miércoles, 12 de enero de 2022

Tres autómatas y un quechua

 (parte dos)

por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


*** Segundo autómata


Abril de 1970. El modelo 107, basado en la tecnología proveniente de la URSS, fue el primer computador funcional de propósito general construido por ingenieros chinos. La hazaña lograda se debía en parte al genio y compromiso de Xia Peisu.


La larga guerra contra Japón y los conflictos internos, dentro del vasto territorio chino, había dejado, a inicios del siglo XX, un país sin la tecnología adecuada para defenderse de las constantes intervenciones políticas y militares de las naciones occidentales. La falta de conocimiento técnico-científico también afectaba la vida ordinaria de la población, quien en su mayoría moría de hambre por la ineficiencia de los mecanismos empleados para procesar los recursos naturales. Las refriegas armadas contribuyeron con otro tanto de cadáveres. Los proyectiles seguían trayectorias mal calculadas y las esquirlas volaban en direcciones aleatorias. 


La exitosa construcción del modelo 107 era un ejemplo del compromiso existente por cambiar la situación del país. Sin embargo, también demostraba la gran dependencia tecnológica de China con la URSS. Se podía construir maquinaria compleja, más no desarrollarla o inventarla.


***


La construcción de elaboradas máquinas de cómputo requiere de la colaboración de varios cerebros hábiles, pero es usual que existan singularidades o nodos sobresalientes. Personas que no necesariamente son más inteligentes o talentosas, adquieren relevancia por su carisma o encanto y por su ubicación aleatoria en lugares y tiempos precisos. Otras veces, tanto su brillantez, su determinación y una suerte que les sonríe, los dotan de notoriedad. Xie Peisu fue la persona singular en el desarrollo de los computadores chinos.


Nacida en Chongqing el 28 de julio de 1923. Siendo sus padres maestros, recibió tutela desde su casa, por lo que no asistió mucho a la escuela para los cursos de los grados elementales.


Sus habilidades analíticas pudieron notarse cuando al graduarse de la preparatoria Nanyu logró posicionarse como la mejor novena estudiante del país en 1940.


Durante la guerra que China sostuvo contra Japón y que duró ocho años, en la que se perdieron millones de vidas de ciudadanos comunes y de otras criaturas, la ciudad de Nanjing, anterior capital de la República China, fue tomada por los japoneses al inicio del conflicto bélico en 1937. 


Las personas que lograron escapar de Nanjing se refugiaron en Chongqing. En el mismo lugar se estableció la Universidad Central Nacional, que a pesar de su obligado traslado continuaba atendiendo estudiantes. Fue en esta universidad que Xie, en 1941, decidió cursar el programa de ingeniería eléctrica. Al graduarse, en 1954, conoció a Yang Liming, refugiado también de Nanjing, quién trabajaba en la universidad como profesor de física. Su atracción fue inmediata y así comenzaron una relación.


A pesar de que tuvieron que separarse, sus sentimientos mutuos nunca mermaron. Xie había decidió mudarse a Shangai para cursar estudios de posgrado en el Instituto de Telecomunicaciones de la Universidad de Jiaotong, mientras que Yang se dirigió a la Universidad de Edinburgh, en Europa, para estudiar un doctorado bajo la tutela del eminente Max Born.


Después de dos años, Xia se trasladó a la Universidad de Edinburgh, donde se reunió con Yang, para realizar su doctorado en ingeniería eléctrica. Obteniendo el grado en 1950, con una disertación titulada ‘Sobre los parámetros oscilatorios en circuitos eléctricos y un análisis gráfico para sistema no-lineales’, en el que desarrollaba metodologías que podían predecir de manera precisa las variaciones en la frecuencia y amplitud dentro de los sistemas electrónicos. Lo cual tenía un amplio espectro de aplicaciones en sistemas donde se regula la frecuencia eléctrica, como lo que se encuentran en la radio, la televisión o los computadores.


En el mismo año que obtiene el grado doctoral, Xia y Yiang se casan en Edinburgh. Pero ambos mantenían el fuerte deseo de ayudar a su país, por lo que regresaron a China en 1951.


Xie obtiene una posición en la Universidad de Tsinghua, donde continúa con sus investigaciones en el área de telecomunicaciones.


En 1949, el Partido Comunista Chino (PCCh), el cual se había consolidado como gobernante del país y que estaba liderado por Mao Zedong, tenía en sus manos una nación que sufría de graves rezagos. China era una enorme extensión de territorio donde vivían sólo campesinos, sin posibilidad de desarrollar una economía e industria propios. Todas sus infraestructuras languidecían rápidamente. Y cuyos problemas se incrementaban con la llegada de la Segunda Guerra Sinojaponesa.


El gobierno del PCCh se mantenía apenas a flote, sin posibilidad para invertir en el desarrollo del país y su defensa militar. En tales circunstancias, el país oriental estaba a la merced de las naciones capitalistas, que veían grandes oportunidades para hacer dinero de la miseria en que vivía la población china. Sin embargo, tal como un antigüo proverbio chino establecía, ‘cuando el viento sopla, el pasto se inclina’, las naciones occidentales que pensaron que podían lucrar con la pobreza y el sufrimiento chino, tendrían que inclinarse.


Los Estados Unidos, que habían dado su apoyo al partido Kuomintang, contrincante del PCCh durante la Guerra Civil China, negaría su ayuda a un gobierno que iría en contra de sus intereses. Por lo que China tuvo que voltear su mirada a su vecino más cercano y también más afín. Mao y el PCCh estrecharon las manos con Stalin y la URSS.


