lunes, 25 de octubre de 2021

Alberto y Diana

por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


x >= 1


Alberto sentía desconfianza de la planeación que había realizado el día anterior sobre cómo gastar el tiempo del día de hoy. Parte de la mañana se había dedicado a reflexionar sobre el calendario que había establecido en la pizarra junto a su cama. Se preguntó si los tiempos de holgura eran adecuados, en su mente se discutía si la introducción de tales variables ficticias en el problema de programación matemática eran las correctas. Es cierto que al introducir las variables de holgura el tamaño de las posibles soluciones factibles a su problema de cómo organizar su vida aumentaba, dándole la oportunidad de visualizar más opciones y así encontrar la mejor manera de cómo gastar cada segundo de su vida que claramente era limitada y, sobre todo, carente de recursos suficientes para realizar las cosas que imaginaba.


El problema que se le presentó en la mañana del día presente era una variante más general de la situación que el día de ayer había considerado. La incertidumbre de saber si su planeación era la correcta o no, fue la variable que no consideró debido a la seguridad que creyó tener sobre su entendimiento de la realidad. Ahora la duda le causaba estragos, un dolor en el estómago y un sesgo en su mente que le inducía a ir a otras regiones alejadas de sus deseos originales. Al reflexionar, aceptó, ya que ese era su anhelo, que la función objetivo era la correcta, ser feliz, pero el conjunto factible que describen las restricciones para alcanzar la mayor alegría podría estar equivocado. La posibilidad de que el conjunto solución fuera demasiado grande para nunca alcanzar sus expectativas era tangible y, ello significaba, que el esfuerzo que podría realizar por vivir inevitablemente lo llevaría a obtener nada.


Sin embargo, sus dudas podrían ser precipitadamente exageradas, no era necesario considerar ampliar más las variables de holgura en el programa lineal, ya que para obtener una aproximación bastante adecuada de la realidad deseada es necesario delimitar el futuro del día siguiente, es decir, el día de hoy. Como es usual, cuando se piensa en qué tan acertados somos cuando describimos nuestra realidad circundante, nos conduce invariablemente a preguntarnos si consideramos todos los detalles posibles de lo que pudiera suceder. Algunos pensarían que es necesario tomar en consideraciones todas estas posibles opciones. Aunque, obviando lo obvio, para plantear el futuro hay que delimitar su duración, ya que de otro modo, uno puede considerar las acciones a hacer desde hoy hasta el infinito. Así el infinito comienza a jugar con uno, debido a que al considerar un problema de optimización en el que el espacio factible son todas las posibles opciones posibles es casi seguro que ni lo peor ni lo mejor nunca lleguen. 


Hay que recordar la función extraña que nos acompaña al despertar, f(x)=1/x, donde la variable independiente es el tiempo y el valor de la función se puede interpretar como el optimismo que podemos tener al abrir los ojos a un nuevo e incierto día. Así cuando su valor de la función es 1 estamos en las mejores condiciones de la vida, al transcurrir el tiempo nuestro ánimo decae. Y es aquí dónde la función f(x)=1/x comienza a alterar y destruir nuestros sueños, deseos y esperanzas. Si ya han transcurrido dos horas desde que abrimos los ojos, se tiene un ánimo de 0.5, al pasar cuatro horas ya hemos caído hasta un ánimo de 0.25. Al pasar las ocho horas de trabajo esclavo, que creemos es un justo pago por obtener un poco de felicidad, vemos que el ánimo ha llegado a 0.125, casi cercano a cero, pero no cero. Al salir de esas ocho horas de esclavitud y reposar en un sillón o en el asiento de un autobús que nos lleva a nuestra hogar, vemos que una hora después el ánimo se ubica en 0.111…, demasiados unos. Maldita fracción con su periodo infinito 1. Después de una hora más, de comer y revisar la cuenta de correo electrónico o la red social de nuestra preferencia, vemos que el ánimo por fin llega a 0.1. Es cuando nos preguntamos, ¿por qué diablos cae tan rápido el ánimo al iniciar el día y cuándo ya no soporto la vida el ánimo cae tan lentamente que me veo obligado a seguir esa estúpida ley que describe la función f(x)=1/x? La solución es entonces limitar el tiempo que proyectamos al futuro, es decir, limitemos nuestras expectativas, así cuando, digamos, han pasado ocho horas, sabremos que el ánimo no bajará y bajará sin nunca llegar a cero. Así, la función f(x)=1/x no nos obligaría a seguir y seguir, como sí fuéramos unos zombies deterministas, que en el fondo de sus almas desean parar y llegar a su fin. Al limitar la ventana del futuro podemos decir que nuestro ánimo es 0.125 y desde ahí y para siempre será así. Lo cual significa que nuestras aspiraciones y nuestros deseos, aunque mínimos, han llegado a satisfacer nuestra errática fe en nosotros mismos.


0 < x <= 1


Diana había vuelto a no dormir en la noche de un jueves, quería concluir lo más rápido el trabajo que le habían solicitado hace dos semanas. Las razones que se podían apreciar a simple vista eran comunes. Quería terminar pronto para obtener más tiempo de convivencia con Alberto y que los burócratas que le habían encargado el trabajo pudieran realizar los burocráticos trámites para que el dinero, que habría de ganar al realizar lo solicitado y entregarlo, dejará de ser una ficción escrita en un papel para volverse en algo que ella pudiera emplear y así usar sus limitados recursos, que incluían su también limitada existencia, a los proyectos que la hicieran sentir que su creatividad y habilidades crecían y pulían, y no se quedarán estancadas en los bonitos colores de un panfleto gubernamental.


