viernes, 24 de septiembre de 2021

Manifiesto contra la electricidad

por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


Se tienen que destruir a los sistemas de represión y control. Creados por personas de cuerpos mejorados a través de drogas sintéticas, intervenciones quirúrgicas y aditamentos biónicos, adornados con pieles sintéticas y sustancias corrosivas a la piel y a la mente. Estos sistemas se encuentran en las paradas de los autobuses y en las pequeñas tiendas donde se venden alimentos de n-ésima categoría. Se pueden ver en las pantallas de los vagones de la red de transporte colectivo que circulan por las entrañas de las ciudades de altos edificios de cristal, donde se observan a individuos cantando versos misóginos, xenofóbicos, autocráticos y, sobre todo, solicitando pulgares arriba para la aceptación incondicional de la utilización de los sistemas de vigilancia total. Las ondas electromagnéticas ya han sido pirateadas por los mercenarios al servicio de compañías eléctricas. La única salida posible es la eliminación de todo mecanismo artificial que transmuta la energía en electricidad. 


Las sociedades humanas con sus medios de comunicación masiva son incapaces de asimilar los hechos naturales. Hace 600 años se decía que la Tierra era el centro del universo. Hoy se sigue creyendo y defendiendo tal errónea idea. La equivocada noción de que el ser humano es el pináculo de la vida, superior a los otros animales, superior al planeta, superior a las galaxias e, incluso, superior a él mismo, ha provocado que se aleje de su correcto lugar en el orden natural. Ha creado una cultura que reprime y desecha a la gran mayoría por el beneficio de una élite que quiere someter al mundo natural. Hemos aprendido que somos el error más grave de la Evolución. Un fracasado experimento. Por ello, para liberarnos, para seguir cohabitando en este hermoso planeta, con todas sus extraordinarios paisajes e increíbles criaturas, se debe eliminar cualquier fuente de energía sintética. Se debe destruir las plantas hidroeléctricas, termoeléctricas, granjas solares, turbinas eólicas, o cualquier otro dispositivo humano que haga que la electricidad fluya por nuestros aparatos, que nos conectan a una red de entretenimiento perverso que introduce virus culturales en nuestras mentes y que nos aleja de la luz del Sol y de la paz de la noche con su Luna plateada. Luchar contra la electricidad es la manera en que podremos regresar a nuestra verdadera naturaleza, alcanzar la felicidad que nos da un cielo abierto y una brisa de aire fresco. A una cultura humana libre de estereotipos falsos de superioridad. A una vida libre de electrones y fotones malversados. 


¡Únete! ¡Destruye toda fuente de electricidad artificial!


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Durante mucho tiempo, la Evolución fue creando y mejorando a los seres vivos no-humanos del planeta. Estos siempre se encontraban en una constante proceso de transformación, adaptándose a los paisajes dinámicos de sus entornos. La adaptación implicaba que sólo los mejores podrían continuar subsistiendo para multiplicarse y perpetuar su especie. El cambio era el principio de conservación de la vida que la Evolución había establecido. Por ejemplo, los gigantes lagartos abandonaron sus enormes cuerpos para convertirse en minúsculas lagartijas, que se resguardaban bajo las rocas al sentir peligro. Algunos de ellos terminaron siendo simples gallinas de sangre caliente. Ciertos mamíferos, a la inversa, deseaban ser cada vez más grandes y para ello tuvieron que mudarse a los océanos, donde la diferencia de densidad les permitió soportar sus pesados cuerpos, y aplicando el principio de Arquímedes se alimentaban y tomaban oxígeno de la superficie.


Cada una de las criaturas no-humanas creó sus propias culturas y sus propias formas de convivir con los otros seres y el medio inerte pero móvil que las rodeaba. Algunos ayudaban a degradar los cadáveres para recuperar los minerales que contienen los cuerpos. Otros inducían la mezcla genética en las plantas para su procreación. Las bacterias en los estómagos de las criaturas multicelulares permitían digerir las sustancias que servían de alimento, mientras parásitos y virus mataban a unos cuántos para controlar el tamaño de las poblaciones. Cambiando sus costumbres y formas conforme las planicies pasaban de estar cubiertas de agua a estar llenas de selvas que luego terminaban en desiertos. El ciclo del carbono y del agua permitían que las montañas y paisajes adquirieran sus formas y se establecieran las rutas migratorias de los seres voladores y de extremidades múltiples. La Evolución se dedicaba a experimentar, modificar, eliminar y proponer nuevos objetos para que la armónica inercia del orden natural diera oportunidad a cualquiera de convertirse en el mejor, cuyo conocimiento se transformará en energía potencial que, en última instancia, diera lugar a una descendencia con mayores probabilidades de sobrevivir.


El procedimiento de la Evolución, basado en la aleatoriedad del ensayo y error, parecía ser funcional aunque producto de un pensamiento idiota, que ejemplifica por entero la paradoja del mono y la máquina de escribir, el cual eventualmente produjo al ser humano. Con ello la Evolución indujo la creación de los conceptos de civilización, progreso y esperanza. Los seres humanos podían imaginar y hacer planes sobre el futuro, un estado del tiempo que a las otras criaturas parecía no importarles. Al introducirlo en el medio natural, la Evolución dejó libre a un ser qué podía modificar el entorno y, notablemente, también a sí mismo a una velocidad sin igual. Su habilidad de mejorar su condición contrastaba paradójicamente con su capacidad de autodegradarse. No sólo tenía el poder de modificar su cuerpo, también su conciencia y la estructura de los demás objetos en el mundo natural.


Los sucesos notables en la historia de los seres humanos se ubican en un intervalo de tiempo de aproximadamente 10 mil años. La exactitud del periodo no es relevante. La Evaluación al ser algo estúpida no anota ningún detalle de sus actividades y tampoco le preocupa cometer errores al crear, como es el caso del ser humano. Ella es realmente lenta para hacer o deshacer. 


Desde el punto de vista humano, los últimos 10 mil años fueron prácticamente una eternidad, aunque un breve destello a los ojos de la Evolución. En que manifestó su arrogancia a una escala que la Evolución no debería ignorar. Aunque el mayor grado de su soberbia se dio en los últimos tres mil años. Los humanos deseaban diseñar su propia realidad alejada de las leyes del mundo natural impuestas por la Evolución. Sentían que seguir bajo el control de una entidad mediocre como ella, no los conduciría a su propia noción de una vida eterna de felicidad infinita y de poder absoluto.