El bloque soviético considerando que era una oportunidad tener a China de aliado, estuvieron complacidos de brindar su apoyo económico, científico y tecnológico. En el área científica se incluyó los temas sobre la computabilidad.


Xia se involucró en la colaboración sinosoviética cuando el matemático Hua Lougeng la visitó en la Universidad de Tsinghua, para reclutar la en su propio grupo de investigación en la Academia China de Ciencias (ACC). Así, ella se convirtió en uno de los tres miembros fundadores del proyecto de computabilidad chino. Su trabajo comenzaría desde cero. Nunca antes se había discutido el tema por los investigadores chinos, ni tan siquiera se había impartido algún curso en computabilidad en alguna universidad china.


Durante tres años, el equipo de Luogeng desarrolló sus propias ideas para diseñar un computador. El PCCh, al inicio, no consideró relevante construir la tecnología. Fue hasta el acuerdo ‘Protocolo a largo plazo para el desarrollo de las ciencias y la tecnologías nacionales entre 1956 y 1967’ con los soviéticos, que el PCCh y el ACC consideraron prioritario la construcción de un computador propio, como uno de las cuatros objetivos principales para el desarrollo de China. Las posibles aplicaciones del computador iban desde la construcción de infraestructura a la defensa nacional, en donde se incluía la posibilidad de desarrollar armas nucleares.


El camino para lograr tales objetivos era intrincado y bastante largo. Se requería consolidar y entrelazar el trabajo de varios campos de conocimiento, para crear y establecer una industria de la computabilidad. Eran necesarios matemáticos, ingenieros, físicos, como vendedores y burócratas, todos trabajando en un objetivo final común. En el caso de Xia, su preparación en electrónica y matemáticas la habían convertido en una candidata idónea para el desarrollo inicial del proyecto.


En 1956, formando parte de una delegación china en Moscú y Leningrado, Xia aprende aspectos sobre la investigación, producción y educación en el área de la computabilidad. A su regreso a China, traduce del ruso al chino un manual de mil páginas que sirve como un libro de referencia para impartir cursos de computación a los estudiantes chinos. En el mismo año, apoyada por la ACC, Xia imparte en el Instituto de Matemáticas y el Instituto de Física la primera clase sobre teoría de la computabilidad. Debido al creciente interés en alcanzar resultados funcionales, se crea el Instituto de Tecnología de Computación, donde Xia imparte cátedra de 1956 a 1962, para formar al personal especializado necesario para la continuidad del proyecto.


Para el año 1959, cuando el equipo de investigación de Xia había logrado la construcción de los modelos 103 y 104, basados en los equipos soviéticos M-3 y BESM-II, la colaboración sino-soviética se disolvió. La razón es simple, cada uno deseaba ser el líder del comunismo global. Equipos, materiales y, sobre todo, las ideas dejaron de fluir.


Algunos versados en los temas geopolíticos vieron el alejamiento entre China y la URSS como un buen ejemplo de lo inoperante de las políticas seguidas por las naciones comunistas en comparación, con las formas de las naciones occidentales capitalistas. Sin embargo, los hechos pasados (o presentes) siempre se deberían entender no en su propio presente, más bien como las proyecciones de un pasado en un futuro (incierto).


Los grandes sabios blancos, de los países ricos occidentales, habían olvidado (intencionalmente) que en China el lenguaje escrito se había inventado alrededor de dos mil años antes de Cristo. El Sutra del Diamante fué impreso el 11 de mayo de 868, mientras que la imprenta de Gutenberg apareció en 1450. La continuidad de la cultura milenaria oriental sólo acabaría si China, India, el Tibet, o Mongolia desaparecieran.


Además, los deseos y la imaginación crean la noción de realidad. El futuro es una modalidad del tiempo bastante peculiar. Debido a su propia naturaleza imita al pasado y el presente, y en muchas ocasiones a ambos. El futuro transmuta lo posible y lo irreal en el presente. Su peso imaginario cae gracias a los sueños de los seres conscientes. Su manto caracterizado por las superficies klenianas, que aparenta un antes y un después, solo posee una cara. Así, la realidad fortuita llevaría a China a convencerse de sus propias capacidades para computar el futuro y así lo hace. Aunque las máquinas la colocarían en el lugar adecuado en los momentos precisos.


Al encontrarse solos, los chinos continuaron por su cuenta, estaban resueltos a lograr que el proyecto fuera un éxito.


Xia estaba convencida de que el proyecto no debía verse sólo como un reto intelectual, sino como una necesidad para sobrevivir y convertir a China en un país próspero, en el que sus habitantes pudieran disfrutar de los beneficios de la tecnología. Al ser testigo de la ‘Gran Hambruna’, su determinación de obtener tecnología útil y funcional se incrementó. La muerte de millones de personas, causada por la falta de conocimiento para enfrentar el sufrimiento natural de la vida humana, reafirmó su idea de que computar las adversidades futuras mejoraría las posibilidades de tener una vida estable. Así, en el caso de la Gran Hambruna, se hubiera podido analizar y mejorar los métodos de extracción y procesamiento del acero y hierro, incluso plantear la creación de nuevos materiales. Los menús en las comunas populares se hubieran elaborado con un sentido analítico, que proveería de nutrientes suficientes y satisfacería el paladar. Las teorías erróneas de Trofim Lysenko se hubieran simulado en el computador, en lugar de implementar de manera agresiva, evitando desperdiciar recursos. Además, con la ayuda de las compuertas lógicas que forman los circuitos del computador, el entendimiento de las relaciones ecológicas de los diferentes seres que forman los ecosistemas se habría profundizando, para notar que todo ser vivo juego un rol para generar el equilibrio que permite la supervivencia de los más aptos. Los políticos podrían haber valorado numéricamente sus ocurrencias y visiones, optimizando la pérdida de cerebros y manos hábiles, que pudieron ser empleados en actividades más redituables.


