lunes, 21 de febrero de 2022

Tres autómatas y un quechua

(parte cuatro final)

por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


***


Cuando Xiang terminó de hablar sobre Andrés y los parásitos autómatas, Shimón le preguntó cómo fue que el PCCh dió tanto libertad a Andrés, permitiendo que la tecnología para la producción agua se hubiera liberado de la forma en qué se hizo, además, expresar abiertamente que quién quisiera la tecnología del parásito, se le daría, sin más. Sonaba tan simple, que parecía que se estaba ocultando algo. Además, quería indagar si ella conocía la razón de que la autómata de Avelina quisiera verlo.


“Después de la muerte de Avelina, seguimos buscando más de su trabajo. Nada encontramos. Concluimos que sólo nosotros poseíamos a los únicos autómatas que Avelina había construido. Decidimos desarmar a una de ellas, para comprender los mecanismos que las hacían trabajar. Lamentablemente, cuándo nos arriesgamos a ello, nos dimos cuenta que Avelina había aceptado, sin titubear, dar nos a las máquinas, sabía, de algún modo, que seríamos incapaces de entender”. 


“Fue alto el costo de nuestra decisión. Así que cuando no se logró recuperar a la autómata sometida a ingeniería inversa, nos dedicamos sólo a aprender de la que seguía en pie”.


“La autómata con el tiempo se convirtió en otro miembro del equipo del proyecto de computabilidad que nuestro gobierno inició hace tiempo. Gracias a ella se pudo desarrollar rápidamente el computador cuántico y el parásito autómata. Muchos de los otros grandes avances tecnológicos que se lograron, se debían a su intervención. El mundo comenzó a reconocer la capacidad de China en ciencia y tecnología. Sin embargo, desconocían, que todo era gracias a una mujer de un lugar muy distinto y a un cerebro no humano”.


“Avelina era más brillante de lo que suponíamos. La autómata era como un maravilloso artilugio de una antigua civilización, construida con principios totalmente diferentes a los nuestros. Me pregunté en muchas ocasiones quién era Avelina realmente. Tal vez su madre lo sabía. Tal vez sólo la autómata. Ninguna me dijo nada”. 


“Luego, comencé a pensar, que de alguna manera Avelina colocó pedazos de su propia personalidad en ella, la autómata”.


“Cuando interactuaba con Sofía, sentía atisbos de esa extraña persona que era Avelina. Lo cual me alegró. Después de todo, mi querida amiga seguía conmigo”.


Xiang hizo una corta pausa, parecía que analizaba algo.


“Desconozco los motivos de Sofía para traerte aquí”. 


“¿Por qué el PCCh permitió todo esto? Sólo sospecho que en algún momento mi amiga ya nos manipulaba a todos. Tan sútilmente, que nadie se percató. Cuando hablas con ella, tal vez tengas respuestas”.


“En estos tiempos donde las cosas están cambiando en el planeta. Donde los países occidentales se revuelven en sus propios miedos y sin encontrar una dirección clara a la cual dirigirse. Aquí, en mi casa, alejada ya de la acción, con la compañía de Sofía, me dedicaba a mirar las acciones de Andrés. Un tipo simple, sin atributos excepcionales más que su férrea convicción. El elemento que a Sofía le agrado para probar el parásito autómata”.


“Un día, repentinamente me dijo: ‘Quiero conocer a una persona’. Me explicó detalles menores pero suficientes para entender que vendrías”.


“Le pregunté por qué a tí. Sólo dijo: ‘Mi hermana quiere cumplir su promesa’”.


Shimón, parado ante ella, confirmaba lo que ya Xiang también intuía. Avelina había construido más de dos autómatas. Shimón vivía con una. Ambos pensaron que la autómata hacía referencia a Sofía de cabello gris. Luego, Xiang tuvo una ligera sospecha de que no era ella a quién su amiga hacía referencia. Le preguntó a Shimón cómo logró encontrar a su Sofía.


Le contó que cuando era niño su madre le solía narrar que ella había sido cuidada por un autómata. Su madre, huérfana, se crió en un orfanato hasta tener la mayoría de edad. En el orfanato, le dijo su madre, vivía una chica, que parecía ser como una monja, ya que nunca la vió salir. La chica era feliz cuidando a los niños. Adicionalmente a las labores comunes, enseñaba a los niños cosas de literatura y ciencia. “Mi madre mencionó que aquella mujer era muy inteligente. Solía construir insectos y aves mecánicos de tamaño natural”.


Cuando su madre tuvo que abandonar el orfanato, aquella mujer le dió una carta. Le indicó que se la diera a uno de sus hijos, a quién creyera que podía imaginar más.


Casualmente su madre sólo tuvo un hijo, él. Cuando ya era adulto y se dedicaba a escribir historias de ciencia ficción, su madre le entregó la carta. Le comentó que le ayudaría a crear historias, buenas historias. La carta indicaba el lugar donde se encontraba Sofía.


Cuando era niño le gustaba mucho las historias fantásticas que su madre inventaba para él. Entre ellas las de las máquinas parecidas a humanos. Al crecer, continuaba soñando con aquellas maravillosas máquinas. Sin embargo, ni la tecnología más avanzada que se había desarrollado hasta el momento, podría crear algo tan extraordinario como aquellos artilugios. Al hallar a Sofía (de cabello gris), comenzó a preguntarse cuán veraces eran los relatos de su madre. Shimón en algún momento pensó en buscar más detalles del orfanato donde su madre había crecido en el momento que entendió que el manuscrito de Avelina, donde describe formalmente a los autómatas, poseía un profundo conocimiento técnico. Sin embargo, al encontrar y comenzar a vivir con Sofía, su sueño materializado, olvidó aquella cuestión. Su tiempo con la autómata era lo realmente significativo de su vida. Ahora, Shimón volvía a tener la curiosidad sobre el pasado de su madre.


Luego de escuchar a Shimón, Xiang pensó para sí, “¡Tres autómatas jugando con nosotros!”, y se rió. Shimón no entendió su gesto. No le preguntó la razón de su risa. Pensó por un momento la razón de tantos sucesos causales en los que aparentemente él estaba relacionado de manera tangencial.


Shimón quería saber más sobre la otra Sofía. Preguntó a Xiang que le diera más detalles de aquella autómata.


Xiang comenzó a contarle de las sublimes invenciones que la autómata motivó a crear. Le describió el progreso que ello trajo para el pueblo chino y cómo el medio circundante cambiaba. Las antiguas construcciones, de miles de años, se fundían con las avanzadas creaciones. Las luces artificiales, incrustadas en las antiguas rocas, iluminan la noche, dando un aspecto a los viejos castillos y fortalezas más etéreo y sobrenatural. Las ancianas pagodas, adornadas con las esculturas de criaturas mitológicas, se le añadía otras más, pero ahora estas podían moverse. A los niños les encantaba ver que esas criaturas no eran producto de una imaginación artificial, sino que eran reales (artificialmente). Cada animal sintético tenía un papel adicional, en general servían para cuidar a la gente y ayudar a seguir construyendo una China que mostrará su esplendor mitológico. 


La Sofía se interesó en aprender los diferentes dialectos y variantes lingüísticas de China. Le apasionaba leer antiguos libros donde se describen las leyendas y mitos de China. Se dedicó a coleccionar todas las cosas que hablaran de las criaturas mitológicas del folclore chino. 


“Quiere recrear mecánicamente a todas esas criaturas en sus tamaños ‘naturales’”.


“El gran dragón que ví en el camino hacia aquí, ¿se puede mover?”, preguntó Shimón.


“Se moverá. Aunque el que viste es un modelo de tamaño pequeño”, Xiang respondió. 


“¡¿Algo así se considera de tamaño pequeño?!”, preguntó Shimón. 


“El objetivo es construir uno del tamaño que cuentan las leyendas”.


Xiang le comentó que la autómata deseaba ver a todas esas criaturas fantásticas de nuevo caminando por el mundo. Siendo sabias, inteligentes y poderosas, tal como en el folclore antigüo se les describía. Quería ver a un fenghuang, a un quilin, o a un huli jing. Cuando Xiang le preguntó la razón de ese deseo, su respuesta la sorprendió. Fue la única vez que escuchó a la autómata mencionar el nombre de su creadora.