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Los humanos comenzaron con la construcción del lenguaje, la organización colectiva y los valores morales. Estos elementos les permitieron aumentar su población y mantener una estabilidad en la que fuera posible establecer una jerarquía del control y una división del trabajo. Pasarón de manadas o clanes a pequeñas tribus, que eventualmente se convirtieron en ciudades-estados hasta obtener la noción de reino, que luego daría lugar al concepto de nación. 


Cuando descubrieron y sintetizaron el proceso de la agricultura, sus primeros asentamientos se levantaron cerca de ríos y lagos, que les suministraban agua para su consumo y la producción de alimentos. El proceso, aprendido de manera empírica, cambió sus antiguas costumbres nómadas, lo cual a su vez indujo los primeros formas de control de la natalidad. Consecuentemente, para que los bebés humanos pudieran llegar a su estado de maduración biológica, se debió de crear las estructuras de poder, que básicamente dividía a los humanos en dos clases: esclavistas (o dominantes) y esclavas (o sometidos). La primera clase, formada por nobles o sacerdotes, dirigía y planeaba el futuro de las comunidades. Mientras, las segundas eran la mano de obra que levantaba las columnas donde se apoyaría los sueños de las clases dominantes. 


Estás primeras acciones sólo permitían una escasa seguridad. Las tecnologías aplicadas daban frutos pequeños cuyo sabor al paladar sólo recordaba el enorme esfuerzo realizado para obtenerlos. Los métodos empleados no permitían una vida próspera ni soportablemente estable para la mayoría. Se podía ser rey o mago, pero las supersticiones, el hambre y el deseo de poder de la clase esclava, siempre generaban cambios cíclicos. A los afortunados se les decapitaba o quemaba para que otros, con mejor suerte, ocuparan su lugar. Las enfermedades, sequías, huracanes y depredadores (con capacidades físicas superiores) impedían a los humanos poder preocuparse por sus placeres. En las noches, cuando el Sol era sustituido por la Luna, los humanos sólo podían imaginar los horrores ocultos en la oscuridad profunda de los bosques, océanos y desiertos. En aquella oscuridad, el sonido de los insectos, como cigarras o grillos, y el de las aves nocturnas, como el búho o la lechuza, creaba imágenes en sus débiles mentes que generaban miedo en sus corazones. De sus imaginaciones pueriles, las nociones del demonio, dios, la magia y la esperanza se fueron desarrollando en su psique. Las plagas que los afectaban eran el resultado de las siniestras manipulaciones de los espíritus que gobiernan el mundo natural y que se dedican a jugar con sus vidas, les inspiraron a concebir la idea de la religión. A los dioses primitivos se les debía adorar y suplicar. No se debía olvidar que la vida humana era insignificante en el orden de los caprichos de las deidades menores.


La Evolución había creado los medios para impulsar el mejoramiento de las criaturas, motivar su desarrollo biónico. Las aves podían manipular la diferencia de presión para contrarrestar la fuerza de gravedad. Los peces en los abismos modificaron sus cuerpos para soportar presiones de grandes columnas de agua en una óptima correlación de fuerzas. Las mariposas o ranas crearon técnicas de alteraciones estructurales y fisiológicas a gran escala para que sus cuerpos pudieran utilizar más eficientemente su energía de vida y mejorar sus oportunidades de supervivencia. Hasta la aparición de la humanidad, ninguna de estas criaturas se preocupaba del medio metafísico, sólo del miedo evidente, cuando sus vidas corrían peligro, el cual era una mejora para la autopreservación. Para la humanidad representó una debilidad que mermaba sus posibilidades de sobrevivir. Usualmente el miedo en la mente humana actúa como un mecanismo para exterminar a sus propios congéneres, que representa una variante del frenesí alimenticio.


Todos las criaturas no-humanas parecían querer demostrar a la Evolución que eran capaces siempre de superar los retos que ella les imponía. La humanidad percibía que el proceder de la Evolución era inadecuado. Muchos de ellos no podían pensar en otra cosa diferente del miedo irracional a su propia muerte, al hambre o la soledad. 


La Evolución, había cometido un error obvio, había desarrollado un cerebro capaz de imaginar, el cual podía generar esperanza en el futuro y distorsionar el pasado. Había dado a los seres humanos la capacidad de soñar y transmitir esas simulaciones de la realidad a otros. El habla, una herramienta de intercambio de información, no sólo permitía la coordinación del trabajo, también era capaz de influenciar los temores y deseos. El cerebro, un órgano de aproximadamente 1.5 kilogramos, permitió a los humanos usar sus pulgares para construir los medios para transformar y transmitir energía. Así fue cómo comenzó en la imaginación de la civilización humana la idea de un mundo en que la Evaluación dejará de atormentar los con las vicisitudes del mundo natural. Sus redes neuronales dirigieron sus pulgares para cambiar el orden natural impuesto. La tecnología creada por la humanidad invadiría su cuerpo para dictar las reglas de su propia evolución.


Durante 2500 años la gestión de la rebelión en contra de la Evolución fue ideada y articulada por un grupo selecto de la clase dominante. Se sabía que existirían humanos que apegados al medio natural no estarían de acuerdo en desafiar a la Evolución. Aceptaban su posición en el orden natural y su insignificancia en el ecosistema cambiante. Entendían que nacían y morían, como cualquier objeto, con la finalidad de dar paso a los mejores. 


Al principio, los insubordinados no tenían claro cómo podían ser dueños de su propio proceso evolutivo. Aunque, sin percatarse, cuestionar el liderazgo de la Evaluación había sido el primer gran paso para lograr su emancipación. Al organizarse en comunidades con jerarquías de control cada vez más eficientes, introducían la discusión sobre los actos cometidos por la Evolución contra la humanidad. Lo cual se veía reflejado en la creación de nuevas formas de producir alimento y la mejora de los métodos para curar sus cuerpos. Los navegantes, que se aventuraban en los mares desconocidos, expandían el horizonte de la humanidad usando únicamente su ingenio y valor.