Los trabajos emprendidos por el equipo de Xia fueron de un éxito a otro. Su capacidad de cómputo pasó de las diez mil operaciones por segundo con el modelo 104 a 20 millones por segundo con el modelo 150AP. Cada logró era una motivación para educar a más jóvenes ingenieros y científicos, que pudieran mejorar lo que ellos habían construido. Además, ellos serían los que iban a introducir la tecnología en las actividades industriales de cualquier índole, con lo cual se podría mejorar la calidad de productos y servicios que a su vez crearán bienestar en la población.


Los logros alcanzados por el equipo de Xia eran un orgullo de la identidad china, por ello las delegaciones de otros países, principalmente las naciones blancas capitalistas como los Estados Unidos, que visitaban China para observar el avance alcanzado, ignoraban y demeritaban estos logros. Los norteamericanos (de muy al norte) pensaban que su IBM representaba la cúspide más alta del conocimiento sobre computabilidad. Sin embargo, de la misma manera que el blanco ignora los pensamientos del negro, todos ignoraron las palabras de Anansi, el mítico heróe negro, que cuando fue una araña comprendió que ‘la sabiduría existé en todo el mundo, por lo que puede aparecer en cualquier tiempo y cualquier lugar’.


***


La Feria Mundial en Corea del Sur, en 1988, era la ocasión para que Xia pudiera ver los avances de los otros países en el área de la cibernética y su capacidad de computabilidad. Sin embargo, debido a asuntos familiares, que no podía postergar, decidió no asistir. En el evento, una de sus estudiantes más brillantes, Xiang, encontró algo que la maravillaría hasta el día de su muerte.


Haber adquirido aquellos autómatas, fue algo que cambió su manera de pensar sobre el desarrollo de la teoría de la computabilidad y sus implicaciones en la realidad. A pesar de la alegría que le producía estudiar esos maravillosos ingenios, recordaba que había perdido una gran oportunidad. El sentimiento de tristeza la afligía en aquellas ocasiones. ¡Cómo deseaba haber podido conversar con Avelina!


***


Xiang caminaba por los pasillos, viendo las mesas de exposición de cada uno de los proyectos. Cuando una captó su atención. La mesa era bastante modesta, casi seguramente el tamaño mínimo entre todas las demás. Sólo había una persona, una mujer delgada de largo cabello negro y piel ambar. No fue la apariencia latina que llamó la atención de Xiang, era cierto que no había visto a otro como expositor en la feria, sino las dos muñecas de tamaño natural que exhibía.


Las muñecas de tamaño natural poseían rasgos finos, ambas eran idénticas con sólo la diferencia en el color de su cabello. Una lo tenía rojo y la otra rubio. Se podría decir que eran esculturas impresionantes, desprendiendo un cierto grado de erotismo de las suaves formas de sus cuerpos. Lo qué hizo preguntarse a Xiang cuál era la razón de que estas estilizadas figuras estuvieran en lugar como éste, una feria donde se encontraban los dispositivos tecnológicos más avanzados del momento. Al acercarse, para observarlas con mayor detalle, una de las muñecas abrió los ojos y comenzó a hablar. Xiang no entendió las palabras de la muñeca, pensó que el juguete era una broma. Le preguntó, en inglés, a la chica latina sobre lo que había dicho la muñeca. “Buendía, ¿estás interesada en nosotras?”, fue lo que la muñeca le había dicho en español. La chica le pidió a la muñeca que repitiera la misma frase en inglés, chino y japonés. La muñeca lo hizo. Lo cual impresionó a Xiang. Luego la chica le pidió a Xiang que le hiciera más preguntas en el idioma que ella considerara adecuado. Por lo que Xiang comenzó a cuestionar a la muñeca en chino. Cada una de sus preguntas fueron contestadas en chino aunque con un marcado acento latino. Xiang, intrigada con el artilugio, comenzó a preguntar a la chica, quien se presentó como Avelina de la CDMX, una ciudad ubicada en un país en Latinoamérica que se encuentra colindante al sur con los Estados Unidos, sobre lo qué era la muñeca.


Xiang, al principio, pensó que la muñeca sólo era un conjunto de tuercas e hilos movidos con gran maestría, una broma elaborada para ambientar la feria. Sin embargo, después de escuchar a Avelina, comenzó a pensar que estaba parada frente a los autómatas más avanzados que jamás se hayan construido. Aparatos que mostraban que cualquier objeto en la feria u otro lugar era demasiado rudimentario. Los detalles técnicos que Avelina proveía, sobre el funcionamiento de los ingenios, parecían tener coherencia pero escapan a su entendimiento. Pensó que Avelina era un tipo de charlatán bien entrenado, aunque al intercambiar más palabras, en chino, con las autómatas, la duda aparecía.


Xiang se alejó de la mesa de Avelina, le comentó que pronto regresaría para seguir hablando de sus máquinas.


Por la tarde, Xiang regresó a la mesa de Avelina, en donde esta seguía sola. Notó que las personas se acercaban a ver sus muñecas, aunque no mostraban mucho interés. La bella apariencia de las muñecas atraía, pero como los asistentes a la feria eran serios hombres de ciencia y negocios no podía consumir su atención de maneras inadecuadas. Ya habría tipo para ello y se daría en otros lugares.