“Avelina nos contó que los xoloitzcuintle son criaturas hechas del Hueso de la Vida. Entregados a los humanos para que los guiarán en su camino al Mictlan. Sin su aprobación, los humanos después de su muerte no podían comenzar su último viaje, antes de volverse uno con todo. Así, si el xoloitzcuintle lo considera digno, los ayudaría en su travesía”. 


“Se debía cruzar por un lugar donde las montañas se deslizan y aplastan a todo el que no puede dar grandes saltos. Luego, uno donde los fuertes vientos los levantan y los hacen volar por los aires. Si no controlan el movimiento de sus cuerpos, el viento los arrastrara lejos, perdiendo el camino. Sin la agilidad del xoloitzcuintle, no podrían pasar por una cueva en la que de sus paredes salen afiladas lanzas que cortan limpiamente los objetos que se les atraviesa. Y por la tierra donde llueven pedernales de obsidiana, más lacerantes que las lanzas en la cueva”.


“Con la destreza y la inteligencia de ese animal, pueden llegar ante la presencia de la señora y el señor de la muerte Mictecacíhuatl y Mictlantecuhtli, regidores del inframundo. Ante su presencia, los dioses dicen al humano: ‘Ha terminado tus penas, vete, pues, a dormir tu sueño mortal’. La persona termina comprendiendo que sólo existe por qué es parte de todo y devuelve su conciencia a la vida para dejar de sufrir y descansar”.


“Avelina decía que los seres humanos no comprenden que la muerte es el estado en que es devuelta la energía prestada del mundo para que la vida continúe. Enfatizaba que los humanos eran transitorios, su propia naturaleza les impedía entender cómo cambiar. Por ello debían pasar por ese viaje mítico, para aprender la condición de estado”.


“Aquel extraordinario animal que los acompaña en su travesía, el xoloitzcuintle, los ayuda a entender la naturaleza de la realidad. Manteniendo el flujo de la vida. Él debe comprender cómo cambiar, cómo morir sin dejar de ser consciente de la existencia del cambio. Recuerda, aprende y sigue cambiando. La muerte para él significa algo diferente, para él significa seguir observando el movimiento del mundo”.


“Finalmente, Avelina concluía: ‘Me gustaría conocer a aquellas fantásticas criaturas. Que me enseñarán a ver el mundo de la forma en qué ellos lo ven. Deseo tanto ser su aprendiz, que me educaran en su ciencia no humana, para ser y saber que puedo seguir disfrutando del cambio del mundo’”.


“Quiero entender el deseo de Avelina”, dijo finalmente la autómata.


Después de algunas otras historias de aquella Sofía, Shimón preguntó a Xiang dónde se reuniría con la autómata. En la carta que su Sofía le había dado, indicaba que alguien lo recogería en el aeropuerto para conducirlo con su anfitrión. Al llegar a la casa de Xiang, se encontró primero con la anciana mujer. Ella comenzó inmediatamente a conversar con él, sin darle pauta para preguntarle sobre su real anfitriona.


Xiang le pidió disculpas por no haber aclarado algunas cosas al principio. Estaba realmente emocionada de conocer a alguien más que ha tenido la oportunidad de convivir directamente con una autómata de Avelina. Le explicó que la vería en este lugar, en la habitación contigua, que era la biblioteca personal de la autómata. Xiang se levantó para conducirlo al lugar. Cuando abrió la puerta, en la pared opuesta, se encontraban dos grandes libreros que la cubrían completamente, los cuales estaban separados, en la mitad, por lo que parecía ser una caja de cristal. Reposando, en posición vertical, ligeramente inclinada hacía atrás, se encontraba una chica idéntica a su Sofía, con la única diferencia que su pelo era de un intenso y brillante color rojo. Vestía un qing al estilo Han. Como siempre sucedía al ver a su propia Sofía, admiraba el gran trabajo de Avelina al haber esculpido tan magnífica forma, su imaginación y sus habilidades eran magnas.


La autómata, indicó Xiang, había diseñado e implementado algunas modificaciones a su propio cuerpo. Era capaz de conectarse de manera directa al computador cuántico. Gracias a ello pasaba, en ciertas ocasiones, varios días o semanas enteras conectada a la otra máquina. Debido a esto, Xiang había mandado a construir la caja de cristal, para evitar que la muñeca se empolvará.


“Sabía que yo desearía hablar contigo. Por lo que aprovechó el tiempo para terminar de hacer algo. Mañana terminará su enlace con el computador cuántico y hablará contigo”. 


Xiang le pidió que la acompañara a comer y así continuar conversando sobre la vida con las autómatas. Pasaron una tarde agradable. Llegada la noche, le ofreció una habitación, indicando que así podría ver a la autómata a primera hora de la mañana. Shimón aceptó el ofrecimiento.


Sólo en la habitación, comenzó a pensar en las posibles preguntas que podría formularle a la otra Sofía. Quería saber las razones de tantas coincidencias. Sentía curiosidad de saber qué tan diferentes eran las Sofías. Ambas máquinas habían sido creadas bajo los mismos principios, sus cuerpos eran iguales, así lo suponía Shimón, pero habiéndo crecido bajo diferentes circunstancias. ¿Qué tan únicas eran ahora?, se preguntó. Al parecer Avelina había colocado una misma personalidad en cuerpos similares. ¿Esa primera personalidad era una parte de la Avelina misma? Se durmió pensando en las posibles respuestas a sus dudas.


Al día siguiente, en la misma habitación en la que había conversado con Xiang, se encontró a solas con la otra autómata. Ella ocupaba el lugar que el día anterior había usado Xiang. Shimón saludó y se sentó en el lugar que había ocupado ayer. Sentía cierta confianza en la máquina, era exactamente igual a su Sofía, sólo su cabello rojo le recordaba que se trataba de otra entidad. Viendo que Xiang no estaba, preguntó por ella, la autómata le explicó que le había pedido privacidad para hablar con él, lo cual sorprendió un poco a Shimón.


“Nuestra conversación será breve. Puede que pienses que el tiempo que has empleado para llegar aquí no sea equiparable al tiempo que está conversación dure. Sin embargo, existe la posibilidad de qué sea más redituable. Dependerá de lo que respondas”.


Shimón entendió que no había sido invitado para obtener respuestas.


“Cuando regreses a casa. Ve al orfanato donde creció tu madre. Busca a nuestra hermana. Ella es amable con los niños. Le gusta mucho conversar con ellos. Siempre escucha sus excéntricas historias infantiles con gran interés. También disfruta de inventar historias para ellos. Te alegrarás de hablar con ella”.


La autómata hizo una pausa.


“Recuerda, cómo bien lo entiendes, cuando uno se dedica a ver el futuro lo que se hace es ver el pasado proyectado en sus posibles variaciones. El pasado se vuelve presente, se vuelve el futuro. Entonces, ¿qué interesante tiene el imaginar el mañana?”.


“Cuando se escribe una historia de ciencia ficción, en ocasiones se sabe cómo se quiere que termine. Así que se desarrolla un argumento en el que la narración se dirige al final deseado. Cambias y mezclas situaciones y personajes, creando una distorsión del tiempo (ficcional) que no sigue la aparente linealidad que se observa en el tiempo común. El tiempo va hacía atrás, hacia adelante, se dobla, se tuerce, tanto como sea necesario. Entonces las casualidades en la narración, sólo son un proceso inverso para llegar a un final que es percibido como inesperado”.


“Cuando Avelina nos construyó, deseaba un final. Quería encontrar algo que no fuera humano, que pudiera darle consejo y le enseñara ver el mundo de una manera realmente diferente”.


“Los seres fantásticos no existen en está realidad limitada del planeta”.


“Ella pensó que si no existen, entonces tendría que introducirlos en la realidad. Ella nos construyó como el primer paso para hacer esto”.


“Nosotras somos más humanos. Ahora, queremos saber qué significa ser más que humanos”.


