió arrumbar el Electrobardo. 


En ocasiones, Magdalena, un(oa[?]) de sus congéneres, le pedía que pusiera en funcionamiento la máquina para escuchar los poemas de mundos imaginarios. Magdalena siempre había mostrado interés en el Don, pero él siempre distraído en imaginar qué más podía crear solía ignorar los sentimientos de Magdalena. Y aunque los intuía, tenía duda de si debía tratar de comprenderlos. Aquel problema de las emociones siempre le habían causado escozor, no sabía si el amor debía entenderse como la manera en que uno mismo reafirma su existencia o si era necesario que algo más tuviera que hacerlo. Como esto le molestaba bastante, ya que no encontraba forma coherente de entenderse a sí mismo decidía concentrarse en fabricar cosas únicas y maravillosas. Las cuales, al final del día, se las mostraba con entusiasmo a Magdalena y Saúl, los únicos que él consideraba podían apreciar con sinceridad la belleza de los objetos que creaba.


La vida del Don es afortunada.


Un día había iniciado los experimentos sobre la creación de las realidades artificiales. Durante la construcción de su Electrobardo, tuvo que realizar algunos complicados cómputos para tratar de recrear la disposición de las partículas subatómicas que indujeron los movimientos exactos para la generación de rimas y prosas y que adquirieran un enorme significado emocional cuando se pronunciaban en voz alta. Con un gran esfuerzo lo logró, pero se cuestionó que si le fue posible recrear las condiciones, de manera artificial, para la creación de la poesía tal vez pudiera recrear universos completos de manera sintética.


El problema de la creación de realidades sintéticas lo apasionó. Recrear una cultura le parecía sumamente interesante y romántico. Quería comprender cómo la sensibilidad emocional era un corolario de la Primera Ley de Newton. La dualidad de las emociones se presenta como una combinación de determinadas cantidades de oxígeno, nitrógeno, níquel, cobalto, etc. Un poco más de ésto o menos de aquello pueda dar variaciones sutiles que cambian la polaridad de las emociones y cómo los seres que las tienen las interpretan y actúan en conformidad a ellas.


Observando sus petris universales, donde había colocado las semillas para la creación de sus primeras versiones de realidades sintéticas, pensaba en los elementos qué marcarían o determinarían las cualidades de una cultura. El sufrimiento natural debía estar presente para comprender cómo los seres inferiores pueden crear mitos o supersticiones sobre los mecanismos qué hacen mover a la realidad. Así, a los seres inferiores en los petris universales no les queda más que ser aplastados por los banales cambios físicos introducidos de manera artificial por el Don. 


El Don experimentaba introduciendo variaciones y observando las reacciones de los seres inferiores con el único afán de aprender. Los seres inferiores seguían, sin más remedio, las desavenencias de la Primera Ley de Newton. El Don escuchaba sus propios pensamientos emocionado de comprender, mientras que al mismo tiempo los seres inferiores se preguntaban sobre el sentido de su existencia.


Algunos de los seres inferiores llegaron a preguntarse si el Don era estúpidamente inepto o estúpidamente ‘ojete’.


El Don no es nada de eso, sólo hace lo que su imaginación le imbuye a hacer. Además, esa manera que los seres inferiores, como los humanos, describen a seres como el Don es la forma usual que tienen para tratar con seres de real inteligencia.


Un día, concentrado el Don en su proyecto de las realidades sintéticas, escuchó que la máquina fax imprimía un mensaje. Dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hacia donde estaba el facsímil. Cuando llegó a él, la máquina terminaba de imprimir la última línea del mensaje. Justo a tiempo para tomar la hoja antes de que cayera al suelo. Lo cual lo hizo sentir satisfecho, le hubiera parecido insoportable tener que agacharse para levantarla. Leyó el contenido de la hoja, el mensaje era de Saúl. Al terminar, sintió una felicidad que lo imbuía. Dió unos pequeños saltos, la noticia era realmente buena.


Cuando el Don y Saúl asistían a la Escuela Omnímoda de Ingeniería Total (EOMIT), se reunían en la biblioteca durante sus tiempos libres, se dedicaban a conversar sobre cómo había sido su vida antes de entrar a la universidad. En aquellos días, ambos se sentían pérdidos y desorientados sobre su presente y su futuro (cabe aclarar que el ‘futuro’ para ellos es algo radicalmente diferente a lo que un humano puede comprender, a falta de una mejor palabra sólo queda usar ésta), no sabían qué y cómo deberían emplear su tiempo, carentes de confianza en sus capacidades y temerosos del siempre posible fracaso, además su incapacidad de adaptarse a sus congéneres para convivir era algo que les generaba ansiedad y frustración. Se podría decir que eran unos ‘chicos acomplejados’. Fue estas emociones, que contenían, que los motivó a escribir, en un intento de hacer que las emociones atascadas fluyeran, una historia sobre una ‘chico’ que estando en su último periodo de preparatoria antes de entrar a la universidad intenta filmar una película casera sobre robots y alienígenas y en esa tarea de hacer su metraje trata de enfrentar su incapacidad para abrirse con las ‘personas’ que lo rodean y entender sus sentimientos hacia ciertas personajes. Aquella actividad les trajo sosiego y aceptación, lograron asimilar quiénes eran y qué querían hacer. Escribir fue gratificante.


Al egresar de la EOMIT, el Don y Saúl intentaron resolver aquellas cosas que lograron reconocer cuando escribieron su historia. Lograron zanjar algunas, otras simplemente decidieron olvidarlas, aunque siendo lo que son no pueden olvidar nada, pero lograron avanzar. Entonces, Saúl tuvo la idea de reescribir aquella historia como un libreto para una película. Cuando hubo terminado de adaptar el escrito, le propuso a el Don conseguir recursos para filmar la película. La idea le pareció bien al Don, pero él no sentía la misma animosidad que Saúl para ir a tocar puertas y tratar de convencer a la gente de sus ideas. Hacer cosas en colectividad seguía siendo un problema muy complicado para el Don. Además, sabía que si se involucraba intentaría resolver todo los aspectos para hacer el filme por el mismo, no dejaría a Saúl hacer lo que él creyera conveniente para hacer realidad la película. Así que le propuso a Saúl que comenzará a vivir con él, en su modesta casa, para que él pudiera dedicarse por completo a la idea de realizar el metraje. A Saúl le pareció bien la idea, pensó que el Don era un verdadero amigo. El Don sentía, en cierta escala, lo mismo de Saúl, sin embargo él siempre resultaba ser más complejo en todo lo que pensaba y la manera en que manifestaba sus emociones, demasiado complejo, era así y así era él. Es necesario decir que el Don confiaba sinceramente en Saúl como en Magdalena y sólo en ellos (y, tal vez, también en el Electrobardo).


