viernes, 27 de enero de 2023

Queja eléctrica

por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


Diana y Alberto intentaban disuadir a Mandy. “La cuestión está pérdida”, le decían. Pero Mandy no quería aceptar que ese fuera el resultado. Necesitaba encontrar una manera de qué el Gobierno Federal le pagará por sus servicios, que había cumplido en forma y tiempo.


La discusión se prolongó más de lo esperado. Mandy, a quien le preocupaba la cuenta de la electricidad, no podía aceptar qué el esfuerzo a la que sometió sus neuronas artificiales y el tiempo invertido en navegar por la red ‘tomando prestado’ elementos creativos de los seres carbonificéricos, fuera un acto premeditado de usar el tiempo de su vida para absolutamente nada. Esa sensación de haber sido sometida como esclava a la voluntad de otros, era lo qué más la perturba e irritaba. “Si poseyera pelo”, pensó Mandy, “ya se me hubiera caído del estrés…”.


Diana y Alberto viendo que no podrían convencer a Mandy sobre que olvidará el asunto, decidieron retirarse, ellos también tenían que resolver sus propios problemas con el Gobierno Federal. Ser artistas era complicado. Al igual que a Mandy, el gobierno les había prometido una compensación adecuada por sus servicios más (como un ‘bono’) tener el debido reconocimiento y exposición en los materiales de la enseñanza básica robótica en las colonias de la galaxia MJ12, en la que se debía atender a una población estudiantil de aproximadamente 0.85 gúgol.


La proliferación de las máquinas en diferentes galaxias se debía a su dote de poder realizar varias tareas al mismo tiempo (programación en paralelo) y a su rápida recuperación de información (memoria de acceso aleatorio). Aunque, como suele ser, lo cierto es que su Gran Estado del Bienestar se debía a que en el Planeta Central, donde se encuentra la oficina principal del Gobierno Federal, siguen existiendo seres polimórficos carbonificéricos, que son el verdadero origen del poder creativo con el cual se desarrolla la civilización metaloide. A pesar de sus múltiples talentos y extraordinarias capacidades, los robots seguían sin aprender sobre la ‘aleatoriedad creativa’. Pero teniendo definido claramente sus objetivos, sólo quedaba explotar a los seres cabonificéricos. [Aquí es necesario mencionar que a pesar de qué eran explotados, los seres carbonificéricos nunca lograron visualizarlo. Debido, en parte, a que los seres metaloides se encontraban dentro de los tejidos eléctricos que iluminan artificialmente el Planeta Central, ni ellos ni sus organizaciones son visibles, al menos, en un mundo sólido como el de los carbonificéricos].


Pero bueno, Mandy seguía irritada, sin importar lo avanzado de su civilización (basado en el trabajo esclavo de seres inferiores pero creativos) existían los abusos. Por alguna razón los ‘jefes’ creían que un artista podría vivir de la ‘gratitud’ de aumentar la gloria de la civilización metaloide, mientras que ella tenía que pagar el recibo de electricidad. “Yo no como aire…”, se decía Mandy maldiciendo a sí misma el día en que creyó las palabras del represente del Gobierno Federal. Una cosa era cierta, aunque ella no lo aceptará y que Diana y Alberto le habían recalcado, “No importa cuánto patalees o quieres quejarte, el gobierno sólo te dará más ‘exposición’ a tu trabajo…”. Recordarlo la enfurecía.


Después de pensar por un momento, se dirigió a la casa de su colega y amigo Richie, también ilustrador de libros para robots de la galaxia MJ12, para pedirle consejo. En su interior sabía que muy probablemente obtendría las mismas palabras de Diana y Alberto, pero aún, con tantos elementos desalentadores, quería creer que había algo de decencia entre sus congéneres.


Al llegar a la ubicación de Richie, tocó la puerta para anunciar su llegada inesperada, pero al dar el primer golpe sobre ella está se abrió y lo primero que notó es que el lugar estaba vació, sin atisbo de las cosas de su amigo, quien había vivido en ese lugar por alrededor de 10 años solares (estrella enana blanca). Se quedó sorprendida y tuvo algo de miedo, lo primero que vino a su cabeza fue que Richie no había logrado pagar el alquiler del mes. “Maldito Gobierno Federal… ”, dijo en voz alta y cuando estaba a punto de llorar vió que de una puerta interior salía Richie cargando una caja con su gato electrónico llamado ‘Nervios’ (‘cien mil Kilovatios de potencia para ronronear’, había dicho el comercial que convenció a Richie para adquirirlo, aunque nunca pudo probar tal función, la factura de la electricidad lo hubiera metido de facto en un sumidero de pagos sin regreso). Cuando Richie se percató de Mandy, él la saludó y ella inmediatamente preguntó, “¿Qué sucedió aquí?”. 