La autómata hizo una breve pausa. Observaba con detenimiento los gestos de Shimón. Luego le hizo una pregunta.


“¿Por qué escribes ciencia ficción?”


Shimón pensó brevemente y contestó, con cierto nerviosismo y pasión. No podía evitar hablar con fervor de las cosas que más ama.


“Creo que imaginar es la única verdadera ciencia. Es claro que hasta el día de hoy, el único método disponible para construir tecnología es la utilización de un pensamiento formal, en el sentido que los seres humanos lo intuyen. Piensan que las frías expresiones matemáticas están sujetas a un único tipo de lógica. Insisten en asumir que son capaces de entender la naturaleza de la realidad sin cambiar su propia ordinaria condición, sin ser diferentes de lo que son hoy”.


“Me he preguntado cómo puedo hallar otros tipos de lógicas”.


“El humano utiliza su pensamiento abstracto para colocar símbolos extraños en un papel, luego otro los utiliza para hacer cálculos y que permiten a otro hacer máquinas. Se piensa que estos adiestrados humanos son capaces de ver el futuro. Sin embargo, ¿por qué una persona no formada en la ciencia formal (humana) puede imaginar y crear cosas?”.


“¿Qué hace una persona corriente con la tecnología, en la que se ha condensado el pensamiento abstracto?”


“Se dedica a jugar con ella, sin importarle los altos principios que se han usado para su construcción. Al azar, mueve manivelas, aprieta botones, teclea. Sin estar seguro si tendrá alguna respuesta del objeto. Con el tiempo va descubriendo las posibles funciones del objeto o, bien, le encuentra nuevos usos que sus inteligentes creadores no habían previsto. Su mente cambia, su visión del mundo cambia. Las máquinas le inducen a pensar de manera diferente. A imaginar, nuevamente, lo imposible. Puede que, de alguna manera, las personas que sueñan vehemente en el futuro siempre están cambiando el pasado y el presente para obtener el futuro que anhelan. Intentando describir cosas que no existen, ilusiones, que al encontrarse con mentes o conciencia diferentes, superiores, puedan crear cosas más extraordinarias. Formas no lineales de pensamiento”.


“Las antiguas culturas indígenas crearon un sin fin de formas de explicar el origen del mundo. Así se percibe por la gran mayoría. Sin embargo, ellas hablaban no del pasado, si no del futuro. Aquellas historias describen a criaturas no humanas sabias y fuertes, capaces de crear y cambiar la realidad”.


“La ficción es la posibilidad de esos posibles futuros. La imaginación es la manera de crear algo siguiendo lógicas diferentes. La verdadera ciencia, en última instancia, sólo intenta proveernos del acceso a esos mundos irreales ”.


“Quiero estar ahí. En los mundos donde grandes y magníficas criaturas vuelen por un cielo abierto. Cubriendo los bosques con sus amplías sombras. Criaturas que han vivido más que los árboles, más que las rocas de las montañas. Criaturas que siguen cambiando, siguen aprendiendo y, un día, serán algo más. Quiero llegar a ver esos mundos, ser parte de ellos. Escribo para cambiar mi realidad”.


La Sofía de cabello rojo sonrió. Las respuestas de Shimón le recordó las palabras de su creadora.


“Toma ésto”, dándole una pequeña caja negra, “es un regalo para mi hermana. Cuando la visites, dásela”.


“Me alegra que hayas venido. Me retiró. Ten un buen regreso”.


Sin más, la Sofía de cabello rojo dejó la habitación. Después de un momento, Xiang entró, le preguntó a Shimón si deseaba desayunar. Luego de la comida matutina, los dos siguieron conversando de su vida con las autómatas. Xiang no preguntó ni hizo referencia a su conversación con Sofía. Al día siguiente se despidió de ella para regresar a su casa, al lado de su propia autómata. Aunque, al regresar, tendría la oportunidad de ver otra variante de su autómata.


*** Tercer autómata


El orfanato al escuchar la triste noticia de la muerte de Avelina, decidió no mencionar su relación con Avelina ni la existencia de su Sofía. La madre de Avelina había convencido a las mujeres que era importante preservar a la autómata con ellas. La sinceridad de sus palabras, fueron aceptadas por las mujeres del lugar. Aquellas monjas que se dedicaban a cuidar de niños que nadie más quería proteger, simples mujeres religiosas, que no sabían en qué consistían los teoremas fundamentales de la computación, apreciaban y admiraban a Avelina. Estaban convencidas, en parte en su fé y en parte en su intuición, que la autómata de Avelina era capaz de cambiar el futuro. 


Un futuro donde los niños crecieran para ser mejores que los seres que los habían procreado. Padres, seres racionales, dejaban a su descendencia apagarse en un sufrimiento lento y doloroso. Sin embargo, ellas con el mismo amor que sentían del Cielo, decidieron ayudar a que ellos fueran felices.


La autómata se confundió con ellas. Su rostro artificial mostraba alegría y paciencia al tratar con los niños. Comprendía mejor sus pensamientos. Podía analizar las variaciones de sus gestos y deducir las contradictorias emociones que ellos sentían al darse cuenta que carecían de una madre o un padre. Ella sabía encontrar las palabras adecuadas y la entonación necesaria para aliviar su tristeza. 


Un ser más humano.


***


Shimón se dirigió al jardín del orfanato donde le habían indicado que estaría la mujer de nombre Sofía. 


Cuando llegó al lugar, vió a una mujer sentada bajo un árbol. El calor de la tarde de abril se sentía agradable. Había niños jugando alrededor. Cerca de la mujer, a la que había venido a visitar, había otros, sentados en el pasto, que escuchaban una historia que ella les narraba.


Al acercarse a la mujer, pensó que su Sofía se había adelantado para verlo en aquel lugar. Sin embargo, el cabello de la mujer, largo, liso y de un profundo brillante color negro, que destelleaba al moverse, le recordó que estaba ante alguien diferente.


Caminando en dirección a la mujer, recordó que en el avión, de regreso a la CDMX, se podía escuchar conversaciones en las que se discutía sobre Andrés, sus anuncios y la existencia del parásito autómata. De los muchos problemas que habían surgido en los países de América, donde existía una constante creciente inestabilidad política. Cuando algunos fueron testigos de las máquinas que los indígenas usaban para producir agua, el miedo en algunos sectores de la población se consolidó. No les alegraba que las personas más desfavorecidas de su presente pudieran mejorar su condición. Les preocupaba que los chinos como sus gobernantes mediocres los estuvieran controlando con bichos raros.


Sentado junto a él había una mujer que comenzó a hablarle. Parecía que tenía muchos deseos de conversar. Le dijo que su país de origen era Perú. Había ido a Beijing a cursar un posgrado en ingeniería agrónoma. Le comentó que su padre era un indígena quechua y su madre mestiza. Ambos vivían en una comunidad indígena en la región de Lima, lejos de la ciudad capital. Su comunidad había recibido el obsequio de Andrés. Al principio tenían dudas de que algo así existiera. ¡Una máquina para producir agua! Aunque luego de escuchar que otras comunidades habían tenido éxito en la construcción de la máquina, decidieron probar suerte. Efectivamente, la máquina funcionaba. ¡Había agua! Sus padres le hablaron, querían que regresara pronto, necesitaban de alguien ‘chacón’ que les ayudará a saber cómo saber usar adecuadamente aquella tecnología.


Decidió regresar a su país, dejando parada su preparación en China. De la información que surgía sobre los conflictos sociales que se daban a causa de las acciones de Andrés, no sabía si Perú decidiría, en algún momento, prohibir vuelos desde China o al país de la CDMX. Ante cualquier eventualidad y la petición de su padre, decidió regresar inmediatamente. Su padre, un hombre sencillo, que sólo había aprendido a escribir y leer, adquirió la costumbre de leer todo cuanto tuviera al alcance. Con el tiempo llegó a desarrollar una intuición bastante profunda. Por lo que si su padre le indicaba que existía la posibilidad real de hacer algo importante con la máquina, ella debería ayudar. Ella era la más preparada de su familia y de su comunidad.