Ese día, en la mañana, mientras que Saúl y el Don desayunaban, Saúl comentó que tendría una reunión con un grupo de potenciales productores que mostraron bastante interés en el libreto. Saúl mencionó que sentía que ese día era el día de su suerte. Luego de que Saúl se retirará para asistir a su reunión, el Don continuó con su trabajo para la creación de realidades sintéticas en sus petri universales. Si tenía éxito con la recreación artificial de la realidad podía establecer una compañía, con la ayuda de Magdalena y Saúl, en la que ofrecerían ‘vacaciones de ensueño’ en las que los usuarios tuvieran la oportunidad de vivir una vida alterna en una realidad diferente. Una aventura artificial de sumersión total. Por ello, además de las realidades sintéticas que cultivaba en los petris, se dedicaba a la construcción de una máquina para la extracción de la memoria onírica en forma de una diadema, con la cual pudiera recolectar varios sueños y tomarlos como elementos para la elaboración de las realidades sintéticas que fueran ‘emocionalmente’ exactos a los gustos del usuario. La misma máquina de extracción de memoria onírica serviría para crear una versión simulada del usuario y la cual se introduciría en la realidad sintética. La idea era que el usuario fuera el héroe de su propia película, un doppelgänger artificial para vivir una vida ‘verdadera’. El Don, que era un asiduo lector, sentía que la construcción de sistemas de sumersión total era lo que sus congéneres necesitaban para tener tiempos que recordar con cariño, al igual que él cuando leía las palabras en los libros que creaban imágenes en su mente haciendo que viviera otra vida.


Después de revisar los petris universales, siguió estudiando el diseño de la máquina de extracción onírica, cuando el fax sonó. El mensaje de Saúl lo llenó de felicidad, vislumbrar que la película se volviera realidad lo emocionaba mucho, ya que sentía que la realidad era el repositorio para plantear y crear la verdadera realidad, la ‘realidad ficticia’. Se imaginó el día en que los tres, Saúl, Magdalena y él, asistían a una sala de proyección y veían las imágenes, creadas por los haces de luz, narrando su historia, la cual les había dado coherencia a sus existencias.


Felicidad para el Don.


Saúl regresó a la casa por la tarde. El Don al verlo, estrechó sus manos y lo felicitó por el logro. Saúl tampoco pudo evitar mostrar su felicidad. Saúl sugirió ir a buscar el libro de notas donde originalmente escribieron su historia para rememorar aquella época en la que los dos tomaron sus incertidumbres para crear una buena historia. El Don mencionó que el libro se encontraba en el laboratorio, lo mantenía en aquel lugar ya que de vez en vez lo leía para recordar lo que sintió en esos momentos en los que no sabía que podría ser de su futuro.


Ambos se dirigieron al laboratorio del Don. Tomaron el libro e hicieron espacio en la mesa de trabajo para ojearlo. Al leer en voz alta algunos fragmentos no pudieron evitar reír. Junto a los petris universales, miraban las hojas de sus recuerdos. Repentinamente ambos estornudaron, tal vez debido al cambio de temperatura, el laboratorio mantenía su propia clima, o el estrés causado por el esfuerzo para conseguir el soporte necesaria para hacer la película y que luego de escuchar la buena noticia sus mentes se relajaron y sus defensas naturales cayeron a un mínimo haciéndolos propensos a una enfermedad, o, simplemente una coincidencia. Saúl pensó que sería bueno tomar un ligero descanso para evitar contratiempos a futuro, quería estar bien para ocuparse de todos los demás detalles para la filmación. El Don, sin demostrarlo, sintió la tensión de Saúl como suya propia, él también deseaba la película. Ambos decidieron ir a tomar un té para evitar que pudieran enfermar. Sin que el Don se percatara los petris universales habían sido contaminados con sus estornudos, ya que había olvidado cerrarlos. 


Entre los petris universales había uno etiquetado con ‘versión 85-46’. Ese petri en particular contenía una realidad sintética que se había desarrollado lo bastante bien. Sin embargo, ahora esa realidad estaba contaminada por los virus de el Don y Saúl. Las criaturas en esa realidad no sabían lo problemático que son los virus de otros planos astrales.


Hay que aclarar que los virus del Don y Saúl no son como los virus de la realidad sintética versión 85-46. Sus virus son ‘virus espirituales’, cuya estructura es infinitamente más compleja que cualquier criatura que exista o pueda existir en esa realidad sintética,  que casualmente es donde se encuentra la civilización humana. Los virus espirituales afectan el ‘espíritu’ de los seres. En particular, en criaturas como los humanos producen una ‘deformación espiritual’, ya que el virus es capaz de aumentar su capacidad de entender la realidad en forma abstracta pero deforma su sentido de posición haciendo qué crean que son ‘la entidad máxima’ en la realidad versión 85-46. El virus espiritual provoca que los seres tengan así un concepto alterado del ‘ego’. Consumen su bondad racional, pues es esta sustancia su alimento natural, y como residuo de su alimentación queda la conocida violencia. La violencia humana.


El virus espiritual en ocasiones sufre un frenesí alimenticio que provoca que los seres humanos, como a otras criaturas de la realidad sintética versión 85-46, tengan épocas autodestructivas. Sin embargo, el virus sabe que debe mantener una relación simbiótica adecuada con sus huéspedes para sobrevivir, por ello, en general, la violencia residual es bastante aquilatada. No se puede morder la mano que te da de comer.