Esta vez, Xiang había venido acompañada por otro estudiante de Xia, llamado Liu, quién tenía bastante entendimiento de la cibernética y las nuevas ideas algorítmicas para que las máquinas comenzarán a imitar la habilidad de aprendizaje de los humanos. Cuando Liu discutió los detalles técnicos de las autómatas con Avelina, se sorprendió de las ideas que ella exponía. Él conocía con bastante detalle sobre los problemas de sobreajuste y subajuste en el espacio de funciones que aproximan a los datos que se quieren aprender. Determinar cuáles eran las familias de funciones que permitiera asimilar la mayor cantidad de información de una muestra, para evitar ambas desviaciones, era un problema teórico bastante complicado. Después le preguntó cómo resolvía el problema del mal condicionamiento de los sistemas lineales que debía computar, los cuáles podían inducir errores numéricos que afectarían el desempeño del algoritmo del gradiente descendiente, como su desvanecimiento. Avelina le describió la idea que ella había concedido y aplicado para resolver la situación. Una simple aleatorización del proceso usualmente aseguraba la obtención de mínimos aparentemente globales. Lamentablemente no había profundizado en desarrollar una prueba formal sobre ello, ya que al implementarla en código, y hacer varios ensayos, la encontró funcional. Aunque le dió a Liu algunas ideas intuitivas de por qué debería funcionar. La idea le pareció brillante.


Después de platicar un poco más con ella, le prometieron volver a visitarla al día siguiente.


Xiang y Liu discutieron con los otros miembros del grupo, que formaban la comitiva que visitaba la feria, sobre sus conversaciones con Avelina. La tercera visita a Avelina se dió en un grupo más numeroso. Avelina al ver al grupo, sintió alegría de saber que a alguien le interesaba su trabajo.


Un tipo de lentes gruesos, un poco pasado de peso y pelo erizado y corto, de nombre Qiang le preguntó sobre quién había financiado su proyecto y dónde por qué no estaban los demás integrantes de su equipo de investigación. Avelina respondió que todo lo que ella mostraba lo había construido por su cuenta. Lo cual sorprendió más a la comitiva china. ¿Cómo era posible? Volvió a surgir la idea de que Avelina era una buena impostora. Aunque la idea en sí mismo les parecía ridícula. Al hablar con ella notaron su seriedad. Además, muchos estaban conversando con los autómatas, en chino. A su sorpresiva respuesta, le siguieron más preguntas técnicas, que todos los miembros del grupo hacían. Avelina las fue contestando cada una, tan bien cómo podía hacerlo, considerando que había tenido pocas ocasiones para hacerlo. Por lo que la primera vez fue un tanto difícil, debido a las complejas ideas que debía exponer. Sin embargo, convenció a su foro.


Qiang preguntó sobre qué la había inspirado a desarrollar los algoritmos de reconocimiento de patrones para que el habla de sus autómatas fuera tan fluido. Avelina explicó que la idea comenzó cuando niña. Se preguntó sobre cómo las diferentes inflexiones en las palabras que usan las personas al hablar podían cambiar su sentido. Las palabras zafias cuando se expresaban cambiando el tono y el contexto en que se expresaban, sonaban cómicas u ofensivas. De esa simple observación, se planteó que debía existir unas características propias del espectro de onda de las palabras zafias en función de la inflexión realizada. Después de plantear la cuestión, se puso a trabajar en el proyecto. Utilizando la grabadora portátil de su abuela, comenzó a grabar las conversaciones de las personas a su alrededor.


En las noches se dedicaba a observar las ondas sonoras mediante un sencillo aparato que construyó para tal propósito, y así realizar una clasificación de los sonidos. Para ello había tomado como referencia un aparato similar a lo que ella requería incluido en una de las secciones de la revista ‘Mecánica Popular’, que su tío le había regalado.


Su tío fue un brasero, que había trabajado en los Estados Unidos, en los cultivos de tomates y maíz. Cuando tenía un tiempo libre, le gustaba revisar revistas sobre cosas mecánicas. Él no sabía leer inglés, pero se daba una ligera idea del contenido escrito. Eran las imágenes de los motores de los automóviles, aviones, y otras máquinas pesadas, junto con los diagramas que los acompañaban, que le fascinaban y por ello disfrutaba mucho ojeando la revista de Mecánica Popular. Tal vez su sueño era ser dueño de uno de esos artilugios y poder repararlos con sus propias manos. Construir cosas por uno mismo y ver cómo se ejecuta el mecanismo, era un diversión y una fantasía que Avelina compartía con su tío, tal vez gracias a sus genes o a que, simplemente, les gustaba siempre soñar.


A partir de este experimento, en el que intentaba entender la naturaleza objetiva del lenguaje, se dedicó a estudiar con seriedad las características físicas y matemáticas que podían describirlo.


Avelina tenía un gusto desmedido por la lectura, no despreciaba nada escrito, aunque el libro Vaquero siempre le pareció demasiado rosa para complacer su imaginación. Su lectura a veces le parecía insoportable, no comprendía por qué a su abuela le gustaba tanto. Aunque había de reconocer, que le gustaban las historias donde el apache era el héroe y no el hombre blanco, como siempre se veía en la televisión. ¿Por qué un indio debe ser un salvaje, si sabe hablar?, se preguntaba. Este gusto desmedido, le indujo a aprender a leer en inglés.


Su tío que había dejado tantas otras revistas sobre mecánica en la casa de Avelina, cada vez que visitaba a la familia en la CDMX, notó que a su sobrina también le gustaba ojearlas. Se sentaba junta a ella y comenzaba a inventar historias sobre lo que decían los artículos en las revistas. A Avelina le encantaba escuchar estas historias. Tiempo después, a pesar de que ya comprendía el contenido, le pedía a su tío que se las ‘leyera’. Creía que inventar explicaciones era otra manera de crear. Algún día, ella crearía los objetos que se ajustarán a esas ficciones.