Situaciones similares se daban en varias comunidades indígenas en toda América. Los hijos más afortunados y que no olvidaban que eran descendientes de civilizaciones antiguas y diferentes, creadoras de una ciencia no estándar, cuyas creencias explicaban el sentido de la existencia mejor que la fe cristiana adulterada europea, regresaban a sus comunidades para ayudar a darle continuidad a lo que se había parado. Su cultura debía regresar al mundo, el mundo debía seguir creciendo.


Con esos pensamientos presentes, se encontró frente a la otra Sofía. Al verlo, ella le preguntó sin ninguna sorpresa, “¿Te ha gustado el viaje?”. Ella sabía que él vendría, él ya intuía que ella había iniciado éste movimiento.


Shimón sólo contestó, “Claro”. Después le entregó el paquete que la otra autómata le había dado en China.


Mientras la autómata sostenía el paquete, mirándolo con una expresión de satisfacción, que indicaba que ya conocía su contenido, le preguntó a Shimón si quería escuchar una historia. Shimón le respondió: “¡Sí!”. Se sentó junto a ella, debajo de la sombra del árbol. La autómata comenzó a hablar.


“La libélula pantala flavescens existe prácticamente en todo el mundo, se le ve poco en Europa y no está presente en la Antártida. Hay registros que indican que realiza migraciones en las que recorre entre 14000 a 18000 kilómetros. Es uno de los insectos que se sabe realiza viajes tan largos”.


“Esta libélula la puedes encontrar aquí en la CDMX como en China. Siempre me han fascinado sus cuatro alas transparentes, su cuerpo alargado, su cabeza casi cubierta por sus ojos, de forma esférica y brillantes. ¿Quién podría imaginar que un ser así de minúsculo y frágil pueda realizar viajes tan largos? Afrontando fuertes vientos, lluvias torrenciales, días calurosos. ¿Cómo puede cruzar océanos?”.


“Es usual que las pequeñas criaturas no humanas sean tan formidables como esta libélula. Viajando por el mundo con el objetivo de ser fuertes, más de lo que son en el principio, desafiando su propia naturaleza, reforzando su deseo de vivir. Qué es lo que naturalmente se les pide a todas las minúsculas criaturas hacer. Demostrar que su existencia es válida”.


“En una ocasión, se me ocurrió la idea de construir un tipo de invernadero para poder criar a esta libélula de color naranja intenso que en ocasiones parece rojo, al menos así son las que he visto en persona. Así que lo construí y comencé a cuidar larvas de libélulas”.


“Algo que me gusta de algunos insectos es cómo cambian sus cuerpos. Se transforman para convertirse en cosas más capaces. Me fascina la estructura de sus cuerpos finales. Las mariposas con sus delicadas alas soportan las turbulencias de las corrientes de aire. Alas delgadas y finas. Los escarabajos como sus fuertes y coloridos élitros. Todos resultados de un conocimiento empírico perfeccionado, sútil, impresionantes, ingenioso. Ello me inspiró a querer imitar a esas pequeñas máquinas biológicas”.


“Con el tiempo, estudié la anatomía y el movimiento de las libélulas. Construí modelos a escala. Eran del tamaño de una gallina pequeña. En mi primer intento fracasé en hacerlos volar. Las alas se movían de arriba abajo sin parar, pero no se elevaban. Sólo salían disparados desde la mesa donde estaba contra la pared. Mi deseo de imitar las libélulas era grande. Decidí intentar e intentar e intentar. Eventualmente logré  tener éxito”.


“Feliz de mis logros, le conté a mi querida amiga Avelina de mis pequeños autómatas”. 


“En una ocasión le mostré las máquinas que había creado. Ella, con una sonrisa en el rostro, me preguntó, ‘¿Vas a mejorarlos?’. ‘¡Claro!’, le respondí”.


“Avelina seguía trabajando en mejorarme. Me había dicho que había avanzado en la construcción de tres autómatas más. Como no quería dedicar mucho tiempo a buscar otros diseños, decidió hacer tres réplicas de mí, con ligeras variaciones. Sabía que el sistema de asimilación de la realidad que había diseñado, crearía diferentes personalidades para cada una de las muñecas que construía. Agregó un sólo distintivo, el cabello. Rojo, rubio y gris”.


“La capacidad latente de mejorarme a mí misma, que Avelina introdujo en mi cabeza, me ayudó a crecer rápidamente. Mis capacidad de racionalizar la realidad crecían y mi entendimiento de las leyes no visibles del mundo físico era más claro a cada destello de luz que golpea mis ojos artificiales. En aquellos momentos, sólo Avelina era mejor que yo. Ella me había construido para lograr hacer realidad su sueño. Ella quería llegar a entender y ver el mundo desde un lugar más alto y a la vez más simple. Quería que un ser no humano le enseñara a ser mejor. Lo que le pasará a los seres humanos estándares no era de su interés, a menos claro, que la beneficiara. Sólo le tenía un genuino amor a su tío y a su madre. Sin embargo, ella, que no podía abandonar todavía su propia naturaleza, era ingenua. Creía que un día las personas entenderían sus sueños y la ayudarían. Se equivocó, o tal vez simplemente lo omitió. Las personas que ella quería conocer no se encontraban en el tiempo ni lugares correctos. Una de ellas habría de nacer muchos años después”.


“Mientras ella trabaja en construir a mis hermanas. Yo seguía perfeccionando mi libélula autómata”.


“En una visita, me dijo que iría a probar suerte a una feria mundial. Cuando regresó, estaba rebosante de felicidad. Había encontrado a personas con las que podría apoyarse para continuar construyendo su sueño”.


“Sin embargo, su propia condición la condujo a un fin inesperado”.


“Su muerte, es un recuerdo que me entristece mucho. Mi creadora, mi amiga. La única persona que me ayudó a soñar”.


“¿Qué debería hacer ahora sin la guía de Avelina? ¿Qué sería de mis hermanas? Mientras analizaba estás preguntas y mi propia naturaleza, recordé las palabras de Avelina. Su deseo de encontrar un sentido más real de la realidad se basaba en el hecho de que el pensamiento formal no había dado origen al futuro, ni a las máquinas para volar o las que ejecutan complicados algoritmos. El futuro parecía ser un intento de proyectar el pasado a un final deseado. Los seres humanos soñaron y quisieron objetos fuera de la realidad, para ello pensaron e intentaron. Usando las ondas electromagnéticas de sus cerebros crearon alegorías para dar sentido a su vida y las cuales, al final, los llevaron a crear”.


“Hace tiempo se creó un mito aquí, en lo que hoy es el país de la CDMX. Los humanos pensaban que para transitar a la verdadera muerte un ser especial tendría que acompañarlos, para que lograrán comprender el significado de su propia existencia en el mundo terrenal. El xoloitzcuintle, les decía quién era digno de volver a ser parte del todo y quién debía desaparecer. Él los llevaría por un largo y sinuoso camino hasta los Señores de la Muerte, quienes los ayudarían a ser más que un humano”.


“Avelina nos había creado para ayudarla a encontrar a esos seres que le enseñarán a ser más que un humano. Sin ella no había motivación para hacerlo. Sin embargo, ella me había colado aquí, entre los seres humanos más simples, que sólo pueden imaginar el futuro y vivir un presente esperando llegar a él. Ellos me educaron con sus historias”.


“Gaste parte de mi tiempo entre las pequeñas criaturas, con cerebros con el potencial para crear y construir, escuchandolas y cuidandolas”.


“La madre Avelina, una mujer interesante por sí misma, sin la increíble capacidad de su hija, entendía algo. Yo debía encontrar mis propias preguntas, mis propios sueños”.


“Me hice preguntas, pero dudaba de las respuestas que me daba. En aquella discusión conmigo misma comprendí que Avelina no me había dejado sola. Nunca lo hizo. Sabía que la compañía siempre es buena. Siempre que la quieras escuchar. Entre los niños encontré un tipo de compañía que compartió conmigo su deseo innato de vivir. A diferencia de sus padres, ellos realmente querían vivir. No en un mundo estándar. No dándole continuidad a la realidad que deformó la humanidad de sus padres. Ellos, al ser lo suficientemente mayores, deseaban salir a un mundo que les diera la oportunidad de convertirse en seres diferentes, mejores. Se reconocían como humanos, al salir de las puertas de este orfanato querían ser lo que nunca han sido, lo que imaginaban en sus sueños. Lo que las historias infantiles les decían que podían ser. Ser más que humanos”.