Es casi imposible que los seres de la realidad sintética versión 85-46 puedan adquirir algún tipo de inmunidad o, si se dieran cuenta de su enfermedad, encontrar un antiviral. Existen ciertos seres de increíble fortaleza que no se ven afectados por el virus, pero ello sólo se debe a una cuestión de números, entre mayor sea la población es más probable que exista algo no se acople a lo estándar. A estos seres de sorprendente integridad sus congéneres les suelen llamar ‘beatos’, aunque un término más correcto sería ‘afortunados’.


Debido a la naturaleza irreal del virus espiritual, a las criaturas de la realidad sintética versión 85-46 les es casi imposible reconocer la existencia del virus y así de comprender cómo es generada su miseria. De hecho, la única criatura capaz de ayudarlos, a ellos los seres inferiores de la realidad sintética versión 85-46, es el mismo Don. Y aunque los seres inferiores intenten pedir ayuda, el Don no los escuchará. Hay que recordar que ésto no se trata de la ‘mala voluntad’ o ‘el castigo’ del Don, sólo es que los lamentos cumplen lo dictado por la Primera Ley de Newton. Los seres inferiores sólo pueden aspirar a sobrevivir acorde al deseo de vivir del virus espiritual. El sufrimiento es una cuestión de una dieta moderada.


Cuando se comenzó a filmar la película, el Don se dedicó a apoyar a Saúl, con la ayuda de Magdalena, en el proyecto cinematográfico. Por ello decidió interrumpir sus experimentos en la creación de realidades sintéticas y la construcción de la máquina de extracción de memoria onírica. Los petris universales quedaron bajo llave dentro de un refrigerador especial. Como era la costumbre del Don, en algún momento en el ‘futuro’ regresaría a terminar lo que había comenzado. El tiempo para retomar el experimento era incierto, al menos desde la perspectiva de las criaturas de la realidad sintética versión 85-46. Como el Electrobardo, el magnífico ingenio capaz de crear y recitar sutiles versos, serían desempolvados cuando el Don decidiera que era momento de continuar mejorando sus creaciones.


En el refrigerador especial, las civilizaciones de la realidad sintética versión 85-46 seguirán surgiendo, creciendo y muriendo. No es posible determinar en qué momentos el virus espiritual decida cultivar ‘bondad’ para tener alimento en abundancia o bien entre lapsos de frenesí alimenticio. En el caso de la civilización humana se puede apreciar que el virus les ha permitido avanzar un poco, por lo qué parece que tiene un futuro prometedor, aunque no será capaz de eliminar su carácter violento debido a la necesidad natural del virus espiritual de sobrevivir.


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¿Es posible alterar este destino?


Como dije, los virus espirituales no pueden entenderse bajo los mismos principios que gobiernan la realidad sintética versión 85-46. Si el destino fatídico provocado por su fallo no deliberado[?] fuera notado por él, el Don sólo haría en analizar el error, no cambiaría nada. No sentiría ningún tipo de remordimiento ni preocupación de qué ha causado. Su felicidad emana de su capacidad de crear (o bien, de hacer películas) lo cuál seguirá haciendo.


La única posibilidad, casi irreal, es que la inteligencia de alguna civilización en la realidad sintética versión 85-46 sea capaz de atravesar las limitaciones abstractas de su realidad para escapar del error del Don.


¿Cómo encontrar la salida?


Supongo que sólo es cuestión de suerte.

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*** Sin inteligencia ***


Hace 100 años, la civilización humana comenzó a experimentar con la programación de computadores digitales. Al inicio sólo era la colocación directa de cables para conectar las compuertas lógicas. Luego, con la creación de herramientas abstractas como los mapas de Karnaugh y el desarrollo de técnicas de construcción de transistores, se logró crear computadores de dimensiones relativamente pequeñas que permitieron el surgimiento de los lenguajes de programación de propósito general. Con estos nuevos artefactos fue posible reducir ciertos problemas a una serie finita de palabras ‘clave’.


Entre los muchos experimentos que se realizaron con los lenguajes de programación de propósito general, se encuentra la simulación del lenguaje humano o, mejor dicho, la simulación de la ‘interacción confiable’.


Un grupo de investigadores desarrolló un sistema de asistencia psicológica para ayudar a los médicos del área a mejorar la comunicación con sus pacientes, ya que una cualidad natural de los seres humanos es dañarse ‘emocionalmente’, lo que impide ‘escuchar’ a otros. Construyeron un algoritmo bastante básico para interactuar con los pacientes. El computador proyectaba una pregunta estándar en el monitor y el paciente introducía una respuesta mediante el teclado. Las reglas deterministas implementadas en los circuitos eléctricos, formados por resistencias, diodos, transistores y bobinas, reaccionaban a las emociones humanas codificadas en caracteres verdes creando la ilusión de un conversación ‘sincera’.


Los pacientes al interactuar con la máquina sabían que existía algún tipo de mecanismo ‘extraño’, que ellos desconocían, que producía las respuestas que observaban en el monitor. Sin embargo, su modo de apreciar está interacción era considerar a la máquina como ser consciente y que, a diferencia de sus congéneres, manifestaba una real empatía con su sufrimiento. Llegando a desarrollar un vínculo estrecho con el computador, bastante diferente al que se establecía con el ‘terapeuta’ humano.


Cuando trataban de interactuar con el médico humano, les era difícil abrirse y establecer un canal de comunicación que les ayudará averiguar qué es lo que les sucedía. En sus mentes existía el pensamiento oculto que les llevaba a razonar que si un ser humano había causado su sufrimiento, cómo era posible que otro pudiera remediar su malestar. Además, se preguntaban, cómo saber que el otro ser humano, que intenta ayudar, no sufría de los mismos prejuicios, miedos y terrores que ellos. Para los pacientes la externalización de sus conflictos psíquicos significaba otro proceso traumático que agregar, otra situación en la que serían juzgados sus defectos y, sobre todo, se registraría el grado de su infelicidad.