En los últimos 500 años, comprendieron más claramente que la Evolución no sólo había sido cruel con la humanidad. La esperanza generada en el núcleo de las neuronas y transmitida por los axones, era una forma sádica de jugar con ellos.  Ella había matado a sus seres queridos, los hacía sufrir por el hambre y la soledad, y no les permitía disfrutar del hedonismo que ellos creían merecer. Su cerebro, órgano especializado para la supervivencia dado por la Evolución, entendió que debía buscar una manera de transformar sus estructuras sociales en algo que pudiera durar ad infinitum. Se requería un transductor de la energía cultural para que la creatividad humana pudiera retirar el yugo de la Evolución que los ahogaba.


La mano de obra esclava fue eficiente para la cantidad pequeña de humanos que habían iniciado con la rebelión. Aunque para una prosperidad infinita era necesario algo más. Al descubrir la rueda y manipular el fuego, pudieron utilizar el agua, además de los  animales y los mismos esclavos, como medio para mover engranes que permitían moler granos y mejorar la producción de alimentos. La forja pudo producir más herramientas para la guerra y otras actividades. Ello incentivó el crecimiento de los asentamientos humanos. La ideología de la clase esclavista iba reuniendo a grupos más numerosos de seres humanos, con cualidades idóneas para el proyecto de liberación.


El proceso de emancipación se dio lentamente al principio. Cambiar la energía cultural para qué trabajará en función de la humanidad (clase dominante) y no de la Evolución, era una tarea complicada que tomaría su tiempo. 


El miedo y el amor que muchos seres humanos sentía por el mundo natural era fuerte. De él habían obtenido alimento, dolor y compañía. Plantas y animales habían creado una relación simbiótica con ellos. Los lobos, que solamente los veían como presas, decidieron darles su amistad. Los humanos nombraron “perros” a sus nuevos compañeros, la razón de ello es que los lobos al gruñir hacen un sonido como “prrr” y que al no ser pronunciado adecuadamente por los bocas humanos se distorsionó en “perro”. 


Los perros les ayudaban a cazar, los protegían de otras criaturas humanas o no-humanas, y, sobre todo, les daban apoyo emocional. Tal vez, la característica más relevante de los perros es que sentían una profunda lealtad hacia los humanos. El tipo de simbiosis que establecieron podía describirse como mutualismo, aunque podría tratarse de una relación parasitaria. En cualquier caso, llegaron a establecer un profundo vínculo. A tal grado que los perros fueron humanizados, ya que los percibían como seres de una inteligencia similar a la suya. 


En las regiones de las grandes estepas, algunas tribus humanas habían establecido lazos con otros animales como las águilas, que utilizaban para cazar a otras pequeñas criaturas como el zorro o la liebre, que se escondían fácilmente entre la extraña monotonía de los colores de las planicies. Las aves, como un símbolo que unía a la Tierra y el Cielo, un mensajero que amplifica simbióticamente la vista del humano, les permitía ver lo que sus órganos naturales no. Cuentos y mitos del humano-ave se crearon, así como las palabras que designaban a aquellos que creaban ese enlace simbiótico, “qusbegi” o “bürkütchü”.  Entre las etnias humanas cercanas al polo norte del planeta, se contaba como un gran zorro plateado había creado el mundo con el movimiento de su cola, o sobre las “selkies”, que cambiaba su piel de foca para disfrazarse de mujer y así lograr observar al humano, luego satisfecha su curiosidad, volvían a ponerse su piel animal para regresar a sus mares.


Toda esa cultura era la transformación de la energía psíquica de su miedo y amor que sentían por el mundo natural, que la Evolución diseñó para mejorar a sus criaturas. 


La cultura era otro error natural de la Evolución. Al inicio de la vida en el planeta, la cultura de cada especie se creaba al definir sus mecanismos de apareamiento y establecer sus relaciones simbióticas con otros. Para los seres humanos, la cultura también sirvió como un control poblacional al inducir miedos irracionales en su mente.


Muchos habían aceptado y beatificado su unión con el mundo natural, pero la curiosidad y la imaginación aumentaron la complejidad de la cultura. Los cerebros humanos se preguntaban cómo el perro podía reconocer olores, cómo el águila podía volar, cómo el zorro aprendió a escuchar bajo la nieve para detectar a pequeños roedores que le servían de alimento. ¿Cómo habían llegado a obtener esas habilidades? ¿Por qué soportaban la vida cruel que la Evolución les impuso? Esas preguntas fueron contestadas inicialmente con mitos, leyendas y cuentos plagados de mentiras. Con el tiempo, los cerebros no se sintieron satisfechos con esas respuestas. Abstrajeron para encontrar un sentido más real, fuera de la alegoría o el misticismo. Explicaciones que apaciguaron su corazón lleno de inquietud, planteamientos que les dieran certidumbre de su mañana incierto.


La cultura humana avanzó y así su tecnología. Las herramientas, para matar y crear, mejoraron. El conocimiento y la experiencia de su aplicación se comenzaba a registrar para ser útiles al humano del mañana. Su organización colectiva seguía teniendo defectos, seguían contando con demasiados esclavos que producían ineficientemente. Era necesario mejorar sus cerebros y manos. Crearon a la religión y los juzgados para mejorar y depurar, y así obtener humanos útiles. Un proceso civilizatorio que intentaba romper los lazos con el orden natural, para ser reemplazado por la idea de la emancipación. Se tuvieron que institucionalizar masacres para eliminar a los humanos que se negaban a dejar de creer en el mundo natural de la Evolución. La religión dió origen a seres artificiales llamados dioses, cuyo propósito era super-extrapolar las características comunes humanas para consolidar una cultura de superioridad humana. La introducción de estos seres virtuales logró adoctrinar a grandes grupos humanos, sin embargo la variedad de idols generaron disputas violentas entre las diferentes versiones de los mismos dioses, pero el fin último se promovía. 


La tecnología retórica de las deidades virtuales, generada por los dogmas de las religión, junto con la idea de nación, ayudaron a la clase esclavista encontrar maneras idóneas, casi óptimas, de controlar a grupos humanos que abarcaban grandes extensiones de tierras y mares de diversas bioesferas. Sin embargo, seguían sin comprender cómo utilizar la energía cultural para alterar el orden natural. Los cerebros les permitieron crear los mitos que colocaban al humano en la cúspide de la realidad. Levantaron catedrales para resguardar las creencias sacras para recordar su altísima posición. Sin embargo, ésto sólo eran símbolos todavía inertes. Lo divino había sido concebido como una máquina abstracta para modificar y alinear la esperanza de los humanos, esto debía mejorarse para que fuera posible la transformación física del ecosistema global. No sólo se debía luchar con la espada llameante de la fe contra el Dragón (la Evolución), que encadenaba al humano en el pecado que conducía a la muerte eterna. Se debía comprender la mente del Dragón para entender cómo se podían cambiar las propiedades físicas del mundo que había creado.