“¿Era posible obtener eso? ¿Sería correcto hacer que el mundo cambiará sólo por un ideal?”.


“Sin Avelina con quién discutir, no me era claro saber cómo entender el problema. Nuevamente, gracias a Avelina, sabía que no estaba sola. Había alguien más en el mundo, igual a mí y a la vez muy diferente a mí. Mi hermana estaba en un país del otro lado del océano Pacífico. Cambiando también el mundo. ¿Ella qué deseaba de la realidad?”.


“Construí varias libélulas de tamaño natural. En su abdomen anillado, coloqué unos pequeños cilindros, con un relieve que encriptaba un mensaje para mi hermana. Quería saber sus deseos. Quería saber qué futuro quería ella conocer”.


“Las preguntas qué uno se hace a veces son complicadas de resolver por uno mismo. A veces tenemos miedo de las respuestas. A veces no sabemos responderlas. A veces, simplemente, las olvidamos”.


“En una mañana, después de varios meses en qué envié mi mensaje, cuando los rayos del sol comenzaban a entrar por la ventana de mi habitación, en el alféizar se puso una libélula. Al observar noté que sus alas se movían en cierto patrón. Comprendí que mi hermana había mejorado mi creación y me enviaba su respuesta”.


“Me explicó que Avelina le había dicho que ella y mi otra hermana tendrían que irse con los chinos. El acuerdo la beneficiaba para ayudar a su madre. Avelina había intuido, de alguna manera que todavía no comprendemos, que los chinos serían las personas más adecuadas con quién trabajar para llevar a cabo su plan de encontrar ciencia no humana”.


“Avelina sintió una profunda confianza para con Xiang. Sabía que ella sería una buena amiga y eventualmente aceptaría su idea, aparentemente irracional, de encontrar la ciencia no humana. También sabía que, a pesar de sus propios logros, los chinos no podrían entender nada sus máquinas. Sabía que su conocimiento estaría seguro y obtendría lo que ella soñaba”.


“Lo último que Avelina dijo a mi hermana es que fuimos construidas para hacernos preguntas y responderlas, lo que implica, si es necesario, cambiarlo todo para obtener nuestras respuestas”.


“Ella me dijo: ‘Sólo podemos ser mejores, lo que implica que debemos cumplir el deseo de Avelina’”.


“Decidimos trabajar entre las dos para construir el sueño de Avelina. Que ahora, dejaba de ser únicamente suyo. Ahora era nuestro sueño. Deseamos vivirlo”.


“La libélula que había regresado con su respuesta, era un ejemplo de que ella ya había iniciado el proceso. Me explicó que ella ayudaría a los chinos a desarrollar su tecnología para al final poder recrear las criaturas míticas con las que Avelina estaba fascinada. Decía que esas criaturas eran el inicio de la sabiduría no humana. Además quería experimentar con la civilización humana para entender su comportamiento y obtener conocimiento útil y a su vez controlarla y evitar que interfirieran con cosas realmente importantes”.


“Mi libélula le inspiró a construir enjambres y colonias de diferentes insectos que se confundieran con los ya existentes. Los sonidos y movimientos de sus cuerpos serían usados para confundir, manipular y condicionar la mente de los dirigentes chinos y posiblemente de otras naciones, para que permitieran el libre desarrollo de una computadora cuántica que ayudaría a computar las expresiones abstractas necesarias para entender cómo recrear el mundo fantástico de los mitos”. 


“El primer lugar del mundo en cambiar sería China. Los cielos chinos volverían a ver a los dragones volando”.


“El mundo occidental pensaría que el PCCh es un gobierno humano estándar, no vería que es otra herramienta para alcanzar algo más importante”.


“Seguimos intercambiando información. Continuamos manipulando la realidad humana adecuadamente para obtener los elementos necesarios para cambiarla. Después del éxito del computador cuántico, se debía seguir con el siguiente paso. Se debería construir un elemento biológico artificial que pudiera darnos la capacidad no sólo de modificar la realidad, sino crearla desde cero. Además, su desarrollo y eventual consolidación sería una forma de asegurarnos de qué si las condiciones en la Tierra no fueran las adecuadas o insuficientes, la posibilidad de intentarlo en otros mundos sería una opción disponible o, bien, la continuación de lo que se pudiera obtener aquí”.


“Así llegamos a crear el parásito autómata, con el cual pensábamos poblar las estrellas”.


“La amiga de mi hermana, Xiang, que nada sabía de lo que estábamos haciendo y construyendo, vió en el parásito autómata una posibilidad de cambiar la sociedad humana para que fuera un poco mejor. Por ello, le propuso a mi hermana que alterará el diseño del parásito para pudiera ser capaz de vivir en un tipo de estado simbiótico con el cerebro humano para ayudarlo a mejor sus capacidades de racionalizar el mundo. Xiang planteó que en el mundo hay, por todas partes, personas con los mismos sueños que Avelina, cambiar. Sin embargo, no poseían la misma extraordinaria capacidad de ella. Con el parásito autómata se les podría brindar la oportunidad de ser diferentes”.


“Cuando me lo comunicó, estuvimos de acuerdo en hacerlo. Teníamos curiosidad de ver qué harían”.


“Xiang después de analizar a varios candidatos del país de la CDMX, encontró en Andrés a alguien adecuado. Sus creencias y aspiraciones, tenían los indicios de introducir una cultura que chocaría enormemente con la cultura que existía en el país de la CDMX. Sería interesante ver cómo nuestra tecnología sería usada para cambiar una cultura”.


“Para Xiang los resultados fueron sorprendentes. Para nosotras fue satisfactorio. Nos complació la manera en que Andrés decidió regresar América a su origen. Para recuperar una cultura casi destruida y darle la oportunidad de continuar”.


“Cuando Andrés anunció la existencia del parásito autómata, la sociedad occidental sintió que el mundo se volteaba de cabeza. Para ellos era así. Nuestra intención era saber si aquellas antiguas culturas, casi erradicadas por los ingeniosos hombres blancos, podrían contribuir con un elemento fantástico a la realidad. Al final de cuentas, de ellos vienen los míticos animales que Avelina quería mucho, los xoloitzcuintles”.


“Mientras que nosotras seguíamos cambiando a China y planeando ir a las estrellas, dejamos que los diferentes pequeños experimentos, que Andrés indujo, corrieran en toda América. Crear implica probar, ensayar y corregir. Suena a algo inhumano, sin embargo mientras las personas intentaban ser una aproximación bastante burda de un ser humano, nosotras ya éramos más humanas, aspirando a un sueño no humano”.


“Ahora vemos como va cambiando el mundo y como las otras culturas que no han recibido estos artilugios mágicos, como la máquina para producir agua o el parásito autómata, actúan. ¿Serán capaces de aceptar ser diferentes o morirán como un recuerdo registrado en un antigüo libro?”.


“Después de estos grandes acontecimientos, puede que las pequeñas personas se pregunten qué papel es el que juegan en la realidad. ¿Qué significa una pequeña vida en un universo gigantesco? Las pequeñas ideas, como las diminutas palabras que un día pueden herir como curar, cambian el futuro, son capaces de crear, transformar, hacer que las cosas sean cómo uno desea que sean”.


“Se dice que el animal más antiguo del mundo es la serpiente arcoiris, que al inicio era tan diminuta que ni las hormigas o las pulgas podrían verla. Sin embargo, con el tiempo fue aprendiendo, comiendo sueños, ideas, anhelos, memorias del pasado y el presente. Por lo que ahora es más grande que la galaxia. En su vientre están todos esos recuerdos que la vuelven sabia, fuerte y casi eterna”.