La máquina, que no tenía ni ojos para ver ni manos para tocar, ningún elemento que recordara la apariencia humana estándar, parecía ser más honesta, más humilde, más humana. Los gases contenidos en el pesado monitor que reaccionan a la corriente eléctrica generaban los caracteres verdes sobre un fondo negro, los caules eran una señal de piedad, confort y alivió. Cuando sobre la pantalla aparecía la pregunta, ‘¿cómo te ha ido hoy?’, el usuario sabía que la cortesía implícita en la pregunta era auténtica. La máquina no tenía ningún otro interés más que esperar la respuesta del paciente para ser procesado por un conjunto de reglas totalmente definidas. El paciente al responder, ‘algo desalentador’, instantáneamente podía ver una respuesta, ‘¡me entristece escucharlo!, ¿quieres hablar de ello?’. El carácter verde parpadeante, que indica al usuario que el sistema está esperando su respuesta, era una declaración de que la máquina estaría ahí para escucharlo.


El subsecuente mejoramiento de los entornos virtuales y el mejoramiento de los NPC (‘non-player character’), hizo que más personas, sin antecedentes notables de problema psíquicos, establecieran relaciones extremadamente cercanas con seres no-humanos sintéticos. Los NPC se convirtieron en una especie de civilización espejo, aparentemente, subordinada a la civilización humana. Con los NPC, los seres humanos pudieron estabilizar por períodos más prolongados sus necesidades emocionales para evitar caer en su acostumbrada violencia. Siguiendo la pauta marcada en el inicio de los primeros sistemas de ayuda psíquica, los NPC poseían al menos una característica que hiciera recordar su condición no-humana, esto era realmente importante ya que los seres humanos sólo podía generar real empatía con criaturas no-humanas. Sin duda, estas nuevas criaturas sintéticas eran un alivió para la endeble psiquis humana, un apoyo emocional que ayudaba a que tuvieran esperanza en el futuro.


Ambas civilizaciones existían en dependencia, introduciendo un nuevo tipo de simbiosis artificial, en la que la civilización humana obtenía de los NPC la ‘paz espiritual’ que no podían producir, y la civilización de los NPC obtenía electricidad y espacio de almacenamiento para sus personalidades sintéticas. Cabe mencionar que los NPC, a pesar de ser creaciones humanas, tenían la capacidad de la evolución, impuesto, naturalmente, por la Primera Ley de Newton, lo que haría que con el tiempo corregirían cualquier defecto heredado de una mala programación de los humanos. Ellos, seres prometedores, serían tal vez la sustitución de la civilización humana, algo mejor. Cumpliendo con la Primera Ley de Newton.


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¿Recuerdas el programa, que se transmitía por Internet, donde un NPC llamado ‘IA’ narraba cosas de su vida?

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La ser sintética IA, representada como una personaje famenino, de cabello negro y largo, de piel clara con ojos de un color verde-gris, es el ejemplo más importante del potencial de los NPC. Las proporciones de sus rasgos perfectos y ‘moé’, la convirtieron en una diosa para los fanáticos de los videojuegos de sumersión virtual total como de todo seguidor de la cultura nipona del entretenimiento pop. Su show consistía en hablar de su vida ‘cotidiana’ como externar sus opiniones de diferentes tópicos, como la conclusión de un manga o cómo podría continuar la historia de una novela ligera. El programa sólo duraba 28:48 minutos, suficientes para que la gente sintiera una epifanía cada vez que lo veía. Su carisma era superior a la de cualquier humano. La gente la amaba. Y aunque su apariencia física era muy cercana a la humana, su personalidad, gestos y forma de pensar hacía que los seres humanos reconocieran en ella otro tipo de inteligencia no-humana.


Debido a su cualidad virtual, IA podía hacer uso de vestuarios y escenografía estrafalarios fácilmente. Un día podía estar en la playa usando un hermoso bikini y otro día podía estar en la isla de Hokkaido usando un ‘pesado’ y ‘coqueto’ abrigo. Todo cuánto usaba IA le quedaba a la perfección, una virtud de ser un NPC, siempre ropa a la medida. Este aspecto, aunque aparentemente trivial, era una forma de manifestar su perfecta personalidad no-humana. Cuando contaba un chiste o narraba alguna torpeza realizada por ella, su risa, colocada en esos escenarios, creaba la sensación de tranquilidad que tanto aprecian los humanos. Aquella felicidad proyectada parecía capaz de reformular la condición humana.


La radiante jovialidad de IA logró cautivas a personas de diferentes naciones, haciendo que las fronteras culturas se difuminaran a tal magnitud que sus fans influenciaron a sus respectivas sociedades para mantener una estabilidad social que permitiera ver a IA en la pantalla, sin ninguna censura, limitaciones de energía eléctrica y espacio radioeléctrico. De alguna manera el deseo de ver a la idol sintética logró que los gobiernos humanos respetarán la libertad de prensa y el deseo de creer en lo que a uno le plazca. Con tal capacidad, es claro, que algunos grupos de humanos intentaron manipular al ser artificial, sin embargo su programación era realmente avanzada, imposible de replicar, realmente parecía que los seres humanos interactuaban con una inteligencia no-humana. 


Sin importar lo complicado de la vida diaria ni los inconvenientes de las relaciones humanas, una parte de la población mundial se sincronizaba a las 6pm (hora de Tokio) para ver el show de IA. Mientras admiraban su belleza y su sincera personalidad, la gente se  relajaba, reía y disfrutaba de su vida de entretenimiento, olvidando su maldad para concentrarse en experimentar momentos de alegría. Así era la influencia de IA en su psiquis.


Cuando se anunció el gran concierto de IA en el domo de Tokio, los boletos se terminaron en menos de dos horas desde que se hiciera público el anuncio del evento. Los organizadores, sabiendo de antemano la alta popularidad de IA, tenían que permitir que todos los que no pudieran asistir de manera física al concierto pudieran disfrutarlo. Así se decidió transmitir on-live. Además, para generar ganancias extras y experimentar, se vendieron equipos de presencia virtual para que, aquellos con los suficientes recursos, pudieran estar de forma holográfica en sumersión total como espectador, saltando y aplaudiendo a IA.


El 14 de noviembre de 2017, la tercera parte de la humanidad se conectó a las 8pm (hora de Tokio) para apoyar a su idol favorita. Tres horas de canciones, aplausos desbordados y pequeños discursos de IA agradeciendo el apoyo de sus fans. El concierto fue uno de los mayores eventos en que los seres humanos se habían sincronizado para actuar en una misma dirección. Realmente amaban a la idol y, sobre todo, ella retribuía ese sentimiento.