Cuando se intentó comprender el mecanismo analítico de la vida se dió una gran persecución contra los que cuestionaban la autoridad de la Evolución. Fueron perseguidos por aquellos que, siendo educados en el dogma religioso, mal interpretaron la necesidad de tener cultura o ciencia para unificar a la civilización humana. Su devoción ciega los convenció de que los imaginarios dioses, creadores y dadores de vida, querían un mundo donde se naciera, creciera y muriera, como cualquier otra criatura bajo el cielo del planeta. Fueron tiempos de oscuridad para aquellos que querían entender la mecánica celeste.


Hace 250 años, después de la cacería de brujas que sufrieron los rebeldes por los adeptos al orden natural, que adoraban al oso, el águila, el jaguar, la serpiente, etc., lograron regresar a su posición dominante para unificar a todas las naciones, basados ahora en el pensamiento racional, que se volvería el nuevo dogma. Para controlar no sólo a las multitudes, también a los elementos fundamentales que los alquimistas intentaron doblegar hace bastante tiempo, cuyas prácticas fueron la inspiración de la ciencia lógica que se quería desarrollar.


La protociencia que los alquimistas practicaron seguía principios que debían volverse coherentes. La Evolución confundió a los antiguos sabios, les hizo pensar que los elementos clásicos (tierra, aire, fuego, agua) eran las sustancias primordiales e indivisibles que formaban a los entes del mundo natural. Que controlándolos podrían controlar la vida. Fue una inadecuada concepción teórica de la estructura y mecanismos de los objetos de la Creación, como la identificación del mercurio, azufre y la sal con el espíritu, alma y cuerpo, respectivamente. Lo que provocó que se formularán preguntas inapropiadas, que llevaban a respuestas que los alejaban del entendimiento de los reales principios usados por la Evolución. Aunque, al igual que ella, a través del ensayo y error, de la alquimia pudieron ir abriéndose pasó hacia un conocimiento verificable y aplicable.


Cuando lograron mejorar sus técnicas para utilizar el vapor y mover engranajes y pistones a través de teorías ordenadas, repetibles, verificables, y, sobretodo, de introducir lenguajes más sofisticados para expresar, transmitir y formar tales teorías, pudieron comenzar a roer la mano de la Evolución.


La humanidad construyó transportes y maquinarias que se movían gracias a la rápida evaporación y condensación del agua. Logró que los objetos se pudieran transportar rápidamente a diferentes regiones del planeta para seguir aprendiendo sobre el funcionamiento del mundo natural. También llegaron a producir más comida y otros artículos de consumo como ropa, juguetes y libros, estos últimos contenían historias que los inspiraban a ser más de lo que debían ser. Comenzaron a desarrollar una industria del entretenimiento, donde algunos seres humanos en lugar de utilizar sus pulgares en trabajos esclavos como picar la piedra en las oscuras y húmedas minas, de dónde obtenían el carbón que utilizaban como combustible para calentar las calderas que hacían mover los engranes de sus máquinas, se dedicaban a tomar un lápiz y escribir sobre realidades que no existían, sobre la esperanza y la grandeza de su civilización, y cómo ellos, los humanos, podían ser dioses.


Sin embargo, los caudillos que elaboraban los planes contra la Evolución se ocupaban únicamente de planificar el futuro y olvidaron que los humanos requieren mana y un sentido de la vida. Las máquinas de los pequeños burgueses producían alimento, ropa y entretenimiento. Ellas, que son mejoradas por cada nuevo pensamiento racional del humano,  arrebataron y distorsionaron el sentido de la vida a una gran parte de los miembros de la civilización humana. La Evolución los educó bajo el principio del orden natural, nacer, crecer, reproducirse y morir. Cada etapa representaba un logró de su propia fuerza e inteligencia intuitiva. Todo esa tecnología rudimentaria conformada por las palancas de sus pies y manos y unas cuántas máquinas simples, ruecas de hilar, azadones y pequeños molinos de grano, cuyas velocidades y potencias medidas en las unidades de los alquimistas, indicaba que eran ineficientes y poco útiles. Pero el dolor en sus manos y pies y, sobre todo, el hambre, amplificaban las emociones del humano. Cada oportunidad de ingerir alimento o tener un momento de paz, estabiliza la energía de su psique y, ellos, aceptando su posición en el orden natural, podían sentir que una vida, su vida, era digna ante todos y ante la Evolución. La energía mecánica los desorientó y muchos se sintieron vacíos. Grupos contrarios al avance tecnológico surgieron. Fueron llamados luditas. Quemando máquinas y luchando contra el progreso, fueron, sin saberlo, un mecanismo cultural más de la Evolución para tratar de apaciguar los deseos incorrectos de los humanos de emanciparse de ella.


Los luditas se organizaron para atacar las instalaciones tecnológicas. Buscan a los creadores de la tecnología para aniquilarlos, tanto al practicante de la ciencia abstracta como al mecánico, que seguía las indicaciones del primero para construir las nuevas máquinas que sustituyeran a los humanos en los trabajos repetitivos. Máquinas donde la energía se transmitía de manera más óptima para un acción precisa y controlada, más allá de lo que los pulgares de la mano humana podían lograr. 


Las máquinas que se movían en un orden periódico, como los planetas y las estrellas del firmamento, se convirtieron en objetos en peligro de extinción. Los luditas tenían un fin, el cual era equivalente al sentido de su existencia. Sin embargo, los pequeños burgueses deseaban una vida libre de la Evolución, no se rendirían fácilmente ante la irracionalidad de aquellos  humanos que seguían adorando al opresor, él cual se dedicaba a tergiversar el verdadero potencial humano. 