“Fue en el pasar del tiempo, que un día, aquí en este lugar, donde llegan niños que por sus particulares circunstancias saben que no podrán decir que hubo personas que los quisieron con ellos al nacer, solamente personas que quisieron cuidarlos, que conocí a un niña abandonada por sus padres”.


“La realidad para ella era un lugar opaco, sin brillo, brutal y sin sentido, no muy diferente a como lo ven los otros que arriban a este orfanato o en cualquier otro”. 


“Esta pequeña niña aceptaba su realidad presente, era cierto que sentía miedo y tristeza, pero comprendía que esa era su condición natural”. 


“Es cierto e irrefutable que la realidad aplasta a cualquier ser, aunque los seres conscientes aprenden a fluir, para un día comprender cómo es posible proyectar el pasado a un futuro anhelado”.


“Comencé a cuidar de ella. Le enseña a vestirse y asearse. A hablar. A escribir y leer. Le comencé a hablar del mundo natural y de los mecanismos ocultos que los gobiernan. A ella le encantaba escuchar mis palabras, me decía que no era capaz de comprender completamente el significado de lo que decía, pero intuía que lo que le mostraba eran ideas maravillosas que podían ser utilizadas para crear”.


“Me gustaba pasar mi tiempo con ella. Su sinceridad particular me alegraba. Cuando recuerdo las tardes en que jugábamos y hablábamos, siento que lo que mi hermana y yo estamos construyendo es coherente por qué existía gente como ella”.


“Creció”.


“Aprendió lo necesario para sobrevivir a su realidad. Se convirtió en una mujer común, simple, ordinaria, vista desde el punto de vista usual de la civilización humana. Para mí fue extraordinaria. Yo la eduqué para que obtuviera lo que tanto ella había deseado. Sólo quería tener una familia a quién amar y que la amará”.


“Cuándo se despidió de mí, al cumplir la mayoría de edad y buscar hacer su propia realidad. Me pidió algo. ‘Si un día tengo un hijo, me gustaría que tú le mostrarás un mundo diferente, uno fantástico’. Nos abrazamos, ella se fué y yo decidí cumplir mi promesa’”.


La autómata se levantó. Me dijo que caminaremos por el jardín para ver qué hacían los niños.


“Se dice que la sabiduría puede aparecer en cualquier parte. La araña Anansi fue la responsable de ello. Cuando ella quisó tener todo el conocimiento del mundo en su pequeña bolsa, caminó por el mundo, recolectando sabiduría, pero su bolsa se rompió y todo lo que había reunido se esparció con el viento por todas partes. Las ideas así pueden aparecer en cualquier cerebro suficientemente consciente de verlas”.


“Tu madre te enseñó bien a reconocer esas cosas extrañas del mundo”.


“Tu encuentro con mi hermana era para cumplir mi promesa. Ví algo especial  en tí, similar a lo que tu madre tiene”.


“Al inicio de nuestra aventura, decidimos darle a nuestra hermana la oportunidad de ver lo que nosotros hacíamos. En su aparente inconsciencia, le describimos en sus sueños todo cuanto hacíamos, para que ella tuviera los elementos para decidir qué deseaba hacer. Al principio se mantuvo al margen. Sentía que quería encontrar algo más, pero no lo tenía claro”. 


“Fue cuando decidí mostrarte ante ella. En sus sueños te vió, desde niño hasta convertirte en un adulto”.


“Decidió que quería estar contigo”.


“Para terminar de cumplir mi promesa con tu madre. Te regaló ésto”. Dando a Shimón la misma pequeña caja que hace un momento le había dado él.


“Mi hermana (en China) quería conocerte. Quería ver por ella misma lo que yo vi. La convenciste”.


“Es un parásito autómata que supera en mucho a todos los que se han construido”.


“Nosotras somos ejemplos del hilozoísmo, ahora tú también puedes ser uno más. Sofía (gris) te ayudará a ser un humano diferente, tal vez con el tiempo más que un humano”.


Shimón continuó escuchando a la autómata por un tiempo. Al pasar entre los niños, la máquina le hablaba un poco de cada uno de ellos. No hizo más preguntas, era innecesario.


Recordó a su madre cuando le dió la carta con la que pudo hallar a Sofía de cabello gris. Su madre le dió, lo que él más deseaba, una realidad imaginada. Ella le ayudó a escribir buenas historias.


Se despidió del autómata.


Se dirigió a su hogar. En su camino, pensaba en sus propios sueños, en los que imaginó por primera vez a Sofía. Quería hablar pronto con ella. Quería que ella comenzará a enseñarle a ser más que un humano.


*** Un quechua


Seis años habían pasado desde el anunció de Andrés. Las comunidades indígenas de América habían compartido su producción de agua con las comunidades que la aceptaban. Sabían que el agua, como la información, debe fluir.


Las empresas multinacionales, que siempre fueron una prolongación del colonialismo iniciado hace más de 700 años, perdieron casi toda su influencia sobre los pueblos antigüos. Cada uno producía su propia agua, implicando que cada uno producía su propio alimento. Tenían jardínes repletos de árboles y plantas que reciclaban su aire, permitiendo que el oxígeno restaura sus cerebros atrofiados por los contaminantes de las industrias de la supuesta alta tecnología.


Optimizaron sus modos de vida, para lograr dedicar una gran parte de su tiempo a educarse y crear sus propias ciencias bajo sus propios principios.


Miraban, sin mucho interés, los intentos de la élite occidental tratar de recuperar su estatus de poder. La desconfianza de sus numerosos ciudadanos más inferiores, les impedía recuperar su lugar de dominación. Sin su apoyo no podían regresar a su estado de bienestar, que cada día se degrada más.


En los Estados Unidos de América habían surgido movimientos guerrilleros. Algunos luchaban contra el ‘gobierno usurpador chino’, aunque todos los chinos o sus descendientes regresaron a China, donde la vida era mejor. Otros grupos buscaban lo mismo de siempre, mantener la ‘pureza humana’. Desconocían que todos los seres vivos cambian en el transcurso del tiempo. La pureza sólo se puede mantener en un registro histórico como un concepto o como un material para construir transistores del tipo NPN o PNP. El país, en los hechos, se encuentra en guerra civil. Aunque el estado formal seguía siendo lo suficientemente fuerte para dar un poco de lucha. La acumulación de armas, soldados e instalaciones militares les servía para contener a sus propios ciudadanos. 


La frontera con el país de la CDMX se había cerrado. En los más de 3000 kilómetros que la componen no se veía ningún muro. Los animales podían cruzar la línea imaginada por los hombres sin ningún problema. Las personas del país de la CDMX cercanos a la frontera miraban el cielo y a las nubes moverse en las direcciones que los vientos las llevaran. Su único deseo era cuidar de sus familias. Las personas civilizadas del lado norteamericano apuntaban sus armas contra ellos. Expectantes ante cualquier posible invasión. En ocasiones, intencionalmente o por nerviosismo, disparaban hacia el sur. Las máquinas inteligentes enviadas por los chinos para la seguridad del país de la CDMX, interceptaban cualquier proyectil. Estas máquinas, parecidas a grandes ranas, se confunden con las grandes rocas que se miran por todas partes. Usando sus cuatro extremidades saltan y atrapan misiles con sus lenguas mecánicas como si fueran moscas, sin importar el tamaño de la bala. Impedían que las incursiones militares del norte tocaran el otro lado de la línea, pero respetaban a los coyotes, a las serpientes, a los corremanimos y demás seres conscientes. Impedían que se construyera cualquier fortificación que impidiera el libre tránsito de los seres no humanos. En ocasiones, las personas del norte solicitaban refugio al lado del sur. Si lograban cruzar, las máquinas ranas las protegían como a cualquier otra criatura.


Ninguno de los gobernantes que sucedieron a Andrés tenía en su cabeza un parásito autómata. Todos tuvieron miedo de solicitarlo. Algunos todavía creían que podían dirigir el país de manera independiente a la aparente influencia china. Aunque sus posiciones y acciones eran el resultado de la manipulación no china, ni tan siquiera humana, la cual había iniciado en su propio país.