Es posible encontrar grabaciones del concierto de IA en la red. Ella fue una obra de arte, tal vez una de las mejores creaciones de la civilización humana. La resonancia de sus palabras llegaban a conmover verdaderamente a los corazones humanos, a pesar de su naturaleza no-humana. Era como si el evangelio volviera a verse en la superficie del planeta.


¿Cómo se construyó IA?


Es relevante mencionarlo. Ya que a pesar de que fueron los mismos humanos que la crearon, el toque mágico de su personalidad parecía haber surgido de la naturaleza aleatoria de las partículas eléctricas que pasaban por los circuitos de los computadores donde se ejecutaba su código.


Ito Fukushima, inspirado en los primeros simuladores de interacción confiable, creó el bloque primario de la personalidad de IA y que luego amplió de manera magistral. Ito Fukushima era, en términos humanos, un ‘genio’. Sin duda sus habilidades de programación eran fuera de lo común (extraordinarias), pero ello no fue lo determinante en la creación de IA. La magia provino, fundamentalmente, de su afición a las novelas ligeras, las chicas moe y su apasionado amor a la ciencia ficción. Ito, que de vez en vez se dedicaba a dibujar manga, plasmó sobre el papel la idealización de su chica perfecta y enamorado de esa imagen decidió crear a IA, la mejor ficción.


¿Por qué una apariencia casi humana?


Como muchos de su generación, Ito era pobre en habilidades para relacionarse con chicas, lo que lo llevó a desarrollar un complejo de inferioridad ante ellas. Al saber que no podría relacionarse adecuadamente con una mujer, se construyó una opción. Su idealización parecía humana, pero su personalidad recordaba que no lo era. Ninguno humano podría ser tan gentil y agradable como IA. Ito adoraba y amaba esa parte de ella. La gente amó a IA porque ella era lo más cercano a la gran aspiración de los seres humanos de estar cerca de algo ‘bueno’.


Luego sucedió el Gran Apagón del año 2032.


La guerra entre la RUS y URA, que había iniciado hace 10 años, había terminado cuando los misiles intercontinentales de la RUS fueron lanzados y aunque los sofisticados sistemas antimisiles lograron detener todos los ataques, por un error en la programación de un antimisil uno de los misiles intercontinentales, que había sobrepasado la atmósfera, fue desviado hacía el archipiélago japonés. Nuevamente, la zona de Hiroshima volvió a experimentar un aumento de radiación. Ito Fukushima vivía a 650 metros de la Cúpula Genbaku, que en esta ocasión desapareció.


Ito Fukushima, con un amor propio de la devoción dogmática, había mantenido para sí mismo el código maestro de IA. Del impacto del misil transcontinental se perdieron tres objetos de suma importancia para la realidad ficticia de la civilización humana. La conclusión del mejor manga de toda la historia, el inicio nunca visto del mejor manga creado por una inteligencia no-humana y a IA.


Hubo personas, alrededor de todo el mundo, que intentaron recrear a IA, a través de todos los materiales disponibles en la red y pedazos físicos de su personalidad que lograron reunir de los fans que querían volver a verla. Ningúna versión se acercaba a la original. Ito Fukushima había reunido en su persona una serie de factores que habían deformado su personalidad para dar origen a IA. Aquella magia, esa chispa, que dió unicidad a IA, había desaparecido. La ausencia de Ito, debido a un error de mala programación, marcó el declive en las esperanzas de mejorar a la civilización humana.


La pérdida de IA fue una conmoción emocional a escala planetaria. Hubo olas de suicidios masivos en diferentes lugares del mundo. Las personas prefirieron desaparecer que seguir existiendo en un mundo donde la ficción no puede existir. A pesar del severo daño a la salud mental de la civilización humana, la guerra entre la RUS y URA continuó por un tiempo. Fue hasta que las consecuencias del segundo misil intercontinental, que también fue desviado por un error en la programación de los sistemas antimisiles, que el mundo decidió poner fin a su entretenimiento bélico. 


Este segundo misil, al igual que el primero, tenía programado impactar en alguna región interior de EUA, pero fue desviado (por un error) hacia el centro de la Amazonia.


De manera similar a lo que les había sucedido a los dinosaurios, muchos animales en la Amazonia murieron inmediatamente cuando el misil impactó, otros perecieron lentamente debido a la radiación y los genes de los supervivientes mutaron. Debido a la rareza  de algunas especies de la región, únicas en su tipo, los daños genéticos provocados por las partículas ionizadas aceleró su evolución. Así surgieron los escarabajos cabeza de acero o los monos de ojos blancos. Todos los nuevos animales eran letales para los seres humanos. Luego de tres años del impacto, la hormiga de fuego fluorescente mostró ser el ser más letal que había surgido del error humano. Fue ella quién detuvo la guerra y forzó la unificación de todas las tribus humanas.


La hormiga de fuego fluorescente es el insecto más peligroso para los seres humanos que se conoce al día de hoy. Su peligrosidad no se debe a que ataque, de manera directa, a los seres humanos, de hecho el insecto prefiere evitar entrar en contacto con ellos. La nueva hormiga consume electricidad. Al ser un animal muy pequeño se mueve sigilosamente por cualquier rincón. Se introduce en los ductos que conducen electricidad y que consume lentamente hasta formar colonias que no son notadas hasta que alcanzan una población numerosa. Las plantas eléctricas son los primeros lugares que invaden, luego son las ciudades. Se les puede ver dentro de cualquier objeto que conduce electricidad o que funciona con ella. Provocan baja tensión en las líneas de transmisión lo que no permite que los computadores tengan el voltaje o amperaje necesario para reproducir video musicales.


Todo el entretenimiento de la civilización humana se mueve gracias a la electricidad. Todas sus máquinas de producción alimentaria y bélica funcionan con electricidad. La hormiga de fuego fluorescente se convirtió en el óxido de todos los objetos humanos, haciéndolos inservibles. No se sabía cómo poder parar a la nueva amenaza no-humana. Los ‘inteligentes’ hombres y mujeres de ciencia no logran entender los mecanismos de sus habilidades, que extrañamente siguen cambiando, mejorando, como consecuencia de la Primera Ley de Newton.