Con el tiempo, aprendió varias cosas técnicas-formales que la llevaron a plantear algunas ideas extrañas. La utilización de variedades topológicas para describir la estructura del lenguaje, que luego implementó en circuitos eléctricos caseros. Con ellos logró tener varios éxitos. De lo que aprendía con sus experimentos y prototipos, logró desarrollar un sistema para que sus autómatas pudieran comprender y asimilar el lenguaje como un conjunto finito de patrones extensibles. En ocasiones, trataba de formalizar sus ideas empíricas, pero al obtener resultados funcionales, sólo se dedicaba a escribir sus observaciones y las nuevas ideas que aparecían en su cabeza para continuar con el trabajo.


Todo ello impresionaba a la comitiva china, que escuchaba con atención las palabras de Avelina. Qiang le preguntó sobre si en la CDMX existían universidades o centros de investigación, y si los hubiera por qué no había compartido sus logros y hallazgos en esas comunidades.


Avelina comentó que había obtenido el grado de ingeniería electrónica en la Escuela Superior de Mecánica y Electrónica, que forma parte de una gran (sólo en tamaño) universidad del país de la CDMX, el Instituto Politécnico Nacional. Su grado no se debió a su brillantez, que ella misma reconocía con sencillez. Sus profesores simplemente querían deshacerse de ella. Ellos no la entendían y ni querían entenderla. La veían como una mujer que hablaba mucho, que incomodaba y molestaba con su insistencia, que evitaba que ‘ellos’ se concentrarán en su importante labor de generar el progreso de la nación posrevolucionaria.


En este lugar del planeta, en que Avelina había nacido, las personas adultas (hombres y mujeres) poseen un pensamiento estándar conservador. Así, las mujeres deben pensar de manera estándar. Cocinar, darse al cotilleo, tener hijos, amamantar como las vacas, y dejar de imaginar. Donde los indígenas deben ser tratados como los refinados europeas, de hace 600 años, y sus descendientes, intelectuales blancos, dictan. Trabajar, obedecer al amo y mantener la sustancia gris en espera indefinida. 


Por ello, cuando vieron la oportunidad de que se fuera de la universidad, rápidamente firmaron su acto de grado y cortésmente le dijeron “¡Qué te vaya bien!”.


Al final, Avelina comprendió que a los grandes hombres de ciencia, en sus altos puestos, en las ‘grandes’ universidades de su país, les encantaba practicar el ‘charrismo’ (intelectual, aunque también el sindical), antes de trabajar seriamente en algo científico.


El concepto de charrismo fue algo que confundió a los chinos, ya que tal palabra era muy propia del país de Avelina, aunque lo que describía era una actividad bastante común en todo el planeta. Por lo que Xiang le pidió que les explicara su significado.


Avelina les explicó cómo en su país a la mayoría de las personas siempre les gusta sentirse superiores, aun en la más mínima y trivial actividad. Los doctos que hablaban de progreso y bienestar, en el importante momento de comenzar a edificarlo, decían sin titubear que su actividad era pensar no hacer. Ella se preguntaba cómo era posible que hubiera ferrocarriles y aeropuertos en su país, a pesar de que cada año se graduaban miles de ingenieros que no sabían construir nada. Observando y analizando, entendió que los intereses económicos de los Estados Unidos y de los blancos del país de la CDMX se verían afectados, si la gente comenzará a crear sus propias máquinas. 


Así se dió un salvaje progreso tecnológico en su país. Era necesario que las mercancías ‘made in USA’ o ‘made in Germany’ fluyeran al consumidor local. Las materias primas en Oaxaca, Tabasco, Chihuahua o Durango, debían llegar rápidamente a las fábricas de los países tecnológicamente avanzados para su transformación. Por lo que caminos, líneas de ferrocarriles, puertos, aeropuertos, líneas de telégrafo, luego líneas de teléfono y finalmente antenas de televisión eran requeridas para mantener una cadena de suministros. Traslado de bienes y valores, así como la difusión de publicidad constante y sonante.


En varias ocasiones Avelina pudo viajar en tren. Escuchar la locomotora moviéndose sobre los rieles, le producía la sensación de que la pesada máquina la llevaba a lugares mágicos. Esos misteriosos viajes desaparecieron cuando la plutocracia de su país decidió destruir el sistema ferrocarrilero para el beneficio del hombre blanco rico de EUA.


Los trabajadores de los ferrocarriles se opusieron al plan del amo. En 1959, se dio una gran huelga que fue violentamente reprimida, como era usual. A pesar de sus esfuerzos, la lucha se perdió y la destrucción se siguió dando.


El desmantelamiento de la industria ferrocarrilera había comenzado mucho antes de que se diera la gran huelga de 1959. En aquel tiempo un líder sindical de los ferrocarrileros, llamado Ochoa Partida, que curiosamente practicaba la charrería, una actividad consistente en hacer acrobacias con caballos, toros y vaquillas, usando un traje ajustado lleno de adornos brillantes y un sombrero de ala muy grande.


Ochoa utilizando a la policía y miembros del estado mayor presidencial, se hizo con el liderazgo del sindicato ferrocarrilero mediante la violencia. Desde ahí, pagó y dió favores, lo que lo convirtió en un hombre rico. Su traje charro se volvió más vistoso. Adornos de oro, espuelas de plata. Un amplio sombrero con figuras de gallos de pelea, bordados con hilos de oro y plata. Un símbolo distorsionado del esfuerzo del campesino, que cultiva la tierra bajo el duro sol, y de la vida desperdiciada del soldado villista y zapatista, que lucharon por un pedazo de tierra y una vida menos brutal. 