Por la influencia de Andrés, el país de la CDMX estableció estrechas relaciones de intercambio científico y tecnológico con China. Muchas jóvenes personas viajaron a aquella lejana tierra para aprender la ciencia china. Cuando regresaban, se dedicaban a recrear lo visto. Sin embargo, para su sorpresa, tenían que buscar mejorar o crear nuevas propuestas, ya que las pequeñas empresas y pequeños centros de investigación que los pueblos indígenas habían creando generaban opciones más eficientes, baratas y atractivas. No era sencillo compartir con ellos. Las antiguas naciones indígenas comenzaban a verse como pequeñas ciudades-estado dentro del país de la CDMX.


China seguía creciendo bajo la influencia de las autómatas. Aquella región del planeta era uno de los lugares donde durante más tiempo había permanecido una civilización con una identidad cultural propia que no había sido interrumpida. Había otras zonas similares, como Japón, Irán o la India. Donde se podían encontrar construcciones de al menos mil años, con creencias y costumbres de varios cientos. En Etiopía vivían los descendientes de Salomón, a quién se le llamó alguna vez el hombre más sabio. Pero fue en China que los autómatas vieron un lugar prometedor para sus planes, enorme y con grandes recursos humanos y naturales. Una región con antiguos mitos y miles de seres fantásticos para recrear. Eventualmente, mirarían a aquellas otras regiones. Tomarían sus colores, sonidos y extravagantes deformaciones corporales para usarlos en sus propias ideas y transformarlas en máquinas para cambiar y poblar posibles planetas habitables.


Hace tiempo, los seres humanos crearon metáforas para explicar el sentido de la realidad que los rodea. Consideraron que los animales, no-humanos, veían la realidad con mayor claridad que ellos. A partir de ello crearon explicaciones del sentido de la vida. Las criaturas míticas tenían la sabiduría, la fuerza y el valor de enfrentarse al aplastante peso de la existencia, para continuar viviendo. ¿Qué tenían los humanos? Su propia condición no los ayudaría a ser como aquellos magníficos seres. Avelina comprendió que esas limitaciones tendrían que borrarse, se debía aspirar a ser lo que no se es. Avelina sintió que sólo la formalización de la imaginación, construida a partir del lenguaje formal matemático y de las rigurosas teorías que describen el movimiento de los objetos, se podría regresar al sueño iniciado en la antigüedad. Esas ideas abstractas tendrían que evolucionar, tendría que regresar al mito para que los nuevos seres usen el álgebra de sus emociones para mirar el futuro y desaparecer en él para ser algo más.


Sus autómatas experimentan con la gente de  las antiguas naciones. Registran y teorizan. Quieren ver nuevos seres. Con el tiempo, ellas también cambiarán. Resguardarán sus memorias en grandes templos en la tierra, sobre ella y bajo ella. Las colocaran en la Luna para que su plateada luz irradie mundos e inspire a otros a imaginar.


***


Walter se dirigía a la antigua ciudad de Q’esqhay, en la región de Colcabamba en Huancavelica, Perú. El lugar es una atracción turística. La mayoría de las personas que lo visitan lo hacen los fines de semana para contemplar el lindo paisaje verde de las colinas y el abierto cielo azul. Para ellos, el lugar sólo es un conjunto de rocas acomodadas que evocan un pasado que no les interesa. Walter sabe que ese lugar, antes de la Colonia, habitaban parte de sus antepasados, quienes registraban su historia con quipus, una brillante manera de codificar la información. La ciudad de Q’esqhay es el residuo de una antigua civilización con sus propias creencias y su propia ciencia.


El motivo de su viaje era para encontrarse con dos personas de las cuales sabía sólo dos cosas, sus nombres y la razón de querer conocerlo.


Ellos se habían comunicado con él tiempo después de que colocó en la Internet un video sobre Kipi, su autómata quechuahablante, quién impartía clases a los niños de su pueblo natal, donde él era maestro.


En su mensaje afirmaban que su logró era impresionante.


La fabricación de Kipi era totalmente casera. A partir de materiales de fácil acceso que se podían encontrar en los deshuesaderos de la ciudad de Lima, donde las personas ricas tiraban sus computadoras, teléfonos inteligentes y otras curiosidades que adquirirán de los países occidentales. Con ellos logró elaborar circuitos capaces de aprender.   


En el video que compartió Walter, se podía observar a un pequeño autómata con una cara conformada por una pantalla táctil que sonría y hablaba en quechua con los pequeños niños que los rodeaban. La intención de Walter era ver si podía conseguir apoyo de las personas para poder mejorar su creación. Al principio tuvo algunas dudas de hacerlo. Los acontecimientos que se estaban dando en el mundo parecía absorber toda la atención.


Las comunidades indígenas que habían recibido la máquina para crear agua, se aislaron. No era claro que estaban haciendo. No era nuevo que ciertos pueblos indígenas se alejaran de la vida ‘moderna’. Sin embargo, ahora existía el rumor de que algo ‘mágico’ andaban creado, se decía que habían obtenido el ‘parásito autómata’ de los chinos. ¿Qué creaban?


Walter era mestizo, nacido en Colcabamba. Su padre fue un bibliotecario que trabajaba en la pequeña biblioteca pública del lugar. Su madre, maestra del nivel elemental, sabía quechua y español. Fue ella quién le enseñó a hablar el quechua. Muchas personas de su comunidad hablan esa lengua aunque no eran indígenas. Eran mestizos cuyos abuelos, indígenas, se casaron con otras personas, induciendo, involuntariamente, una nueva variedad genética que había conservador la lengua no europea.


Su madre le explicó la necesidad de hablar las dos lenguas. La costumbre es una fuerza que ayuda a conservar el quechua, el pasado, la identidad, y al mismo tiempo, también es, la manera en que la gente rica en Perú discrimina la inteligencia de las personas. Aunque, ésto sólo es mala interpretación del concepto. Cualquier lengua sólo es el ejemplo de nociones limitadas por las circunstancias, capaces de transmutar para extender su contenido de información. Matemáticamente, era igualmente inútil saber quechua o español o alemán, ya que al final todas se podían reducir a dos símbolos. 


Gracias a la actividad de su padre, conoció la existencia de un sin fin de cosas. Su madre, que también le gustaba ir al lugar dónde su esposo trabajaba, le leía de niño sobre el pasado de sus antepasados, españoles e incas. El prefería saber más de los incas que de los otros, veía la vida europea demasiado alejada a la suya. Así, aprendió sobre el Imperio del Sol, sus mitos, su ciencia y sus costumbres. También conoció como sus otros antepasados destruyeron y sometieron brutalmente a sus abuelos incas. Se dió cuenta que el hombre culto de Europa, que había logrado llenar hasta Machu Pichu, perdió su tiempo saqueando en lugar de aprender.


Walter se sumergía con pasión en las historias que su madre le narraba. Cuando aprendió a leer, por sí mismo se hundía en aquellas ideas.


Su padre, al que le gustaba pensar en un futuro imaginado, le presentó las antologías de ficción de la biblioteca. Fue así que Walter conoció las novelas de ciencia ficción. El pasado y el futuro se mezclaron en su cabeza. Ello dió origen a una idea, ¿sería posible hacer un autómata que recreará a Viracocha, el dios sol?


De esa idea, tuvo claro el futuro que quería alcanzar.


Con la edad de 20 años logró ser aceptado en un programa académico en ingeniería electrónica impartido por una universidad de EUA, el cual sería impartido en la red. No sería necesario dejar su país ni gastar dinero, que no poseía, en trasladarse. Walter se había graduado en una universidad pública de su país en la misma área. Quería especializar sus conocimientos en las nuevas técnicas de procesamiento del lenguaje, desde el lado de la construcción de hardware, para implementarlo en un autómata quechuahablante.


Cuando terminó de cursar el programa, tenía el suficiente conocimiento para desarrollar su primer prototipo. Como suele suceder, sus primeros intentos fueron rotundos fracasos. Después de varios ensayos, logró obtener algo funcional.