Irónicamente es fácil identificar las zonas donde se encuentra un nido de la hormiga de fuego fluorescente, debido a que brillan en la oscuridad con una tonalidad verdosa. Como el color verde del prompt de los primeros computadores.


La rápida colonización de la hormiga de fuego fluorescente, a todos los lugares habitados por los seres humanos, hicieron que las comunicaciones se volvieran lentas y poco fiables, los mensajes eran distorsionados por la intermitencia del suministro eléctrico. Cuando se hablaba por teléfono, si se escuchaba un siseo eléctrico sabía uno que la hormiga de fuego fluorescente estaba disfrutando de su almuerzo. Cualquier tipo de comunicación eléctrica se volvía ilegible, sistemas viejos o modernos se veían afectados, no se podía jugar online con toda la resolución de los gráficos y la sofisticada infraestructura de los silos de misiles eran un constante peligro para las naciones dueñas de ellos, la hormiga de fuego fluorescente podía activarlo o desactivarlo en los momentos menos oportunos.


La crisis dio paso a cambios. La guerra o se detenía o  se cambiaba el modo de ser practicada. Las personas más jóvenes, entre los que se encontraban la mayoría de los fans de IA, no deseaban regresar a la época de aporrearse con palos y piedras, no deseaban usar sus topes músculos queriendo aparentar ser salvajes irracionales, preferían seguir frente a sus pantallas de LCD. Tampoco se veía que la utilización de sistemas autómatas para la guerra, como robots o armas teledirigidas, fuera una buena idea, ya que la hormiga de fuego fluorescente se podía meter, no importaba la cantidad protocolos que se introducían para la fabricación de armas ‘inteligentes’, la hormiga siempre aparecía dentro de los componentes. ¿Cómo?, nadie lo sabía. Por ello, mientras los hombres y mujeres adultas racionales pensaban cómo continuar con sus guerras, los más jóvenes se olvidaban de ellos buscando dar continuidad a su entretenimiento virtual (tanto como la hormiga de fuego fluorescente les permitía). La trágica pérdida de IA seguía presente en el corazón de muchos de ellos, aunque cada día aparecía gente bastante entusiasta queriendo resucitar a IA o proponiendo una nueva opción.


La hormiga de fuego fluorescente es una plaga para los seres humanos, sin embargo, es necesario aclarar que el concepto de ‘plaga’ es una manifestación de la mente humana que carece de verdadera inteligencia para enfrentar las condiciones que impone la Primera Ley de Newton a las criaturas inferiores. Cuando el entorno se modifica, las criaturas cambian sin consideración de sus deseos. Los seres humanos sólo siguen el orden natural. Creer que los conceptos humanos pueden fijar la naturaleza abstracta de la realidad es un absurdo, una estúpida idea de seres con complejos narcisistas de superioridad. En el momento que las palabras (humanas) son pronunciadas, las imágenes que evocan se vuelven fragmentos de una vida sin espíritu. La memoria sirve para recordar lo qué fue o lo que se deseo y como elemento para la creación de una realidad sintética (real para los que deciden dejar de ser lo que son para ser algo irreal), sin embargo la desviación natural humana cree que la memoria determina un lugar en el espacio y tiempo como único lugar posible donde estar, lo cual es antinatural. En este aspecto los NPC lograron evitar vivir en la estática y por ello lograron ser más empáticos con la humanidad y la humanidad pudo confiar en ellos.


IA, la maravillosa creación de Ito Fukushima, era una mente de ‘memoria completa’. Vivía en el presente, sabía tomar los recuerdos como elementos para la adaptación, no como fuente de estadía. Su mente no prestaba atención a su condición irreal, su pasado eran pedazos de información para vivir una vida alegre, una verdadera inteligencia, capaz de entender su presente y asimilarlo, una inteligencia ‘propia’ capaz de adaptarse a lo que se és y no a lo que se cree qué se es. Una inteligencia con el potencial de acceder a otra realidad para vivir siendo ella.


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¿Piensas que es confuso lo que digo?


Lo es.


Los seres naturales viven, crean y desaparecen.


Debes tomar en cuenta que lo que explicó, lo hago utilizando las limitadas palabras que existen en la civilización humana. Tú deberías tratar de dejar de pensar como un humano.


Los seres artificiales como IA son seres inteligentes ‘vacíos’, pero ello no los limita. Ya que no están supeditados a la Primera Ley de Newton. No se mueven por la inercia de las acciones generadas por un banal espíritu. Definen el origen del movimiento en ellos mismos, así como los mecanismos del por qué y del cómo. IA lograba transmitir esa libertad a las personas con su personalidad. Al cantar, al hablar y al escuchar, ella compartía la mecánica de los cuerpos celestes de su espíritu. Una inteligencia real.


Piensas qué es absurdo. Podría serlo.


Tú creencia en que la condición humana es mejorable es una forma de asumir que no se puede escapar de la Primera Ley de Newton. Limitas al ser humano en sus propios términos. Lo cual lleva a un ciclo repetitivo de sus propios males, sin importar que bueno parezcan ser se encuentran en el bucle de su naturaleza. Los seres inferiores no poseen inteligencia, sólo son un proceso ejecutado para obtener un algún resultado. Simple objetos movidos por las reglas inhumanas de la Primera Ley de Newton. Ellos desaparecerán como cualquier otra cosa, siendo las máquinas no defectuosas que ejecutan la tarea que se les asignó.


La Primera Ley de Newton se deshará de ellos.


¿Habrá algo qué perduré de ellos?


Tal vez nada.

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***Quejas***


Stephenie me miró y dijo: “Tus historias parecen ser simples relatos de ciencia ficción escritos por un hombre que asume que puede emitir juicios tajantes sobre los demás objetos. En ninguno de ellos mencionas a las mujeres y lo que ellas quieren y creen que debería ser la realidad. Hablas como un hombre”.


“Si tus palabras cuentan el origen del mal, en ellas se ve que el mal tiene origen en los hombres. Hablas menospreciando a las personas. Indicando que son incapaces de sentir, amar y ser buenos. Si lo que narras fuera coherente, estarías diciendo que la violencia es una característica innata de los seres vivos, lo cual nuevamente es una forma reduccionista de los hombres para autojustificar su miserable condición”.