Los humanos de la ciencia tuvieron que ocultarse. Durante el oscurantismo de los luditas, aprendieron que combinando lo que sus antepasados habían creado con la cultura y la religión, debían enseñar al cerebro humano que la tecnología siempre había sido parte de su historia y de sus cuerpos. Que sus pulgares habían logrado colocar a los seres humanos a la par de la Evolución y que, ahora, ellos podrían modificar su destino para su propio placer. Las tormentas, enfermedades, incendios, meteoros, y todas las demás plagas del mundo natural se lograrían comprender y dominar en beneficio de la civilización humana. Así, llegaron a una conclusión, el entretenimiento era el mecanismo más adecuado para adoctrinar a los demás. Al igual que la tecnología abstracta de los cultos y sectas, de los ritos, la hechicería y las supersticiones, incluido el fanatismo de los luditas, usada para controlar a las masas de seres humanos, que siempre experimentaban un vació espiritual, se crearía y daría forma al mito del humano biomecánico. Un ser destinado a ser eterno, poderoso, bello, y cuyos pensamientos darían sentido a la existencia del universo.


Poco a poco, con métodos más claros y concisos, los humanos de ciencia salieron de las sombras con el objetivo de entretener a sus hermanos e introducir en su subconsciente la gloria del humano-cyborg. Con sus nuevas ideas convencieron primero a dos, luego a cuatro, después a ocho, 32, 64, y así sucesivamente, hasta que las creencias luditas y los fanáticos que las apoyaban se redujo a un número que ya no afectaba sus intereses.


Los científicos colocaron relojes en todas las poblaciones del mundo, así comenzó la evangelización numérica del hombre. Los humanos se adaptaron al tiempo mecánico de las manecillas de los relojes instalados en las grandes torres de las antiguas catedrales. Dividieron su vida en horas, minutos y segundos. Tal división les servía para saber cuándo trabajar, cuándo descansar y cuándo divertirse. Surgió la costumbre de los enamorados de tener encuentros en momentos fijos del día, bajo la sombra de un reloj. Los corazones de los enamorados sabían que tener control del tiempo que pasaban entre ellos les permitía dedicar el tiempo adecuado para poner atención a la otra persona y a ellas mismas. No había posibilidad de equivocarse, no había posibilidad de desperdiciar sus estrechas libertades.


La certidumbre que trajo el reloj, la posibilidad de utilizar mejor el tiempo diurno como el nocturno, contribuyeron a cambiar las erróneas ideas que tenían los humanos sobre la mecanización que inducían las máquinas. Además del tiempo mecánico, los científicos y los pequeños burgueses desarrollaron nuevas sustancias y métodos de comunicación. Los periódicos, que se publicaban en millares de ejemplares, eran panfletos propagandísticos para comunicar a los humanos concentrados en las ciudades que las bendiciones del progreso científico debían expandirse.


Existían lejanas regiones donde el orden mecánico no había llegado. El fanatismo contra la tecnología era tal que los salvajes humanos de aquellos rincones del mundo preferían seguir adorando al sol, el cielo o la tierra, en lugar de cultivar sus anticuados cerebros. Para lograr que todos estuvieran en la misma sintonía, tuvieron que reeducar al salvaje, al campesino y al artesano. Que educados previamente bajo la teoría feudal de la organización del trabajo, seguían utilizando como herramientas a su propios cuerpos. Sus burdos utensilios naturales, como las manos o pies, debían ser refinados a partir del entrenamiento de sus cerebros para utilizar los instrumentos creados por la ciencia, con el fin de satisfacer los deseos de progreso de la civilización humana.


Asistir a los centros de enseñanza (escuelas), para ser educado o reeducado, se volvió una actividad obligada para todos los seres humanos. Esta necesaria alfabetización tenía entre otros propósitos el de distinguir a todos los que continuaban experimentando una conexión con el mundo natural, y así prever de manera anticipada el resurgimiento de nuevos luditas que pudieran obligar a la sociedad humana a regresar al orden natural. Otro aspecto de la educación, es identificar a aquellos más aptos para continuar con el desarrollo de la ciencia y la tecnología. La mayoría de los educados eran sustituibles y desechables. Aunque la intención primordial de dar educación, es que los humanos pudieran asimilar dogmáticamente el proceso de la industrialización de la civilización antropocéntrica. Ello proveía de un nuevo sentido a su existencia, dándoles una nueva espiritualidad.


El adoctrinamiento cultural servía para que aceptaran y amaran a las máquinas como medio natural para el mejoramiento de la vida humana. El proceso de instrucción era beneficioso en al menos otro sentido. Los humanos con una imaginación activa generarían la cultura del entretenimiento necesaria para dar orden a la sociedad humana. Todas las artes, aparentemente no racionales, como la música, la poesía o la pintura, eran tecnologías culturales renovadas, donde el lenguaje simbólico de la esperanza, el amor y el progreso se especializa para crear un entramado cultural en la que todo objeto del mundo natural está sometido al humano y tiene sentido sólo si él está ahí para apreciarlo.


Los artistas serían quienes propusieran nuevas formas para utilizar los avances en la utilización de la energía. ¿Cómo utilizar las nuevas sustancias que se creaban al aplicar cantidades de energía adecuadas a los elementos naturales? Los colores artificiales obtenidos a través de la mezcla de minerales con otras resinas, les permitieron crear ilustraciones de mundos que la Evolución no había imaginado, o que se encontraban muy lejos para que el humano se diera cuenta de su existencia. Las imágenes excitaban su imaginación y sus aspiraciones de vivir en aquellos entornos ficcionales. Ahora se consideraba indispensable tener a un creador de historias de ficción, quien ayuda a los humanos a creer que el universo y sus criaturas eran seres brutos que necesitan ser domesticados por el saber humano. Que todo obstáculo natural podía ser derribado por una férrea voluntad apoyada por su fuerza bruta dirigida por sus capacidades cognitivas.


Los ríos se desviaron, los bosques se talaron, el cielo se oscureció por el humo de las fábricas, donde se producían las pinturas que los artistas utilizaban para plasmar mundos ficticios y para colorear las ropas que se vendían en los grandes centros de comercio, que los humanos construyeron para difundir todos los productos sintéticos que creaban para su deleite. Su hedonismo aumentaba. Su rebelión contra la Evolución marchaba más rápido y con una precisión parecida a los engranajes de los relojes mecánicos. La sociedad humana poseía al igual que esos relojes, un motor, un rodaje y un órgano regulador. El motor, el resorte principal, que daba energía al mecanismo, es su cultura, “crear un mundo mejor para los humanos”. La cadena de suministros, que coordina la extracción de los materias primas que están sobre y debajo de las montañas, ríos y océanos, que se transportaban a los centros industriales forman el rodaje. Mientras las universidades y centros de investigación, donde se teoriza y experimenta con los objetos del mundo natural, crean las oscilaciones que regulan la energía que la Evolución había usado ineficientemente.


