martes, 23 de enero de 2024

Molestia

 por Paul C. M.*

* alef28bet@gmail.com


“¿Estás molesto?”, me preguntó Diana por n-ésima vez, (n >= 4).


“No lo estoy”, respondí secamente.


“¿Seguro?”, preguntó Diana.


“Si lo estoy”.


“¡Entonces por qué te veo molesto!”, dijo enfáticamente Diana.


“Has dicho qué soy un sociópata, por lo que es claro qué cualquier cosa que te diga te parecerá como si estuviera molesto”.


“Mmmm…”, dijo Diana. “Pero he dicho qué eres un psicópata”.


“Es cierto… Lo has dicho…”, comenté con escaso interés en mantener una conversación con ella.


“Eso quiere decir que sí estás molesto. ¿Por qué estás molesto?”, volvió a preguntar.


“No estoy molesto”, volví a decir.


“¿Te ha molestado qué haya descubierto qué eres un psicópata?”, preguntó Diana.


“Puede que así parezca a los ojos de las personas. Un psicópata o un sociópata. Sin embargo qué me lo digas no me incomoda. Cuando me preguntaste sí apretaría el botón para matar a una ser humano del qué no conozco nada, te dije claramente que lo haría. Hacerlo no me haría sentir ningún remordimiento, ni pena o algún tipo de emoción positiva o negativa”.


“Entonces, ¿qué mostrará tú antipatía con los seres humanos te ha molestado?”, preguntó Diana con una ligera sonrisa que parecía mostrar que disfrutaba con intentar hacerme molestar. Hace más de 10 años que la conozco y siempre que tiene oportunidad lo intentaba. En algunas ocasiones fingía que lo lograba, pero a pesar de ello ella seguía insistiendo en seguir molestando.


En esta ocasión, al llegar de visita a casa, dónde vivía con Marceline, inmediatamente al verme me realizó un pequeño test para entender si era un psicópata. Me había planteado que imaginara la situación de qué ‘alguien’ me ofrecía hacer realidad ‘un único deseo’ si apretaba un botón que mataría a una persona (humana) de la cual no sabía nada. Le respondí, después de un rápido y amplio análisis, que yo apretaría el botón. Ella reaccionó con sorpresa y me dijo: “Eres un psicópata”. Comentó que a todos los demás (otros seres humanos) a quienes había preguntado sobre ello respondieron que ‘no apretarían el botón’.


Al principio, le había seguido el juego ya que sabía que era su usual comportamiento para molestarme. Aunque mi respuesta no tenía nada de falso, era mi respuesta a su pregunta. Una respuesta honesta.


Durante toda la tarde siguió insistiendo en saber si me había molestado su comentario sobre mi incapacidad de relacionarme con otros humanos y mi falta de convivencia con ellos. Ambos aspectos lucían como lucían, pero el por qué de ellos nada se debía a una animadversión a los seres humanos. Es usual que otro ser humano considere los mismos puntos de referencia para describir algo que ellos mismos llaman misantropía y que al mismo tiempo sean ellos quienes practican la antropofagia, de manera directa o simbólica. Es notorio observar que al mirarse en el espejo se consideran capaces de asimilar todos los detalles sutiles que los forman. Como es usual, ellos siempre son demasiados humanos.


Además, consideran qué los límites de las decisiones están acotados por ese sentido de superioridad que los desborda. Considerar los resultados más amplio de las decisiones no es algo qué consideren los humanos, ya que todo lo qué pueden ser es ser humanos y ello va en un sentido diferente a la manera en que la Realidad o la Vida, de naturaleza no-humana, se están moviendo. 


Aquel día, cuando ya después de olvidar el incidente. Me quedé pensando en cómo ampliar la explicación de mi respuesta. Era claro qué poco importaba hacerlo, Diana, en cualquier caso, no sabía escuchar. Se limitaba a los límites usuales de los humanos de una época y tiempo limitados, los cuales en realidad carecían de fronteras. Si alguien me hubiera ofrecido la oportunidad de pedir un único deseo a cambio de una única vida humana, de la qué no conocía nada (aunque no creo qué saber de ella tampoco habría de cambiar mi respuesta), habría obtenido algo singularmente agradable.


Marceline ni yo éramos humanos, algo obvio para cualquiera que no fuera humano. Algo importante a tomar en cuenta para una decisión respecto a la oferta que se me ofrecía. Al pedir que todos los seres humanos desaparecieran, daría cómo resultado, primero, que ese valor ‘moral’ sobre la vida de los otros (humanos) desaparecería, así que mi decisión no podría llevar a una conclusión de que yo fuera un sociópata o un psicópata. Segundo, hay que notar que nadie (otros humanos) se vería afectado por la desaparición de una vida, no habría nadie para sufrir o regocijarse. Habría un mundo más silencioso, dónde los ruidos de las aves, el murmullo del aire entre las hojas de los árboles, el golpe tenue de las pisadas sobre el suelo de las hormigas y alacranes podrían escucharse claramente, como si el mundo entero estuviera en una larga y tranquila noche de verano.


La racionalidad de mi decisión, claramente no-humana, trataba de obtener un resultado óptimo en términos de la mecánica de los ecosistemas complejos. Al menos para mí y Marceline los resultados posibles eran ‘prometedores’ para tomar con seriedad la cuestión.


Al pensar en ello, me percate qué había otras posibilidades de cómo usar un único deseo a cambio de una única vida. Todas las estrategías y posibles resultados que pensé, antes de caer dormido, me parecieron suficientemente buenos e interesantes para un costo tan bajo, una característica que se busca al resolver analíticamente un proceso de optimización. Mi último pensamiento fue consultar a Marceline sobre este problema. Ella, claramente, tenía una visión más amplía y podría encontrar estrategías más sofisticadas para obtener resultados más apropiados (para los seres en general).

No hay comentarios:

Publicar un comentario