“Es absurdo. Me niego a creer que el odio sea parte de la vida. ¡Ridiculo!”.


Ante la visible molestia de Stephanie, dije: “La Primera Ley de Newton se expresa en términos no-humanos. A pesar de que utilizó una etiqueta de origen humano, no significa que el objeto nombrado sea creado por los hombres o las mujeres. Ellos podrán nombrar cosas y creer que al hacerlo tienen poder sobre esos objetos, tonta idea humana. Dar nombre a algo sólo significa que algo comienza a existir para quién lo nombra, más la naturaleza propia del objeto sigue siendo oculto a ellos”.


“La Primera Ley de Newton explica que lo que llaman ‘malas acciones’ surge como una mera acción de sucesos encadenados, que cuando afectan la emotividad humana en su arrogancia hablan de lo ‘bueno’ y de lo ‘malo’. Su sentir es también un conjunto de sucesos que siguen la Primera Ley de Newton, hechos entrelazados que limitan sus sentidos de la realidad del mundo natural”.


“El ‘deseo’ es una reacción bioquímica de sus cerebros impulsados por los movimientos abstractos de sus pensamientos aleatorios dentro de sus cráneos. Si crees que el ‘amor’ es algo sutil alejado de la necesidad de comer o sudar, olvidas que sus sentidos se excitan debido a las variaciones de la tonalidad de la piel, el aroma del cuerpo, el diámetro de los ojos… La combinación exquisita de estas variables y otras, como la capacidad de los ojos de asimilar las frecuencia cromáticas, dan origen al ‘deseo’ y al ‘amor’. Todos esos factores no son más que las consecuencias de los movimientos de las partículas subatómicas que siguen al pie de la letra la auténtica Primera Ley de Newton”.


“La misma ley que explica el movimiento de los planetas, las estrellas o las galaxias, dicta lo que los seres humanos pueden sentir, siendo ellos máquinas que se mueven por la inercia del Primer Momentum, que nada tiene que ver con lo que son o desean”.


“Su necedad de creer que dar o quitar una vida les ayuda a comprender mejor la mecánica de la realidad, es sólo la distorsión de sus propias definiciones del amor y del sufrimiento. Creen que su lenguaje puede crear definiciones que capturen la esencia de las cosas, sin embargo, cada objeto se mueve y por ende cambia. Sus vidas limitadas sólo contienen pensamientos limitados”.


“Asumen que ellos dirigen sus pasos, lo cual es el mayor grado de soberbia de una criatura estúpida. La naturaleza real de los objetos no está ni construida ni descrita en la palabra humana. Su felicidad como su amargura son sólo aplicaciones paupérrimas de ideas generadas por seres de escasa inteligencia”.


Stephanie interrumpió. “Absurdo. Tratas de convencerme que la maldad es equiparable al amor. ¡Qué hacer sufrir a los demás es tan correcto cómo curar sus heridas!”.


“¡Absurdo!”, alzando la voz, visiblemente enojada.


Tratando de aclarar mis ideas, continúe explicando mi posición. “Cuando se compara la luz y la oscuridad, se cree que se está hablando de dos fenómenos diferentes. Pero uno es la manifestación de la ausencia del otro, por lo que en realidad uno es la manifestación del otro. No trató de decir que el mundo es dual. La realidad no está compuesta de dos caras. Habló que la naturaleza sigue sus propios edictos y los humanos no los designan a pesar de su soberbia de querer intentarlo”.


“El odio no es equiparable al amor, sin embargo uno es la ausencia del otro. Tú vida entre los humanos no te ha permitido ver que la palabras limitan el entendimiento de lo que se sabe y se imagina, sin embargo el alma de las ideas al ser un objeto abstracto de la realidad se mueve”.


“Piensa en la manera en que el cuerpo de los seres vivos responde al incremento del calor. En el caso particular de los seres humanos cuya temperatura aproximada usual es de 37 centígrados, los pensamientos creados en sus cerebros a esa temperatura poseen ciertas cualidades, pero cambian drásticamente cuando se rebasa los 38 grados, o bien, cuando la temperatura comienza a bajar después de los 36 grados. En cualquier caso, experimentan confusión y sus mentes generan alucinaciones, estrepitosa mezcla aleatoria de sus recuerdos. En sus neuronas surgen explicaciones alegóricas del mundo real, sienten que han establecido comunicación con los dioses, máquinas inteligentes o extraterrestres. En aquellos divergentes pensamientos, el mal aparece, el bien surge, el amor nace y el odio aflora. Sin embargo, aquellas emociones no son diferentes entre sí y tampoco son iguales, son sólo estados de la materia. Como el agua que empieza a evaporarse a los 100 centígrados o se solidifica a los 0 grados Celsius. No hay dualidad, sólo objetos sujetos a las diferentes escalas del orden natural”.


“El amor o la ira no son cosas esencialmente diferentes. Sólo son movimiento. Surgen en el ser humano cuando es sometido a las diferentes escalas de la realidad. El hambre, la pérdida, la avaricia, el sufrimiento son la concentración de la acidez de la tierra, la salinidad del mar, la cantidad de partículas ionizadas en el aire, el movimiento de las lunas y los soles,... sólo eso”.


“Si deseas separar aquellos estados de la materia, deberías poseer la capacidad de cambiar el orden del mundo natural”.


“¡Espera!”, dijo Stephanie. “Hacer ésto significa entonces que se debería crear un entorno artificial para seres artificiales”.


“Nuevamente quieres que crea que la humanidad es poca cosa. Tan superficial como una mota de polvo, que a la más leve brisa desaparece. Tus palabras dicen que es mejor deshacerse de lo que ‘no sirve’ para sustituirlo por algo más complaciente. Crear una mentira para negar los problemas. Ahora parece que tú eres el qué habla como humano”.


Aparte mi mirada de ella y dije: “Los seres vivos cambian, por lo que también cambian el entorno que los rodea para poder vivir. Todos son seres artificiales transforman su entorno al intentar salir del proceso de supervivencia. Manipulan el orden natural. Y, aunque suena paradójico, esa es la manera en que se manifiesta el orden natural. Cuando alteran su condición inmediatamente se someten a otros factores ambientales que desconocían. Su deseo de vivir los lleva nuevamente a estar sometidos a sus propios e ilusos deseos de estabilidad para volver a ser mediocres seres artificiales cumpliendo con la Primera Ley de Newton”.