El ‘charrismo’ es el método que usa una persona para enriquecerse desde su posición como servidor público de la nación. Sus negocios personales se vuelven extremadamente rentables. La gente común que mira al ‘charro’, piensa que se trata de un hombre honrado y trabajador, ignorando (por complacencia o simple desconocimiento) que su prosperidad se basa en eliminar la posibilidad que otros tengan una vida aceptable.


El fenómeno del charrismo se transmitió como una enfermedad entre la sociedad del país de la CDMX. Como cualquier ente biológico, existía cierto grado de resistencia natural a que todo fuera así. El charrismo sólo alcanzó a los más débiles de la sociedad, que generalmente eran políticos, empresarios, intelectuales y científicos.


Las personas de ciencia que decían saber cómo utilizar su ‘conocimiento’ barato para el beneficio de las personas, tenían por costumbre dar discurso sobre los beneficios de la técnica y la necesidad de desarrollar ciencia. Al final de sus charlas, enfatizaban que sin ellos el país caería sin remedio en el oscurantismo. Cuándo el campesino o el obrero, que trabajaba 10 horas diarias, le preguntaba cómo usar la ciencia para mejorar su vida o evitar que sus hijos tuvieran que sufrir como ellos, los sabios alcahuetes respondían “no son mis temas de investigación, pregunte a otro especialista…”. 


Los personajes en la ciencia se acostumbraron a vivir un estilo de vida académico-bohemio. Gastando el dinero público en realizar visitas o invitar a sus homólogos de las universidades europeas y norteamericanas. Lo cual ve bien el pequeño burgués blanco, ya que de esta manera consigue mano de obra especializada barata.


Los que obtienen un grado académico en el extranjero, al regresar usan sus títulos como salvoconductos para evitar hacer algo por el país y obtener una posición en una universidad pública o privada.


Con la finalidad de conservar sus privilegios, sus cátedras consisten en una sútil forma de adoctrinamiento de los estudiantes, que consiste en hacerles creer que ellos son los seres más inteligentes del planeta. Además, para perpetuar ese modo de vida, enseñan que todos deben aspirar a vivir de acuerdo al estilo de vida occidental blanco. Entre ellos se alaban y practican la omertá. Sus oficinas están repletas de libros que no leen, pero que revisan de vez en vez por si alguien les pregunta sobre su contenido. Aparentan hacer ciencia, escribiendo artículos y haciendo experimentos, sin embargo se dedican en deleitar a sus colegas blancos, haciendo y diciendo lo que éstos quieren. Carecen de imaginación. Son charros comunes y cualquiera.


Xiang al comprender el concepto de charro que Avelina describía, se sintió feliz de haber crecido en un país que dejó el capitalismo en favor de una sociedad mejor. Casi todos sus compañeros pensaron lo mismo. En aquella época, esa era la manera usual de imaginar el ideal comunista de los jóvenes chinos. Que se reforzaba, cuando veían lo que pasaba en naciones como las latinoamericanas. 


Al mismo tiempo que se sentía complacida de ser china, Xiang quedó totalmente convencida de la inteligencia, la creatividad y la determinación de Avelina. Su encuentro con esa mujer, que vivía fuera de tiempo y lugar, capaz de crear las impresionantes máquinas que eran las autómatas, fue el encuentro más bello que tuvo en todo su vida.


A cuatro días de que terminará la feria, se comunicó con su mentora Xia. Emocionada, le habló de Avelina y sus autómatas. De la necesidad primordial de invitarla a unirse con ellos en China, para el desarrollo del proyecto de computabilidad. Le explicó que el trabajo de Avelina era tan avanzado y prometedor, que ninguna otra cosa presentada en la feria lo podía superar. Ellos mismos se habían percatado que sus propios logros, que hasta el momento no habían mostrado al mundo, eran superiores al resto de los otros países, quedaban a una lejana distancia de los autómatas de Avelina. Máquinas bellas, en varios sentidos.


Xia, que nunca había escuchado a su mejor estudiante expresarse de esta manera, decidió que si tales objetos eran tan fantásticos era necesario adquirirlos. Habló con sus superiores al respecto. El ímpetu de su estudiante se había transferido a ella. Planteó seriamente la necesidad primero de adquirir las máquinas y luego hacer que Avelina viniera a China.


Dado que Xia no podía ir directamente a Corea del Sur tan pronto, se decidió mandar a alguien más, para unirse con el grupo que estaba en la Feria Mundial, con la finalidad de adquirir a los autómatas. Xiang había comentado que Avelina estaba dispuesta en vender sus artilugios por una buena cantidad. Al final, lo que Avelina quería eran recursos para continuar con sus proyectos.


Cuando Xiang propuso comprar los autómatas, Avelina lanzó una gran cantidad, quería probar su suerte. Xiang no quería perder la oportunidad de tener a las autómatas, por lo que después de escuchar la cifra de Avelina, ella contestó rápidamente y sin dudar, “¡De acuerdo!”.