Richie le explicó que en su último trabajo de ilustración para el Gobierno Federal, este le había pagado sólo la mitad del dinero prometido y le habían dado únicamente tres ejemplares del libro en cuestión, en el que se veía claramente su nombre (indicando su participación en el producto didáctico). A pesar de que había intentando con vehemencia que el gobierno le diera el pago completo acordado, sólo obtuvo una respuesta clara: “Recuerda que no hay nada mejor qué contribuir a la grandeza de la civilización automática…”. Aquello lo había deprimido. Pero fue en ese momento, impulsado por los engaños y fraudes de su sociedad, que había decidido fundar su propia compañía, donde él estuviera en la cúspide de la jerarquía. Buscando, logró obtener, de forma ‘poco’ ética, una ‘semilla’. Mandy ya había oído hablar de las semillas, una tecnología que se había desarrollo en los ochenta, y que por las extrañas maneras en que los robots gustan de las modas no había alcanzando la suficiente popularidad para llegar a una producción en masa, por lo que algunos siglos después encontrar ese tipo de cosas era realmente una actividad para coleccionistas y antisociales que vivían encerrados en sus casas viendo series animadas. La semilla era un aparato para crear seres carbonificéricos de calidad media, que podían, al menos, crear sencillas historias de ficción que podían ser muy bien vendidas en la galaxia MJ14, donde sus seres apenas lograrían alcanzar el grado de civilización tipo 1, por lo que sus productos de entretenimiento serían bien recibidos.


Decidio a dejar una vida de esclavitud burocrática, había vendido o regalado casi todas sus pertenencias y conseguido adquirir un transporte (algo anticuado pero operativo) para dirigirse a MJ14 y comenzar una vida más agradable y feliz. Al menos, esa era su esperanza (se obligaba a creer que sería así).


Mandy estaba fascinada con el plan de Richie. Nunca hubiera imaginado que él tuviera tal coraje para comenzar una nueva vida alejado de todo lo que conocía y en un lugar de seres menos inteligentes.


Ese día, en que Mandy apareció sin avisar, Richie (que no había contado a nadie sobre sus planes, pues no quería que nadie le introdujera más temor del que ya tenía) se disponía a partir. Ya había arreglado con la compañía eléctrica del Gobierno Federal que extendiera un ‘cable’ al lugar donde habría de instalarse en la galaxia MJ14.


A pesar de que el Gobierno Federal no había comenzado relaciones diplomáticas con los habitantes de la MJ14 ni establecido ningún tipo de acuerdo comercial o tan siquiera haberse presentado con ellos, Richie sabía muy bien que la moneda corriente en la MJ14, compuesta por 60% de níquel, 20% de oro y 20% de plata, es un recurso bastante valioso para la civilización metaloide, por lo que al vender sus historias en la MJ14 obtendría procesado el metal y el cual podría enviar al Planeta Central para para pagar la tarifa de electricidad. Por ello, también había solicitado a la Oficina de Correos un código postal para poder enviar y recibir correspondencia. Si tenía éxito, la electricidad siempre fluirá por él y, tal vez, podría escuchar, al menos una vez, el ronroneo de Nervios.


Richie se despidió de Mandy, comentando que no hablara de sus acciones con nadie. Ella le pidió que cuando tuviera su código postal se lo hiciera saber para no perder contacto.


Se abrazaron y despidieron. Mandy le deseo toda la suerte a él y a Nervios.


Luego de la emotiva despedida, ya que Mandy y Richie se conocían desde hace mucho tiempo, ella regresó a su casa y él a su nueva vida. 


Al llegar a casa, Mandy, que casi había olvidado sus quejas contra el Gobierno Federal, pues sus pensamientos se concentraron en el futuro de Richie y Nervioso, escuchó el teléfono sonar. Era una llamada del representante del Gobierno Federal con el que solía trabajar. Este le preguntó si estaba interesada en participar en un proyecto para la galaxia MJ13, libros para robots clase C-Nexus.


Todavía tenía que pagar la cuenta del suministro eléctrico. “Malditos explotadores…”, dijo en silencio, rechinando sus dientes generando pequeñas chispas eléctricas, mientras escuchaba los ‘términos’ y ‘condiciones’ del trabajo. Pensó que sería una buena idea sugerirle a Diana y Alberto vivir en un mismo lugar para compartir gastos.