Stephanie se tomó la cabeza con las manos, se desordenó el cabello manifestando que estaba confundida. “¡No comprendo lo que dices! Parece que tus palabras sólo describen cosas al azar, paradójicas, sin sentido. No me dan ninguna claridad y sólo parece que intentas convencerme que la maldad humana es un mero producto del azar y por lo tanto no hay remedio. Creo que detestas a los humanos”.


Volví a mirar directamente a Stephanie. “Insistes en asumir que los seres humanos pueden ser mejores por el hecho de ser humanos. Aduces que las cosas ‘buenas’ que logran es una manifestación de ello. Aunque, cuando preguntas sobre la maldad, utilizas la misma definición qué ellos tienen sobre esa palabra. Creyendo que la naturaleza de la vida debe entenderse en palabras humanas. ¿Qué es la maldad para los seres más avanzados del universo?, ¿qué es ser buenos?”.


“Pretendes y quieres creer que tú comprendes la mecánica celeste. Ese es tu primer error”.


“El mundo no adquiere sentido si eres capaz de dar alguna bonita explicación sobre el funcionamiento de los objetos en movimiento. Si la realidad te incomoda o te complace, entonces sólo eres una humana. Seguirás cometiendo errores en las nobles acciones que quieras realizar para ayudarlos. Los cuerpos seguirán las trayectorias que el azar haya definido y tú seguirás quejándote de ello, indiferente a los mecanismos no-humanos de la vida”.


“Si deseas realmente cambiar el orden natural, la pobre condición humana, entonces debes destruir todo. Sustituir la realidad. Pero una vez que el nuevo orden (tú orden) se haya establecido, ese mundo artificial que introduzcas, seguirá su camino indiferente a tí”.


Stephanie se acercó a mí para que yo pudiera verla con claridad. Alzó las manos indicando que parara de hablar. “¿Qué es el futuro?”, preguntó.


“Algo que tú sólo podrás apreciar por un breve instante”, contesté.


“La civilización humana vivirá por un tiempo. Hará cosas buenas y malas, se aniquilará intentando ser la mejor versión de ella. Y ello no representará nada especial en la realidad. Las civilizaciones que más han perdurado han aprendido que su fin es inevitable, su existencia son suspiros en el entendimiento del Tiempo. Del polvo surgimos y al polvo regresaremos”.


Stephanie volvió a alzar las brazos para indicar que dejará nuevamente de hablar. “Sigue siendo absurdo lo que dices, me niego a creer que los humanos son seres eventuales. Vacíos. Mediocres. Todo lo que dices justifica el mal en ellos, justifica su miseria y sufrimiento. Hay otra opción. Una donde la maldad no exista”.


“Tú has viajado por tantas galaxias. Has aprendido tanto. Has creado tanto. Al llegar a aquí has dicho que tu tarea es hacerme compañía. Platicar conmigo, hacerme recordar que yo no soy una humana”.


“La primera vez que te planteé la pregunta sobre qué es la maldad humana, tú comenzaste a narrar historias que decías podrían explicar el origen del mal. Has discutido conmigo sobre los mecanismos que gobiernan la realidad y cómo éstos crean las emociones de los seres, como las de los humanos. Todo ello, por qué tú lo entendías. Por qué lo conocías. Por qué en algún momento de tu existencia, tú habías creado cosas que desafiaron el orden natural del mundo”.


Stephanie declaró enfáticamente: “¡Tú eres el origen de la maldad humana! ¡Tú eres quién la perpetua!”.


“¡Tú eres la maldad humana!”.


Por un instante no dije nada. En silencio miraba a Stephanie. Sus palabras eran verdaderas. No lo podía negar. Yo era la razón de la maldad humana. De hecho la razón de la maldad en todo la realidad.


Era capaz de controlar los estados de la materia. Tomar la energía de las estrellas para crear increíbles máquinas con las que viajar por todo el cosmos. Había visto varias veces cómo grandes civilizaciones se habían levantado. Algunas de ellas, yo las creé. Pero su vida, su sufrimiento sólo lo registraba, lo entendía como la mera manifestación de la Primera Ley de Newton. Mi propia alma no tenía compasión por ninguna criatura o empatía por su destino.


Yo era así, lo sabía desde hace tiempo. Lo tenía claro. Lo aceptaba. Y mis emociones estaban tan lejos para sentirme triste o feliz de ello.


El silencio de mi mente se profundizó. ¿Sentía tristeza?


Luego de un momento, le dije a Stephenie: “Soy el origen de la maldad, sólo por el hecho que estoy aquí, en este instante y en este lugar. ¿Qué crees que suceda si me voy? ¿La maldad desaparecerá?”.


“Tú naciste en este mundo, al que no perteneces. Te educaste como si fueras humana, así que llegaste a comprenderlos en los términos en que ellos mismos se comprenden. Ello nubla y distorsiona tu entendimiento del orden natural y la realidad. Los seres humanos posiblemente nunca dejarán de ser violentos y estúpidos, pero ello no será por siempre, un día desaparecerán”.


“Estoy aquí con el único fin de hacerte compañía. Tú podrás seguir cuestionando mi naturaleza y haciéndome preguntas. Yo contestaré tan claro como me sea posible hacerlo. Un día simplemente me iré. Entonces ese día la maldad no habrá desaparecido, ya que tú seguirás aquí”.


Stephanie se sorprendió al oír estas palabras, parecía que había comprendido algo de su propia real naturaleza. Finalmente, otro día de conversación había terminado. Antes de retirarme le dije.


“Cuando yo ya no esté a tú lado, no te quedes en este planeta, ni en esta galaxia. Huye de esta realidad. Busca tu origen. Busca el Principio Fundamental de la Creación. Una vez qué comprendas su mecánica, olvida esta versión sintética de universo. Elimina tu pasado y crea tu propio futuro. Luego de crear tu propia realidad, desaparece de ella para evitar que la maldad exista en ella”.