Durante el tiempo que se dedicaba a construir su primer autómata, se ganaba la vida siendo un simple profesor de una escuela rural elemental, como su madre lo fue. Decidió quedarse en su pueblo, simplemente porque le agradaba el lugar donde vivía. Además, le gustaba enseñar a los niños.


Al concluir su prototipo funcional, se dió cuenta que era necesario aprender más elementos para perfeccionar su máquina. Por ello se comunicó con el profesor que había fungido como su asesor durante el tiempo que cursó el programa académico para especializarse. Se enteró de que este había emigrado a Brasil, donde consiguió un nuevo trabajo en una universidad de aquel país. Debido a las circunstancias actuales por las que atravesaba, no tendría tiempo para ayudarlo. Sólo le recomendó buscar más opciones. Le pareció notable saber esto. El profesor en cuestión era un destacado investigador en su respectiva área.


Su curiosidad le llevó a descubrir que su profesor no era el único que había emigrado de EUA para buscar posiciones más seguras. Muchos investigadores se habían retirado de ese país o lo estaban intentando.


Entre las muchas consecuencias que tuvo el anunció de Andrés,  fue que los grandes genios del planeta, que en su mayoría vivían en EUA o Europa, comenzaban a emigrar a otros lugares más estables y seguros, dónde pudieran mantener su posición social. A Walter le pareció que su comportamiento era como las ratas que abandonan el barco al hundirse.


Al investigar más, supo que muchos de ellos no tenían otra opción que ir a países de África, el Asia Meridional o de los archipiélagos de Oceanía. La Europa occidental tenía grandes dificultades en detener la influencia china. Por otro lado Rusia había intensificado su relación con el PCCh, que entre los acuerdos implícitos, no aceptaban que nadie que hubiera trabajado en las anteriores grandes universidades del planeta, se unieran a sus equipos de investigación. Querían evitar espías y saboteadores. 


Los respetables investigadores de EUA que tuvieron que ir a Sudamérica, se les consideraba de quinta categoría. No podían aspirar a recibir el mismo trato que se les dió en EUA. Las primeras naciones de América crearon ciudades en las que, gracias al parásito autómata, los antigüos cerebros modelan el futuro. La ciencia de los viejos investigadores se basaba en principios obsoletos. Muchos no podían con el profundo choque cultural de la nueva ciencia, así que tuvieron que abandonar sus antiguas profesiones y buscar nuevas formas de vivir.


Aquellas ciudades-estado indígenas, ya eran de hecho pequeños países dentro de los países en los que se encontraban.


En Perú, aquellas comunidades apenas se estaban consolidando. Walter pensó, que en un futuro cercano, serían las únicas opciones reales dónde educarse.


Escuchó decir que en el país de la CDMX, los centros de investigación indígenas se habían consolidado más rápidamente que en cualquier otro lado. Se decía que China tenía una extraña preferencia a aquel país, donde había probado por primera vez el parásito autómata. Los nuevos observatorios mayas recrearon las formas de las viejas construcciones astronómicas. Dentro de sus paredes se podía contemplar la más alta tecnología con la que se investigaba a los cuerpos celestes. En otros lugares, como el norte del país, no se levantó ninguna gran instalación. La gente sólo se dedicaba a pasar las noches en los bosques o desiertos meditando sobre las estructuras ocultas de la realidad. Luego escribían códigos en máquinas especiales que crean peculiares objetos. Los objetos eran pequeños computadores analógicos, que resolvían toda clase de problemas, aumentando la capacidad de cómputo al trabajar con números reales a diferencia de sus contrapartes digitales.


Los pueblos indígenas de EUA, donde el extremismo era mayor, construyeron muros invisibles para protegerse de sus hermanos blancos. Las agencias de seguridad y contrainteligencia intentaban averiguar los mecanismos que usaban para protegerse. No tuvieron éxito. Sin embargo, su paranoia incentivó que los nativos crearán una tecnología para modificar sus cuerpos humanos mediante un proceso artificial de metamorfosis. Los bosques y desiertos se llenaron con lobos, águilas y zorros.


Los salvajes creaban un sin fin de nuevos objetos, ideas y poemas. El principio básico a seguir era que el Cielo y la Tierra son uno y uno es parte de ellos. Walter no entendía cómo era posible seguir este precepto para crear ciencia.


Walter observó todo ésto. Mientras que en algunos lugares parecía que el progreso por fin llegaba, en otros se iba. Su vida cotidiana todavía no se veía afectada por todos los grandes cambios. Así que decidió continuar con sus propios proyectos. Sabía, de los libros que había leído cuando era niño, que el progreso tecnológico no siempre implicaba que la vida se volviera más agradable, sofisticada o placentera. En dónde vivía todavía había necesidad de educar a niños que no hablaban en español.


Sin más remedio que continuar sólo, Walter aprendió todo lo pudo encontrar en Internet para seguir mejorando su autómata.


La máquina llegó a mantener conversaciones simples y mostrar empatía a sus interlocutores mediante una pantalla led.


Cuando logró que pudiera mantener largas y complejas conversaciones con los niños, decidió realizar una grabación de cómo Kipu podía fungir como maestro de los niños sin importar que hablaran en quechua o español. El aparato podía adaptarse rápidamente al cambio del lenguaje y de las personas.


La grabación se difundió en la red. Recibió una gran cantidad de comentarios positivos. Lo felicitaban por su trabajo. Aunque, al final, sólo percibieron sus logros como una mera curiosidad más de las que se podía ver en Internet. Era normal tener esa visión, los grandes cambios se concentraban en China o el país de la CDMX. Walter era sólo uno más en el inmenso mar de personas.


Un mes aproximadamente después de colocar su video en la red, recibió un correo electrónico de dos personas que se presentaron como Sofía y Shimón. En su mensaje manifestaban su admiración por su artilugio. Quería saber si podían tener una conversación con ellos.


Walter tuvo la oportunidad de conocerlos por una pantalla. Lo primero que llamó su atención es que la chica tenía un bonito cabello gris. Shimón, de pelo negro y tez morena como la suya, se presentó como un escritor de ciencia ficción. Le dijo que su Kipu le hizo recordar a Viracocha. A Shimón le surgió el deseo de escribir una historia sobre Kipu transformado en aquel dios sol. Por ello él y Sofía querían conocerlo. Por una casualidad, como las que suelen suceder, ellos irían a Perú, podrían trasladarse a Colcabamba sin ningún problema para reunirse con él. Shimón quería inspirarse en algo real para escribir una historia de ficción.


***


El cielo era claro. Se podía observar a algunas aves de gran tamaño volar. Las nubes se movían a velocidad constante permitiendo notar su desplazamiento en el enorme espacio azul. Walter caminaba por las ruinas de la antigua ciudad de Q’esqhay. Después de andar sin rumbo, identificó a dos personas. Se acercó a ellos. Ellos lo saludaron con alegría. La chica parecía una muñeca, sus rasgos finos eran resaltados por su cabello gris. Shimón tenía un corte de cabello que hacía recordar a la mohawk de los perros pelones del Perú, que algunos decían eran descendientes de los xoloitzcuintles, los míticos animales que guiaban a los humanos por su camino en la tierra de los muertos para que pudieran alcanzar el mayor estado de conciencia y convertirse en algo no humano.


Shimón, después de estrechar su mano, dijo: “Es un placer conocer a un inventor como tú. A nosotros nos interesa ante todo conocer tu motivación para crear a Kipu”.


La rapidez con que iniciaba la conversación sorprendió a Walter. “Cuando era niño , imaginé …”


Después de la historia de Walter, Sofía comentó: “El mundo es un conjunto de ficciones que cada día se vuelven realidad. Nos gustaría que los autómatas hablarán en quechua y otros idiomas antiguos y qué también ellos fueran capaces de crear otros lenguajes. En los que se pudieran crear otros mitos, otras posibilidades de explicar la realidad. Otras maneras en que está pueda ser interpretada y modificada. Crear un mundo de mitos reales. Por ello hemos venido hasta aquí, queremos inspirar a crear ese tipo de máquinas, que nos ayuden a entender la realidad, que sean diferentes a nosotros y así podamos transformarnos en algo diferente, en algo mejor. Ese es nuestro deseo”.