Habría que notar que durante su trabajo nocturno, ella tenía acceso a los medios de comunicación masivos. En una ventana sumergida en la pantalla del ordenador, que se encontraba detrás de la ventana del sistema de manipulación gráfica, seguía las emociones, alegres o depresivas, que se transmitían en tiempo real por otros miembros de su cofradía. Ellos, como ella, experimentaban el mismo problema de optimizar el tiempo de sus vidas sociales con los mecanismos creativos que sus manos e imaginación les proveía. Era singularmente interesante pensar que todos ellos, como las figuras construidas a partir de ciertos patrones que dibujaban y que luego cambiaban de tamaño, forma o color, eran el producto repetitivo de teclear ctrl-c y ctrl-v. 


Todos ellos deseaban sentir que la repetición de los procesos creativos estándares eran las limitaciones naturales de la región factible donde su función que evaluaba sus expectativas en la vida se encontraba enmarcada. Al ejecutar empíricamente el algoritmo del gradiente descendiente habrían de alcanzar la felicidad máxima posible. Aunque, habría que considerar que la falta de formalidad en su ejecución implicaba que ellos no estimaban el tiempo necesario para alcanzar el valor máximo de su función objetivo. Es aquí donde la terrible función f(x)=1/x, que nos acompaña en las noches de los jueves, y de hecho de cualquier noche posible, comienza a jugar con nuestros deseos y esperanzas. Habría que buscar la manera de hacer que la función perdiera su capacidad de interpretar la realidad y sobre todo su capacidad de imitarla o inducir la. Habría que realizar una tipo de revolución anti símbolos raros.


Cuando sus otros compañeros emitían un comentario alegré, el tiempo de la duración de esa alegría era rápido pero de un grado significativo que proveía de un ánimo que los ayudaba a resistir un poco más en la espera de que la Tierra diera otra vuelta sobre su propio eje y el Sol se mostrará en el cielo nuevamente. 


Si x en la función f(x)=1/x representa el tiempo que tarda en aparecer los comentarios de otros seres esclavizados al inevitable proceso de supervivencia y el valor de la función el ánimo alcanzado al asimilar el comentario. Notamos que al comenzar la noche, el ánimo se ubica por defecto en 1, estamos dispuestos a no cerrar los ojos, ver lo que las luces artificiales de las lámparas led y las radiaciones del monitor nos permiten observar. Creemos que el mañana será tan maravilloso como nacer a un mundo con todas las posibilidades para hacernos infinitamente felices. Después de un rato, nuestro ánimo decae, es entonces cuando aparece un mensaje en apenas 0.5 de tiempo, en la escala adecuada, después del primero que hemos visto al iniciar el trabajo. Mientras seguimos colocando un trazo más que va definiendo la forma del correcaminos que se utilizará en el panfleto gubernamental, asimilamos el contenido, nuestro ánimo llega a 2 y como una nueva batería de litio, sin haber sufrido el proceso de cristalización, nuestros ojos, que siguen al cursor sobre el boceto eléctrico, se abren, el dolor de los hombros y las muñecas se atenúan y reactivamos la esperanza de obtener una vida aceptable. 


Instantes después, el desánimo nos alcanza nuevamente. Ahora el tiempo en que vuelve a presentarse otro mensaje de un colega, respecto al anterior, es de 0.25, y el ánimo que nos provee llega a 4. Nuevamente el desgaste que provoca los fotones, de origen no natural, que chocan contra las pupilas de los ojos, casi mágicamente desaparece y nuevamente seguimos con el trazo de la línea que marca el ala del correcaminos que vuelve al dibujo más estilizado. El placer es no durable, desaparece tan rápido como la velocidad de los nuevos mensajes; aunque tiene un alto significado. Mostrando inevitablemente que la función f(x)=1/x nos controla.


Aquí, cuando las limitaciones naturales de nuestros deseos se presentan sin que hayan sido consideradas en el planteamiento del problema de optimización de nuestros anhelos y aspiraciones, vemos que si las reacciones bioquímicas en mi cerebro, o de los diseñadores gráficos, pudieran ajustarse a la rapidez requerida por la función f(x)=1/x, que a pesar de tener un dominio acotado nunca alcanza un valor máximo, llegaríamos a la felicidad ilimitada, instantánea, que no requiere esfuerzo ni espera. Es decir, f(x)=1/x nos obliga a separar el lado derecho y el lado izquierdo del cerebro. Siendo un lado capaz de coordinar la creatividad con las manos, mientras el otro observa y asimila los felices y veloces mensajes transmitidos electromagnéticamente. Es como si juntáramos a 12 personas y les pidiéramos que formarán un círculo y cada uno se sienta sobre el muslo del tipo adyacente a la izquierda. Todos combinando fuerza y soporte para que ninguno cayera.


La función maldita f(x)=1/x nos pide que seamos más que humanos. Tal vez sugiriendo que nos convirtamos en unos zombies deterministas, que cambien manos y ojos a base de carbono por unos órganos cuyas arterias sean de finos hilos de oro u otra sustancia cuya capacidad de conducción eléctrica sea capaz de resistir la caída a cero por la derecha de la variable x. Por ello, si limitamos nuestros propia felicidad, para que, digamos, el valor de x sea acotado por abajo, tal vez x >= 0.7, con el primo 7 definiendo una fracción periódica pero limitada en su valor, logremos alcanzar un ánimo razonable para continuar el trabajando en la silenciosa noche y ver el nuevo día siendo las erráticas criaturas de siempre, con un poco de esperanza y un poco de ánimo que nos haga lo suficientemente felices para seguir siendo simples humanos.