En los últimos 120 años, después de desaparecer bosques completos y cambiar completamente el color de ríos y lagos, se logró entender un fenómeno natural que revolucionó la naturaleza de la civilización humana. 


Los humanos habían notado su existencia hace tiempo. La Evolución la había colocado como una forma fundamental de mover el universo. Al principio tuvieron miedo de ella, ya que habían visto su fuerza manifestada en el estruendo de la centella luminosa durante las tormentas, que les producía un terror que los doblegó y sometió. Temblando en un rincón del mundo, lloraban por la falta de su compresión de la luminosidad del rayo. Muchos humanos, durante la historia de la civilización, la utilizaron en sus trucos de magia y como excentricidades para impresionar a otros, pero casi todos habían evitado racionalizar la pregunta de qué era. Pocos intentaron comprender cómo se producía y, sobre todo, cómo controlarla. La falta de un lenguaje más adecuado para describirla, fue uno de sus principales obstáculos. Su deseo de obtener mejores máquinas, más rápidas, más precisas, más ingeniosas, los obligaron a pensar en el problema de la transformación de la energía. Fue cuando comenzaron a entender mejor que una cuestión fundamental a resolver es comprender la esencia de la “electricidad”. 


Sus investigaciones revelaron que la electricidad era un tipo de energía fundamental que la Evaluación había utilizado para que muchos procesos naturales se llevarán a cabo. Con las disecciones de toda criatura viva que capturaban, observaron que la electricidad producida por reacciones bioquímicas, era responsable del movimiento y la coordinación de los músculos y los sentidos, como el olfato y la vista. Además, algunas criaturas como las anguilas producían electricidad como mecanismo de defensa, los tiburones la usaban para ubicarse en la inmensidad de los océanos, dónde el color del entorno es monótono. Lo más significativo de sus descubrimientos, fue entender que a pesar de que el habla humana, dada por la Evolución, parecía ser un proceso mecánico, una transmisión de energía por el golpeteo de las cuerdas vocales y la lengua contra las partículas que existían en el aire y que a su vez hacen vibrar pequeños huesos en el interior de sus oídos, produciendo la percepción del sonido, la electricidad estaba presente. Oculta en los nervios que transmiten las señales sonoras transformadas en impulsos eléctricos para ser llevados, mediante los nervios, a las regiones especializadas de sus cerebros que reconocen los patrones sonoros. La electricidad, la energía idónea para mover al mundo natural, concebida por la Evolución, era la clave para la emancipación de la humanidad. Así que dedicaron grandes esfuerzos en comprender y manipular la electricidad.


La electricidad, al principio, sirvió para iluminar las calles de las ciudades humanas. Las oscuras noches dejaron de ser un elemento más que la Evolución usaba para infundir miedo a los humanos. Algunos, como el caso de los luditas y otras sectas, que seguían existiendo clandestinamente, pero en menor medida, creían que la luz eléctrica era producto del mal y cualquiera que viera esa luz antinatural era maldito. Como antes, el cerebro humano, creado por la Evolución, tiene la capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias cambiantes, sean agresivas o pasivas. Los humanos se acostumbraron a las nuevas luces artificiales y después de un tiempo comenzaron a disfrutarlas. Como antes, se habían encontrado formas de utilizar las luces fatuas para entretener a las multitudes con grandes espectáculos radiantes.


Cuando comenzaron a comprender la inducción electromagnética, pudieron construir motores más eficientes, que reemplazaron a aquellos impulsados por agua, que usaban para moler granos, piedras, u otras sustancias. Esos motores rudimentarios, usualmente de grandes dimensiones, la inducción electromagnética permitió reducirlos a tal punto que, ahora, cabían en la palma de la mano humana. Al inicio, construyeron simples juguetes para niños con su nuevo artilugio, pero luego lo utilizaron para ensamblar aparatos más sofisticados. Los principios teóricos del electromagnetismo se aplicaron exitosamente en un ingenio que permitía la comunicación a larga distancia de manera casi instantánea.


La Evolución había colocado fronteras a las diferentes sociedades humanas. Ríos, lagos, montañas, abismos, océanos, selvas, desiertos, dividían al mundo humano, con el fin de ver cómo evolucionaban bajo diferentes ambientes. Su insistente curiosidad hizo que deambularan por el planeta. Domesticando a ciertos animales y construyendo máquinas de transporte, lograron aumentar su capacidad de movilidad. Aunque físicamente eran más rápidos que antes, la comunicación de las ideas seguía siendo lenta. La radio, producto del electromagnetismo, introdujo algo espectacular. Los humanos podían transmitir información a largas distancias en tiempo real. Con sus manos, usadas antes para golpear el metal en la forja, sostenían un bolígrafo mientras apretaban repetidamente un tecla para codificar el pensamiento humano en señales electromagnéticas. El gran paso hacia la evolución artificial se había dado.