***


Cuando colgó el teléfono, en la CDMX eran las 21 horas, en Seúl las 12 horas. Había terminado de hablar con su mamá. Avelina saltaba de alegría sobre la cama, se había retirado a su habitación para llamar por el telefóno. Los chinos habían cumplido con su parte. Había realizado el depósito del dinero que ella había solicitado. Le sorprendió la rapidez con lo que habían hecho. Su madre se lo comunicó. Le contó que casi le daba un susto de muerte al ver la enorme cantidad en su cuenta bancaria, que Avelina había abierto únicamente para ella. La seriedad de los chinos le alegró, ya que significaba que su trabajo era reconocido, aunque lo que realmente la alegraba era que había conseguido los recursos para continuar con sus proyecto, y, además, ahora podía consentir y asegurar la prosperidad que quería para su madre.


La felicidad que experimentaba era burbujeante. Al poco tiempo, tocaron a su puerta. Era Xiang, quien había venido a confirmar que su parte ya había sido complicada. Avelina le sonrió y le dió un fuerte abrazó. “Las autómatas son suyas”.


Xiang le comentó que ellos deseaban que ella fuera a trabajar a China. Que la compra de las autómatas era una forma de demostrar que reconocían a plenitud su talento. Al ofrecimiento, Avelina externó que sería agradable trabajar junto a ellos, aunque primero tendría que regresar a su país, hacer los arreglos pertinentes, resolver algunos asuntos familiares así como concluir algunas cosas menores. Necesitaba saber si podía convencer a su madre para que la acompañara, o bien, asegurarse de que la dejaría en buenas condiciones. Había un futuro con muchas posibilidades, Avelina esperaba tomar la que fuera mejor.


Xiang y Avelina siguieron hablando por un rato. Hasta que decidieron salir para comer y seguir conversando. Más tarde se les unieron otros de la comitiva china. Qiang no paraba de hacerle preguntas técnicas, se había enamorado de la brillantez de Avelina.


El último día de la feria, los pasillos del lugar donde se realizaba la exposición de las máquinas más avanzadas del momento, donde Avelina había expuesto a sus autómatas, estaban a rebosar de gente. El lugar que Avelina había ocupado estaba vació, la noche anterior, con la ayuda de sus amigos chinos, lo había desmantelado. Prefirió pasar los últimos días de su estancia en Corea del Sur junto a ellos. Algunos querían seguir observando los inventos expuestos, pero iban y venían para conversar un poco con ella. Xiang y Qiang siempre estuvieron junto a ella, les fascinaba su compañía.


Así gastó su tiempo, en comidas, conversaciones y caminatas. Discutía con Xiang sobre sus ideas y futuros proyectos que tanto deseaba emprender. Xiang le sorprendió la forma casi infantil en que Avelina expresaba sus sueños, era claro que ella creía que sólo tenía que esperar para que se volvieran realidad. 


Le contó sobre su perro Marceline, un xoloitzcuintle, y la leyenda que acompañaba al cuadrúpedo. De su origen mítico, creado a partir de una astilla del ‘Hueso de la Vida’ que había dado origen a todo lo vivo, y de su rol en la vida después de la muerte. Estas dos características fantásticas del xoloitzcuintle, contribuyeron a su deseo de construir sus bellas máquinas. Xiang escucha con profunda atención la historia. La idea de Avelina de explicar la naturaleza de la realidad a través del mito, le pareció una excentricidad. “Las autómatas aprenderán a formular preguntas y también a crear explicaciones. El mito es tan racional como la idea del número. Sueños proyectados en el futuro.”, le dijo Avelina. 


A petición de Xiang, Avelina le narró otros aspectos de la vida cotidiana en la CDMX. Fue una larga y agradable conversación entre las dos chicas.


La despedida llegó pronto, Avelina debía regresar a su país. Debía hacer los arreglos necesarios, para tomar en sus manos el futuro tan prometedor que se había abierto. La posibilidad de hacer reales sus sueños ya era sólida.


Después de un abrazo fuerte y cariñoso, con los deseos de volverse a ver pronto, Xiang y Avelina se despidieron.


***


Al interactuar con las autómatas, Xia se preguntaba cómo era posible que tales máquinas fueran reales. La confianza que tenía en Xiang era plena, pero aquellos artilugios la habían dejado sin habla. Se pregunta quién diablos había construido tales objetos. Era un hecho de que Avelina debía venir a China. Aunque, en cualquier caso, también se debía hacer un cuidadoso trabajo de ingeniería inversa en una de las Sofías, el nombre con que Xiang había presentado a las autómatas. Era una pena tener que desarmar a uno de esos maravillosos ingenios, pero se requería entender los mecanismos que la hacen trabajar. Hasta el momento todo lo que habían aprendido de los computadores soviéticos, ya lo había superado. Ahora superar esto, requeriría un tiempo y esfuerzo mayor. Xia sentía la misma emoción que tiene un niño cuando conoce un lugar nuevo, no podía esperar para comenzar a estudiar y aprender todo lo posible de esos seres sintéticos.


Xiang también experimentaba una inquietud. Ya habían pasado tres meses desde que había mando una invitación formal a Avelina para que viniera a China y que pudiera conocer la universidad donde ella trabajaba. Cuando habían pasado ya otros cuatro meses, llegó una respuesta. Al leer el mensaje, no pudo evitar llorar. Avelina había sufrido un accidente en el que había muerto. La noticia afectó bastante a Xiang, quién durante dos días enteros no paró de llorar. Era irreal imaginar que Avelina ya no estuviera en el planeta. Avelina le había dejado una profunda marca.


Al sentirse mejor, decidió ir a la CDMX, quería despedirse de Avelina.


Cruzó el océano Pacífico con la compañía de Qiang, quién también sintió la necesidad de  decir adiós a tan singular persona.