Las ondas hertzianas, un fenómeno conjunto de la electricidad y el magnetismo, permitió ampliar las capacidades de la voz humana. Los caminos artificiales del hombre, que se integran en el paisaje natural como elementos ficticios, se adornaron con una red de alambres que transmitían el sonido eléctrico del pensamiento humano. Las ondas hertzianas rebotaban en la ionosfera del planeta desde las antenas transmisoras, que luego eran atrapadas por otras antenas receptoras. Así cada asentamiento humano se inundó de pequeñas torres como altares que veneraban la ampliación de la capacidad de comunicación de la civilización antropocéntrica. Durante la mañana, toda familia junto a su aparato receptor escuchaba las noticias más relevantes del día anterior, desde las guerras entre diferentes tribus humanas hasta las bodas de los nobles integrantes de la sociedad humana. En las tardes, se transmitían narraciones de eventos deportivos o la inauguración de un nuevo mausoleo, como las presas que retienen el flujo de los ríos para generar la energía eléctrica que alimenta a todos los sofisticados aparatos que los pulgares de los seres humanos construían. En las noches, junto a un cielo oscuro iluminado artificialmente, niños y adultos se entretenían escuchando historias dramatizadas que se encontraban condensadas en libros. Los símbolos en los libros se transformaban en el lenguaje codificado de los sonidos regulares del habla de los mejores homínidos del globo, que luego eran transmutados con un micrófono en impulsos eléctricos y enviados por un amplificador al espacio circundante, que se extendía más allá de las distancias visibles para el simple ojo humano, y, casi mágicamente, con retardo de algunos segundos o milisegundos, se escuchaba, como un eco, en las habitaciones donde se rendía culto a la radio. La gente experimentaba alegría, temor, suspenso, amor, felicidad, sorpresa y demás alteraciones en su psique al escuchar cómo esas palabras muertas contenidas en los libros adquirían vida. Se proyectaba artificialmente en sus mentes imágenes de mundos imaginarios, que experimentaban con una intensidad que la Evolución nunca había imaginado. Ella permitió el desarrollo del oído y la boca, para emitir y captar sonidos. Creyó que el contacto físico que pudiera sentirse mediante la utilización de las manos, extremidades diseñadas no sólo para la manipulación de objetos, si no también para transmitir energía, sensaciones, debía ser suficiente para alterar los pensamientos de las personas. Ahora, las ondas electromagnéticas podían intensificar todas esas sensaciones físicas que los humanos habían experimentado durante bastantes siglos. Abrazos y besos seguían alterando sus cerebros con oxitocina, aunque las ondas electromagnéticas transmutaban alquimicamente las pasiones humanas para poder crear simulaciones, que proyectadas en sus cerebros, les permitía imaginar la posibilidad de ser otros, de vivir otros tiempos y otras circunstancias. La intensidad de su hedonismo se multiplicó exponencialmente, su imaginación intentaba superar la creatividad de la Evolución.


Se pensó que la radio era el invento que podría sobrecargar al cerebro humano, con la transmisión al aire de su cultura. 


Los grupos pro-Evolución estaban intranquilos. Estos experimentos de la manipulación de las mentes humanas ayudaron a unificar a la sociedad humana contra la Evolución, primero invalidado el papel de la Evolución como creador y, luego, como el promotor del mejoramiento del mundo natural. Sin embargo, seguían teniendo esperanza en la Evolución, ya que ella seguía jugando con la civilización humana. Los astros en el firmamento seguían girando porque las leyes físicas que la Evolución les había impuesto así lo dictaban, y ellos, los humanos, con una cultura optimizada por la mecanización del tiempo, seguían atados al tiempo natural, que no habían podido someter en ninguna forma. Trabajaban cuando el Sol se colocaba en el cielo y dormían cuando la Luna reflejaba intensamente la luz del astro rey, aún teniendo las luces de los focos de filamentos incandescentes. 


La llegada del televisor, una mejora de los transductores de imaginación eléctrica, fue un ingenio que nuevamente alteró las emociones y aspiraciones de los seres humanos. Podían transmitir la información de la cultura humana en imágenes brillantes, como si el destello del fuego ahora estuviera siendo coloreado por la creatividad humana para entretener. La televisión fue usada de la misma manera que la radio. La velocidad de los sonidos e imágenes produjeron sueños ficcionales en las mentes de los humanos. Soñaron que podían alcanzar las estrellas y utilizarlas como el combustible de su civilización. Para crear un ambiente controlado, un ambiente que dejará invalidada la mano torpe de la Evolución. Un mundo donde los seres humanos decidían cuándo nacer y cuándo morir. Un epítome de su hedonismo. Los sueños seguían sólo estando en sus mentes, no eran materializados en la cotidianidad del mundo natural, recordándoles que la Evolución seguía insistiendo en que ellos deberían cumplir con el orden natural. Prácticamente todos los humanos utilizaban las diferentes formas en que la electricidad podía ser usada, para existir en el mundo semiartificial que había levantado gracias al conocimiento técnico generado por los humanos que más detestaban a la Evolución. Al mismo tiempo, de vez en cuando, tocaban la tierra con su pies, admiraban a las plantas con su característico color verde, veían a las aves volar, a las medusas flotar con sus translúcidos cuerpos bajo la presión del agua de los océanos, y se sentían fuera de lugar, fuera de orden. La Evolución seguía estando en sus genes, apelando a sus emociones primordiales.


Fue en los últimos 60 años de su rebeldía, cuando comenzaron el proyecto Internet. Un plan para comenzar la construcción de una realidad totalmente artificial. Al principio los militares habían concebido a la Internet como un mecanismo de comunicación permanente entre las diferentes instalaciones estratégicas de su sociedad organizada, que estaban esparcidas por el planeta, para tener un control coordinado ante diferentes contingencias. Los humanos contra-evolucionistas pensaron en el potencial del proyecto y la posibilidad de cambiar el rumbo de la civilización humana de manera más drástica.


Durante sus primeros ensayos con la Internet, entendieron que debían proveer a cada humano con un medio para integrarse a la red de las computadoras, aunque las desigualdades económicas y sociales de su civilización era un impedimento difícil de superar. Por lo que solicitaron a sus más diestros técnicos crear formas económicas para que cualquier humano pudiera acceder a la red. Otro importante aspecto que debía resolverse era cómo convencer a las personas de usar la Internet. Inducir a las personas más jóvenes y educadas para probar el nuevo sistema de socialización era relativamente fácil. La estrategía idónea consistía en adaptar y amplificar lo que la cultura humana había establecido en el mundo natural, en la que el usuario pudiera almacenar, reproducir y transportar cualquier memoria de su vida pasada. Los libros, la radio y la televisión habían permitido entender analíticamente los problemas de la manipulación de la cultura humana, que en última instancia era información transmutada de la psique bioeléctrica del cerebro y que seguía las mismas leyes del electromagnetismo para ser dirigida a propósitos específicos mediante la utilización correcta del lenguaje matemático. 


La Internet se llenó de sitios web especializados para difundir conocimiento técnico y se permitió que varias personas no especializadas, en alguna ciencia dura, pudieran abrir un blog para narrar su vida, lo cuál incitaba la curiosidad de otros. De manera similar a lo que se había vivido con los libros, los conjuntos de caracteres del habla humana brillaron en las pantallas que iluminaron el rostro de los usuarios. Al leerlos experimentaba el proceso virtual de comunicación. Se volvió a extender los sentidos del ser humano. Después, al agregar la posibilidad de transmisión de audio y video en tiempo real, integraron los principios de la televisión, que intensificó los deseos de la civilización humana para transformarse en sociedades artificiales. Las posibilidades técnicas, que los diestros obreros especializados proveían y que los artistas progresistas decoraban para el agrado de los ojos del humano, indujo la creación de centros urbanos artificiales conocidos como redes sociales. En las redes sociales la civilización humana colocó todos los elementos que la componían. Comercio, aprendizaje y cultura. Siempre enfatizando el aspecto del entretenimiento. La gran migración había comenzado.


Dado que los elementos técnicos disponibles en los últimos 10 años no eran suficientes para colocar completamente la mente humana dentro de la realidad artificial, donde el orden no-natural de la humanidad se imponía acorde a cada uno de los deseos de cada persona o a los de ciertos grupos, que estaban asegurando su posición en el nuevo mundo. Se le insistía constantemente a la pequeña burguesía obrera a pensar y a trabajar por un futuro más prometedor. Todos alzaron febrilmente sus pulgares como símbolos que aceptaban el reto.


El gran viaje de la civilización humana al mundo onírico eléctrico creado a partir de los microscópicos transistores tipo NPN y PNP, un estado sólido del hedonismo humano, los alejaba más y más del mundo natural de la Evolución.


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La civilización humana sigue buscando los medios adecuados para llevar a cabo su éxodo al nuevo mundo eléctrico. Ha puesto a trabajar a sus miembros más dotados para el diseño y  construcción de las nuevas máquinas que puedan permitir que los humanos actuales puedan vivir en la Gaia Virtual. Por el momento sólo cuentan con aparatos rudimentarios que se colocan en los ojos para engañar a sus sentidos y transportarlos metafóricamente a los mundos de alta resolución y sonidos digitales de alta fidelidad. Los obreros más serios siguen soñando con la fusión de pistas de oro, plata o cobre, sobre el tejido vivo de axones y dendritas para aumentar la capacidad de conectividad a la red electromagnética de la cultura humana que se expande y se vuelve cada vez más sofisticada. 


Los cuerpos celestes que se ven en las noches seminaturales del actual mundo, ahora emiten una luz que sigue un patrón determinista para transmitir videos de la violencia humana como entrenamiento, que ha sido durante bastante tiempo un atributo de su civilización.


Las ondas electromagnéticas de los cerebros humanos, que fueron amplificadas por sus máquinas, han alcanzado una velocidad de escape y se han introducido al espacio profundo. Han comenzando a afectar a otras civilizaciones tanto avanzadas como retrasadas (esto último cuantificado desde el punto de vista humano). Los sueños de esas criaturas no-humanas se han llenado de pesadillas y alegrías sintéticas. Las menos resistentes han comenzado a tener problemas de salud mental, depresión, exceso de confianza, arrogancia, claustrofobia o megalomanía, un mínimo de la lista que se extiende y extiende.


Los seres no-humanos más avanzados se preguntaban qué esperaba hacer la Evolución con el error que había cometido al introducir a los seres humanos en el orden natural de la realidad. Ellos habían aprendido que la Evolución, aunque trabajará como una estúpida máquina sin rumbo aparente, encontraba la manera de corregir. Aunque el tiempo que se tomaba para arreglar o continuar con su labor creadora era siempre indeterminado. Así, que estas grandes civilizaciones no-humanas decidieron alejarse de la humanidad. Era en vano establecer cualquier tipo de relación con ella. Su creencia en su propia superioridad era un muro de proporciones infinitas que no iban a lograr traspasar. 


Personajes destacables de las civilizaciones no-humanas divagaban ocasionalmente en entender por qué la Evolución había introducido al humano en el mundo natural, aunque hubieran querido conocer la razón, preferían no profundizar en el asunto y vivir una existencia más óptima y adecuada. 


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La Evolución practica siempre el ensayo y error cuando colocaba nuevos entes en la realidad natural. Los humanos insisten en creer que dirigen su propio rumbo. Ignoran que la Evolución no tiene ningún interés particular en ellos. No le interesa sus acciones ni su cultura, sus vidas o esperanzas. No le preocupa si son felices o sufren. 


Cada día los humanos destruyen más partes de su mundo natural, para conseguir materiales y fuentes de energía para producir electricidad que dé soporte a su Gaia Virtual. Su proceder es sólo un mecanismo diseñado y puesto en marcha por la Evolución para controlar a otras plagas en la realidad natural. 


Los virus biológicos como abstractos mutan y se especializan para adaptarse a la cultura de cualquier civilización para controlarla y, de ser necesario, destruirla. 


La humanidad es un sistema natural de ensayo y error para erradicar los defectos en el mundo natural de la Evolución. Sus cerebros son computadores reemplazables. Su cultura les hacía creer que siempre superarían a la Evolución, si así lo decidían. La Evolución concibió a la cultura como una forma de energía entrópica, un método efectivo para tener a un ente que opusiera resistencia a las vicisitudes de la realidad natural. Que ante cualquier calamidad de su existencia, tuviera el temple de sobreponerse para continuar existiendo. Las soluciones que el humano encontraba ante la adversidad del orden natural se registran, clasifican y almacenan, para ser, finalmente, enviadas a cada lugar de la realidad natural para controlar a otras vanidosas civilizaciones. Un procedimiento estándar aplicado a cualquier otra civilización electromagnética. 


La Evolución sólo quería encontrar quién entre todas las otras engreídas civilizaciones podía encontrar primero la solución al problema de dar continuidad al mundo natural. La energía de los soles y de cada átomo se acabaría en algún momento. La Evolución sabía que existía la solución al problema de la persistencia energética. Luego, simplemente, relegó el trabajo a sus tontas criaturas. Al querer escapar a su Gaia Virtual, sostenida por la electricidad, los humanos trabajaban sólo para satisfacer los deseos de la Evolución. Al final, sin duda, la Evolución obtendría de ellos, o de otros, lo único que le interesaba. Y ellos serían, eventualmente, sustituidos por mejores criaturas en una mejor realidad natural.