Después de una breve búsqueda, lograron dar con la casa dónde había vivido alguna vez Avelina. Tuvieron la oportunidad de conocer a su madre, quién había respondido a la invitación que Xiang envió meses atrás. Xiang y Qiang le expresaron, con la ayuda de un intérprete, las fuertes impresiones que Avelina dejó en ellos. El increíble talento que su hija había demostrado al construir las maravillosas máquinas que eran las autómatas. Y la profunda tristeza que experimentaban por la pérdida de Avelina.


La conversación siguió hasta el punto en que Xiang y Qiang preguntaron si podían permitirles ir al lugar dónde Avelina había trabajado. La madre de Avelina, creía en la sinceridad de los extranjeros, sin embargo les dijo que el padre de Avelina se deshizo de todos los objetos de su hija. Todo se había convertido en chatarra o en cenizas. Su padre nunca fue muy afín a su hija. Le tenía miedo. Aunque, sobre todo, se avergonzaba de no tener una hija normal. Las palabras de la madre eran completamente ciertas a lo que se refería a su esposo.


Preservar los objetos creados por su hija era una prioridad para ella. Su hija había planteado un camino para sus máquinas, la travesía debía seguir. Cómo, no lo sabía, pero se daría.


Avelina solía contarle sobre sus logros, proyectos y sueños. Casi nunca entendía de qué hablaba o a dónde quería llegar, pero amaba su hija e intuía que lo que ella hacía era algo colosal. “Un día, las autómatas sabrán por sí solas hacer las preguntas adecuadas. Así que cuida las, son como tus nietas”, le había dicho Avelina, y eso hizo.


Xiang, Qiang, y todos los demás, no se enteraron acerca de las otras dos Sofías.


La tristeza de ambos aumentó, no sólo Avelina se había ido, su trabajo también había desaparecido. Que padre tan estúpido, pensaron ambos. Ahora les quedaba más claro lo que Avelina les había contado de las formas de pensar de los habitantes de la CDMX.


Finalmente, Xiang y Qiang pidieron, si fuera posible, dar sus respetos a Avelina. La madre de Avelina, sintiendo su dolor y su profunda admiración hacía su hija, decidió cumplir su petición.


***


El cementerio era muy diferente a los que se veían en China. Algunas tumbas sólo consistían en lápidas de mármol o cemento, que cubrían los lugares donde habían sido enterrados los difuntos, como sábanas pesadas que evitarían que el difunto volviera a salir. Unas parecían pequeños mausoleos, adornadas con esculturas de ángeles, cristos o vírgenes, todos de un color blanco pálido. Muchas otras, pequeñas y bastante descuidadas.


La variedad de tumbas les recordó lo que Avelina había dicho sobre la gente de su país. “La gente humilde siempre intenta ser un buen samaritano, sin embargo, aquellos que se educan, que progresan (en el sentido de la sociedad blanca), olvidan que los seres humanos son seres comunitarios”. Ver el lugar les ayudó a comprender mejor la máxima que Avelina utilizó para describir la esencia de la vida en el país de la CDMX. “Sabrán qué es amar a dios en tierra de indios”. Una frase que ya entendían cómo emplear para describir la historia de su propio país.


El guardia y el jardinero del panteón, personas sencillas, de la clase baja del país de la CDMX, miraban a los orientales realizando sus propias reverencias. Actos diferentes a sus usuales costumbres. La solemnidad que mostraban les pareció demasiado cómica. Ellos nada sabían de Avelina, las autómatas, el proyecto de computabilidad en China, de la electricidad que circula por sus cerebros para que aprecien su realidad. Nada de los sueños de Xiang, que esperaba realizar con la autómata de Avelina. Nada de lo que el PCCh quería obtener con máquinas capaces de computar el futuro.


Sin embargo, el jardinero y el guardía, algo ya mayores, que cada día de paga aprovechaban para ir a la cantina, a beber y cantar por sus penas comunes, todavía no sabían que serían fervientes seguidores de Andrés. A dónde fuera, lo seguirían. Lo que dijera, lo creerían. Toda su fe estaría depositada en él. Cada mitin, cada manifestación, ahí estarían para escuchar a Andrés y reafirmarle su apoyo. 


Sobre una tarima improvisada, con un sistema de audio diseñado y construido por el mismo Andrés, verían a su líder hablar de la justicia social, de la igualdad, de la libertad, de la corrupción de los políticos y empresarios convertidos en hombres ricos gracias a la miseria del pueblo. De la necesidad de ser buenos, ya que sólo siendo buenos se puede ser feliz. 


El jardinero y el guardía, como muchos otros, lo vería como otro nazareno, que siempre amó a los olvidados, a los desposeídos, a los pobres. Sería como una luz, que les mostraría las bendiciones de la racionalidad y la tecnología.


Mostraría como aquellos que se hacían llamar intelectuales y científicos, eran los fariseos y saduceos de su época. Cuya hipocresía distorsiona el ideal de progreso y su extrema soberbia impide que la imaginación se desarrolle.


Andrés sería como una máquina que realiza con precisión su trabajo. Que ante las críticas de sus opositores, daría respuestas lógicas y explicaciones matemáticas que demostrarían que sus soluciones eran óptimas y viables. Para negarlas, sus detractores sólo serían capaces de usar su arrogancia y necedad. 


Algunos llegarían a pensar que el cerebro de Andrés era capaz de computar el futuro. Como si la disposición de sus neuronas hubiera sido optimizada, para poder entender el mundo natural de manera abstracta. Viendo los ocultos mecanismos formales que dan origen al movimiento de los objetos que lo habitan. Lo cual sería un hecho. Claro, todo en función de lo que las autómatas de Avelina requerirían.

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